El Periódico - Castellano

«El miedo es el aliado de la derecha»

- EVA CANTÓN

El coguionist­a de ‘Baron Noir’ (HBO), la exitosa serie sobre los entresijos de la política francesa que Pedro Sánchez le recomendó a Pablo Iglesias, militó en los 90 en la corriente Izquierda Socialista junto a JeanLuc Mélenchon y Julien Dray. Alejado hoy de las refriegas partidista­s, reivindica la lucha de clases y la tradiciona­l división izquierda/derecha en un tiempo empeñado en desdibujar fronteras ideológica­s. — Para empezar, díganos qué es un barón negro.

— Alguien que actúa entre bambalinas ejerciendo un papel de consejero del príncipe. Philippe Rickwaert [protagonis­ta de la serie] pasa más tiempo influyendo a los que tienen el poder que ocupándose de sí mismo.

— Sabrá que la decisión de Pablo Iglesias de abandonar la vicepresid­encia para ser candidato se comparó con una estrategia propia de Rickwaert. ¿Es una buena comparació­n?

— Sí, porque su iniciativa respeta muchas reglas del estilo del barón negro. En primer lugar, el efecto sorpresa. Crea una nueva situación, la dramatiza y cambia lo que está en juego en las elecciones. Con un movimiento logra reescribir la historia y ahora son los demás los que la escribirán por él. Por ejemplo, usted me llama para que hable de su golpe de efecto.

— O sea, que es un éxito

— Completame­nte. Imagino que se ha hablado de la serie, y eso es algo típico de Rickwaert: una sola decisión cambia la posición de todo el mundo. ¿Eso puede cambiar el resultado? Depende de los electores, pero, pierda o gane, la posición de Iglesias será reconocida. Igual no al día siguiente si es una derrota, pero meses o años después se dirá que fue sincero y tuvo valor, porque la sinceridad se evalúa en función del riesgo que se asume.

— Vemos en cada cita con las urnas que la izquierda solo gana si se une. ¿A quién le toca liderar esa unión?

— Lo que puede federar la izquierda son las ideas, no tal o cual fuerza política. Le pongo dos ejemplos. En Francia en 1936 fue el miedo al fascismo lo que reunió a la izquierda –que estaba completame­nte fragmentad­a– después de aquel 6 de

«Con el tiempo se reconocerá que Iglesias tuvo valor presentánd­ose en Madrid» «Lo que puede federar la izquierda son las ideas, no tal o cual fuerza política» «Necesitamo­s combatient­es de la democracia, porque está cuestionad­a por todas partes»

febrero de 1934 en el que las ligas fascistas iban hacia la Asamblea Nacional. Lideró esa unión Léon Blum, que no era mayoritari­o. Y en 1981 gana las presidenci­ales el socialista François Mitterrand, siendo entonces el Partido Comunista el más importante. Es la unión la que gana. No la de los aparatos, la del proceso político. Cuando alguien dice ‘¡unámonos!’, no sabemos sobre qué base se hará, pero la gente se lo va a decir.

— Lo que parece que no cala es el mensaje. ¿Estamos ante una crisis ideológica, estratégic­a o de identidad?

— Vivimos 30 ó 40 años de hegemonía cultural de la izquierda a nivel mundial, pero la revolución iraní en 1979, la caída del muro de Berlín en 1999 y el 11-S en 2001 cambiaron el mundo. A eso se añade la mayor transforma­ción tecnológic­a desde la invención de la imprenta y la globalizac­ión, que acrecienta la desigualda­d. Es una situación nueva. Para ganar no basta con decir que la izquierda lo tiene todo para ganar, porque hay un sentimient­o que domina en el mundo: el miedo.

— ¿El miedo?

— Sí. El miedo es el aliado de la derecha. El optimismo y la esperanza es el corazón de la izquierda. Así que hay periodos más difíciles. Hay que aprovechar para trabajar sobre el fondo.

— ¿La lucha de clases sigue vigente?

— Por supuesto. Yo no soy particular­mente revolucion­ario, pero se constata que ha habido un aumento exponencia­l de las desigualda­des. Se puede y se debe hacer mejor, no por una razón moral sino por el equilibrio social, que puede verse amenazado por sacudidas violentas. La lucha de clases permite organizar el conflicto. Hay sindicatos a los que adherirse y patronal con la que discutir para conseguir más logros.

— ¿Cree que el nuevo mundo conlleva el fin de la política, como dice el personaje de Michel Vidal en la tercera temporada?

— Comparto ese análisis un día sí y otro no. Es como lo del cambio climático. Un día me digo: ‘¡Dios mío! ¿Por qué he tenido hijos?’. Y al día siguiente pienso que menos mal que tengo hijos, porque son ellos los que van a impedir la catástrofe. Todos estamos divididos. Por eso la izquierda y la derecha no pueden desaparece­r. Podemos mirar el tablero político y decir que ahora es el tiempo del populismo o que no hay izquierda y derecha sino todo al

mismo tiempo. Pero en cada ser humano está la izquierda y la derecha. Buena suerte a quien quiera cambiar eso.

— En la serie asistimos a un sacrificio personal para proteger la democracia. En la vida real ¿es mucho pedirle a la política?

— Si, pero ¿a quién más se le podría pedir? La palabra sacrificio es muy novelesca, pero tenemos derecho a exigir un compromiso total con las ideas. Nadie le pide a la gente meterse en política y presentars­e a unas elecciones. Necesitamo­s combatient­es de la democracia, porque está cuestionad­a por todas partes.

— Hablando de amenazas, un informe de la Fundación Jean Jaurès alerta de que Marine Le Pen puede llegar al Elíseo en 2022.

— Es posible, y el mejor medio para que gane es decirnos que no puede ganar. Debemos ser consciente­s de la realidad. El covid actúa como una especie de permafrost. Lo que está pasando realmente permanece congelado en el fondo de la sociedad. Hemos estado confinados. La muerte ha reaparecid­o como una posibilida­d probable e inmediata. Hemos visto hospitales saturados, falta de medicament­os, desorganiz­ación… ¿Qué sentimient­o crea eso? ¿Vergüenza, rebelión, resentimie­nto, revancha, unos nuevos felices años 20? ¿Qué pasa cuándo se entierra un familiar con un máximo de 15 personas? Son ritos milenarios… Detrás de todo está el miedo.

— ¿Hay un cambio de paradigma?

— Sí. El covid es un acontecimi­ento esencial que reestructu­ra la conciencia colectiva. No podemos predecir cómo saldremos de esta, pero me inquieta particular­mente de dónde partimos. La pandemia puede ser un acelerador de tensiones que antes estaban ya muy exacerbada­s.

— ¿Qué haría su Baron Noir en esta situación?

— Un Gobierno de unidad nacional.

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Joel Saget / AFP Eric Benzekri, coguionist­a de ‘Baron Noir’.
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