Los Globos de Oro coronan a la directora de ‘Nomadland’.
‘Nomadland’ fue la gran triunfadora de una gala virtual en la que la HFPA entonó un tibio ‘mea culpa’ tras las acusaciones de tejemanejes.
Cuando este domingo se entregaba el primero de los Globos de Oro de la noche un fallo técnico dejó sin sonido al premiado, Daniel Kaluuya, uno de los cuatros intérpretes negros reconocidos en la 78ª edición de los premios de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA por sus siglas en inglés). «¡Estáis jugando sucio conmigo!», clamó el británico antes de que solventara el problema y pudiera dar vía Zoom su discurso llamando a los espectadores a estudiar a Fred Hampton, el brillante líder Black Panther de Chicago asesinado en 1969 por el FBI y la policía al que interpreta en Judas y el mesías negro.
En el último galardón, casi tres horas después, Chloé Zhao, explicaba que Nomadland, la película coronada como mejor drama, es en su núcleo «un peregrinaje por el dolor y la curación», un «viaje difícil y bello». Poco antes la realizadora china había grabado su nombre en la absurda lista de directoras reconocidas por estos premios, donde por 37 años había estado en la más absoluta soledad Barbra Streisand, que ganó por Yentl, Y la despedida de Zhao, el mantra nómada «nos vemos en el camino», se podía leer no solo poéticamente, sino también como augurio de un reencuentro que, casi indudablemente, se producirá cuando el día 15 se anuncien las nominaciones para los Oscar, para las que se empieza a votar este viernes y que darán el pistoletazo de salida para los premios del distante 25 de abril. Ese principio y ese final de la gala eran aptos para describir estos Globos, los del año de una pandemia que ha impuesto lo virtual, ha hecho de nuestros salones y los de los famosos escenario y pasarela y de las plataformas, tradicionalmente espacio sobre todo de producciones de pequeña pantalla, refugio obligado del cine. Y los dos premios se podían leer, más allá de los innegables méritos de los reconocidos, en términos paradójicos, o con un poco de olfato de las políticas de Hollywood como un esforzado propósito de enmienda. Porque precisamente el año en que habían desatado una tormenta los oscuros nubarrones que planean sobre la HFPA por sus serios problemas éticos y especialmente por la ausencia de ningún periodista negro entre un grupo de 87 de todo el mundo, el palmarés se llenaba de diversidad racial y de género.
La controversia era el elefante en la habitación, o en las habitaciones, porque la gala se veía forzada a dividirse entre Nueva York y Los Ángeles para las dos presentadoras, Tina Fey y Amy Poehler, y en las decenas de escenarios personales de los nominados y ganadores. Y el más peliagudo tema de la HFPA dio a las dos cómicas para hacer alguna broma inicial –«decimos que son unos 90 periodistas porque un par de ellos pueden ser fantasmas y se rumorea que el miembro alemán es solo una salchicha en la que alguien ha dibujado una carita»–, pero se abordó sobre todo en serio.
«Miren, hay mucha basura vistosa nominada, pero eso pasa. Es lo que hace (la HFPA), pero varios actores negros y proyectos liderados por negros se pasaron por alto», dijo Poehler. Y Fey le siguió subrayando lo «estúpidas» que son las ceremonias de premios, pero añadiendo que «la cuestión es, incluso con las cosas estúpidas, la inclusividad es importante».
Insatisfacción
El tibio mea culpa que entonaron en menos de un minuto tres de los miembros de la HFPA haciendo vagas promesas de cambio dejó insatisfechos a muchos y desde el grupo Time’sUp se urgió a la NBC, que paga millones de dólares por la retransmisión, a tomar de verdad cartas en el asunto. Pero de momento la gala permitió que abordaran la cuestión múltiples galardonados.
Lo hizo Sacha Baron Cohen, que con la osada Borat 2 ganó mejor comedia y mejor actor del género. Lo hizo Daniel Levy después de que
Schitt’s Creek lograra en apartado de comedia televisiva lo que logró en drama The crown (la serie con la que Netflix logró cuatro de sus 10 estatuillas). «Espero que el año que viene a estas alturas esta ceremonia refleje la auténtica extensión y diversidad de las películas y televisión que se hacen hoy en día, porque hay tanto más para ser celebrado», dijo Levy.
Y lo hizo, mejor que nadie, Jane Fonda, con el premio Cecil B. DeMille en sus manos y tras mostrar su admiración por varios proyectos nominados o injustamente olvidados, como I may destroy you. «Hay una historia que hemos tenido miedo de ver y oír sobre nosotros en esta industria, una historia sobre qué voces respetamos y elevamos, y cuáles dejamos de oír; una historia sobre a quién se le ofrece un sitio en la mesa y a quién se le mantiene fuera de las habitaciones donde se toman las decisiones», dijo. Y llamó a «los grupos que deciden a quién se contrata, qué se hace y quién gana premios» a hacer un esfuerzo por ampliar sus espacios «para que todo el mundo se eleve y las historias de todos tengan opción de ser vistas y oídas». Y aseguró que hacerlo «simplemente significa reconocer lo que es verdad». Y recordó que, «después de todo, el arte no solo ha ido a la par de la historia, sino que ha liderado el camino».
Lo previsible y las sorpresas
Los Globos también tuvieron este año su mezcla habitual entre lo previsible y las sorpresas. En la primera categoría entraron premios como el de la miniserie Gambito de
dama y su protagonista, Anya Taylor-Joy; otro triunfo de Pixar con Soul (premiada también por la banda sonora) o el galardón para
Minari (por más que las reglas de la HFPA pusieran la película de Lee Isaac Chung sobre una familia coreana inmigrante en Arkansas en categoría de habla no inglesa).
En lo inesperado hubo donde elegir. El Globo de interpretación femenina dramática fue para la Billie Holiday creada por Andra Day. No hubo premio para Maria Bakalova por Borat 2 sino para Rosemund Pike por I care a lot. Y quien apostó por Amada Seyfried quizá encontró consuelo a su decepción viendo a Jodie Foster, premiada por
El mauritano.n