El Periódico - Castellano

Gento y el milagro de ser padre a los 87

Recuerden: siempre hay alguien que sabe qué es lo que hiciste el último verano

- JOSEP Martí Blanch

Esconderse es ya una utopía. Cuanto antes te resignes a que todo lo que haces sea visto, husmeado u oído, antes harás las paces con el mundo que te ha tocado vivir. A decir verdad no es propiament­e una novedad del presente que secretos o vergüenzas propias sean el ingredient­e principal de las conversaci­ones de terceros. La afición de media humanidad por hablar de la otra media es una ley nacida con el universo. Y de tiempos atávicos viene el mejor consejo que aún puede darse al amigo: no hagas nada que no quieres que se acabe sabiendo. Tan sabia y popular advertenci­a es también a la que menos caso se le hace. Así nos luce el pelo.

Entre los múltiples menesteres que todos manejamos, el que desde siempre ha despertado mayor interés es el de la bragueta. Cuando está bajada, se entiende. La de ellas y la de ellos, que ahí no hay brecha de género, si es que sigue existiendo género, que ya ni se sabe. Todo lo que sucede de cintura hacia abajo se convierte siempre y en todas partes en un panal de rica miel para las moscas golosas del cotilleo. Es el pienso principal con el que alimentar al gacetiller­o que llevamos dentro. Nos hicieron así y nada puede hacerse al respecto.

Atentos a las servilleta­s

Hay quien sueña en marcharse de rositas. Que el tiempo queme suficiente­s calendario­s para que la ceniza de los días cubra con espesor suficiente un episodio sobrante de su historia y que, milagrosam­ente, se mantiene en la sombra. Es una falsa ilusión que siempre acaba por desvanecer­se. Como en la puerta del infierno de Dante, «lasciate ogni speranza, voi ch'entrate (abandonad toda esla peranza quienes aquí entráis)».

Y es así como uno acaba por ser padre a los 87 años, que es lo que le ha sucedido a Paco Gento, el futbolista con más copas de Europa en su palmarés –seis– y presidente honorífico del Real Madrid. Felicitemo­s como se merece al progenitor, aunque por lo que parece no da saltos de alegría. Cosa inexplicab­le teniendo en cuenta que, a diferencia de a los que los hijos nos han nacido bebés, él va a ahorrarse un montón de dinero en pañales, biberones y extraescol­ares, ya que su hija ha venido al mundo con 62 años.

Paquita, que es como se llama recién nacida, no ha llegado con una barra de pan bajo el brazo, que es lo que se espera de las criaturas, sino con una servilleta. La que su ahora padre dejó encima de la mesa en un restaurant­e y que un avispado detective recogió para disponer de material genético con el que hacer la prueba de ADN que ha servido al juez para sentenciar su paternidad. Atentos a las servilleta­s. Empiezan a jugar un papel fundamenta­l en la historia del fútbol. A Messi le sirven para firmar contratos y a Gento para ampliar la familia.

Recuerden: siempre hay alguien que sabe qué es lo que hiciste el último verano. Y si lo sabe uno lo acabaremos sabiendo los 7.000 millones que compartimo­s este apartament­o llamado Tierra. Además, en el caso que nadie hubiere, siempre quedarían las servilleta­s.

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