Miriam Fort
PSICOPEDAGOGA
El Institut Serra de Miramar de Valls (Alt Camp), donde trabaja, cuenta con un protocolo para detectar los posibles casos de bullying, que pasan por la violencia verbal y por el acoso a través de las redes.
H. M. no recuerda cuántos años tenía cuando empezó a recibir amenazas de un compañero de clase, pero aún recuerda aquel «o chupas el suelo o te mato» y aquellas manos que le apretaban el cuello hasta casi dejarle sin respiración. Para M. R., el acoso duró dos años, de segundo de la ESO a finales de cuarto. La acosadora la insultaba, inventaba rumores y ponía a todos en su contra. Cuando A. M. tenía 9 años, le tiraban el estuche a la basura, la amenazaban, se reían de ella y le hacían el vacío.
Míriam Fort, psicopedagoga del Institut Serra de Miramar, en Valls (Alt Camp), explica que lo que más ha detectado es violencia verbal, pero ahora va más allá. El ciberbullying permite un acoso más fácil e invisible, cuesta más de detectar y se extiende en el tiempo. Afirma que, en general, se tiende a acosar de manera intencionada a alumnos que tienen alguna dificultad o a quienes se envidia. Este es el caso de H. M., que tenía unas notas excelentes, jugaba al fútbol con la otra clase y solo tenía un par de amigos.
La psicopedagoga apunta que este tipo de acoso se fundamenta en carencias del propio acosador, que «cubre haciendo sentir mal a los demás». Tienen una insuficiente inteligencia emocional, no sabe gestionar su carencia y, por lo tanto, necesita satisfacerla haciendo daño hasta el punto de que acaba sin sentir empatía por los demás.
M. R. siempre tenía excusa para no ir al instituto. «Un día exploté y salió todo gracias a mi madre, que fue haciéndome preguntas». Sus progenitores fueron a hablar con los responsables del instituto, pero no sirvió de mucho: «Decían que eran cosas normales de la juventud». H. M. se lo contó a sus profesores, pero la respuesta fue que ya lo solucionarían entre ellos. Pidió a sus padres que lo cambiaran de colegio. «Entonces sentí que ya podía expulsarlo y se lo conté». Fort explica que el rendimiento académico de las víctimas puede decaer por falta de concentración. También suelen aparecer molestias digestivas, dolores de cabeza y problemas para dormir. Si no se detecta a tiempo, desemboca en absentismo y abandono de la escuela. «Son personas a las que aíslan, pero ellas mismas también evitan socializar porque les recuerda a los ataques», detalla.
Modelo de diálogo
Los testimonios recogidos aquí revelan falta de apoyo por parte de los centros educativos. Rosa Carbó, directora del Serra de Miramar, relata que en este instituto los casos de bullying «no han traspasado los límites porque antes ya hay una persona que informa de que alguien lo está pasando mal». Aquí se sigue un protocolo obligatorio para todos los centros de Catalunya y el modelo dialógico de prevención y resolución de conflictos.
Cuando se descubre un acoso, se llama a las partes implicadas y a las familias, se exponen los hechos y se llegan a un compromiso oficial. En todo caso, hay sanción y apertura de expediente disciplinario. Además, las paredes del instituto están salpicadas de frases como «decir la verdad es tener valentía».