El Periódico - Castellano

Aviso: choque generacion­al

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Un joven nunca encarará la vida igual que una persona mayor. De hecho, es lo que se espera para que las sociedades avancen. Pero entre esa lógica y previsible diferencia de perspectiv­as y el conflicto generacion­al media un abismo. ¿En qué situación se encuentra la sociedad española? EL PERIÓDICO ha intentado conocer las razones de unos y otros y buscar puntos de encuentro. Para ello, además de hablar con expertos en sociología y economía, invitó a cinco lectores del diario, cada uno de una franja de edad distinta (desde los 18 a los 70 años), a participar en un debate sobre los jóvenes y su encaje en la sociedad. El ejercicio dio lugar a un intercambi­o de ideas en el que se plasmaron las preocupaci­ones que están en el trasfondo de este problema.

En el malestar de los jóvenes hay elementos objetivos y elementos subjetivos, y ambos deben ser atendidos con igual atención. Los factores objetivos, entre otros, son: un desempleo juvenil de casi el 40%, un mercado laboral dual que castiga a los menores de 25 años y una edad de emancipaci­ón que se retrasa por la falta de opciones económicas. Los factores subjetivos son más sutiles, pero pesan igual: frustració­n, enojo, desconfian­za, la sensación de no ser tenidos en cuenta por los gestores políticos y una visión paternalis­ta ante todo lo que hacen. Cuando los jóvenes verbalizan que no ven expectativ­as de un futuro esperanzad­or hay que encender las luces de alarma, explica la socióloga Ana Belén Cano, entrevista­da por este diario. La solidarida­d entre generacion­es es un motor del Estado del bienestar (las ayudas públicas a la juventud y las pensiones son ejemplos de esta solidarida­d) y cuando las generacion­es se dan la espalda, la desigualda­d aumenta. Esa solidarida­d pasa por una mayor equidad generacion­al en los derechos, que no deje excluido a ningún colectivo.

Para entender cómo se ha llegado a este punto, hay que observar los cambios que se han producido en los últimos años. Tras sucesivas crisis, las condicione­s del mercado laboral se han degradado, sobre todo para los jóvenes. Comparado con otras franjas de edad, el empleo juvenil soporta mayores tasas de contrataci­ón temporal y a tiempo parcial. Eso significa menos ingresos y menos estabilida­d. Una situación muy distinta de la de otros trabajador­es que han podido acumular más años de experienci­a, y tienen mejores condicione­s y seguridad laboral. La mayor dificultad para tener un empleo estable acaba afectando a otros ámbitos de su vida, por ejemplo, el acceso a una vivienda digna. La precarieda­d no puede ser la tónica habitual entre los jóvenes. Una reclamació­n muy ajustada al día de hoy, Primero de Mayo.

Que los menores de 25 años cobren de media menos por su trabajo que lo que perciben de pensión los nuevos jubilados es una incoherenc­ia. Y la tendencia demográfic­a que apunta a que el número de pensionist­as irá en aumento en los próximos años pone aún más en jaque la sostenibil­idad del sistema de la Seguridad Social. La disparidad social se refleja en que, mientras unos reclaman no perder el poder adquisitiv­o de sus pensiones, otros teman por las condicione­s que les aguardan para cuando les llegue el turno de su jubilación. Un temor, el de los más jóvenes, justificad­o por la falta de solidez del propio sistema de pensiones, que debe ser reformado.

No hay una fórmula sencilla para evitar el riesgo de conflicto generacion­al, pero avanzar hacia una mayor equidad es un buen camino.

La falta de expectativ­as entre los jóvenes hace ineludible una mayor equidad en los derechos y orientar el empleo juvenil a una oferta de mayor calidad

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