El Periódico - Castellano

Delicia pop de mediana edad

La banda escocesa conserva su esplendor en el reconforta­nte ‘Endless arcade’, álbum facturado tras un lapso de cinco años y después de la marcha de uno de sus tres compositor­es, Gerald Love.

- Jordi Bianciotto Crítico musical

Del roce de las guitarras ásperas y las voces en armonía salieron álbumes que imprimiero­n acentos de luz al indie de los 90, como Bandwagone­sque o Grand prix, amparados por la escudería Creation, de Alan McGee. Los chicos de Teenage Fanclub telonearon a Nirvana, tiñeron de melancolía las tardes de algunos macrofesti­vales y se establecie­ron como marca de confianza de un pop a la vez corpulento y sensible, sin urgencias, que nunca ha dejado en la estacada a sus seguidores. Aquí está este Endless arcade para hinchar el orgullo de fan con su suculento cancionero de mediana edad.

Teenage Fanclub llega a 2021 con una herida interna: del trío de compositor­es ha caído uno de los pilares, Gerald Love, que alegó desinterés en las largas giras. Razón paradójica, visto el panorama. Ahora, en lugar de cuatro canciones de cada autor, la proporción de álbumes anteriores, Endless arcade contiene seis temas de Norman Blake y otros seis de Raymond McGinley. Y la historia continúa. No hay cambios ostentosos en la arquitectu­ra sonora, tan distintiva, aunque sí es posible apreciar nuevos matices como los sintetizad­ores de un flamante fichaje, Euros Child, el que fuera líder de aquella rareza psicodélic­a galesa llamada Gorky’s Zygotic Mynci.

Hemos crecido con Teenage Fanclub y hay algo reconforta­nte en el encuentro con esas estrofas tan vividas y con el mimo con el que tratan cada pequeña inflexión en sus canciones. La sinceridad en el arte es un valor vidrioso, pero hay un rastro de franqueza en este álbum desde el tema de apertura, Home, donde Blake resuelve su perplejida­d diaria –«cada mañana abro los ojos, / despierto a la realidad, / me siento desconcert­ado»– con la terapia de un solo de guitarra de cuatro minutos. Se percibe la complicida­d con el oyente y la bonhomía en la pieza titular –«no tengas miedo de esta sala de juegos sin fin que es la vida»– y en esa fatalista Everything is falling apart, en clave de big bang cósmico: «Relájate, encuentra el amor / Agárrate a la mano de un amigo / Pero, hey, diviértete / porque todo se va a acabar».

Temas brillantes

Endless arcade desliza muchos versos para el disfrute generacion­al, pero sobre todo atesora un alto número de canciones excelentes. The sun won’t shine on me atrapa con su baladismo con vestigios del guateque y sus primorosas cenefas de guitarra, In our dreams desprende un halo dorado y I’m more inclined es ambrosía pop, incluyendo un esbelto puente de guitarras. Y el festín sigue con las armonías vocales de Back in the day oa lomos de la introspect­iva The future, con resonancia­s de los Beach Boys. La química interna no se ha desvanecid­o, y Blake, McGinley y compañía vuelven a anclarnos en su lógica de tonadas triunfante­s para que le cojamos gusto a la idea de envejecer con ellos.

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Los integrante­s de la banda escocesa Teenage Fanclub.
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