Perfil de Ugur Sahin, médico y cofundador de BioNTech nacido en Turquía.
La pandemia ha cambiado la vida del médico inmunólogo y cofundador de la empresa BioNTech, un hijo de la inmigración que se autodefine como un «científico con suerte». Sahin, nacido Turquía en 1965, se trasladó de pequeño a Alemania para reunirse con su p
Ugur Sahin y su esposa, Özlem Türeci, ya son una de las principales fortunas de Alemania. El médico, inmunólogo, matemático y presidente ejecutivo de BioNTech no tiene, sin embargo, la necesidad de proyectarse como un millonario en público. Sigue compareciendo en sus numerosas entrevistas y encuentros con la prensa con ropa sencilla, camisetas o chaquetas de cuero. El inventor de una de las primeras vacunas contra el coronavirus continúa siendo, en definitiva, lo que era antes de que esta pandemia lo catapultase a la fama: un científico.
«Muchos piensan que una vacuna es algo impersonal, pero recibimos numerosos mensajes de personas cuyas abuelas pueden volver a ver a sus nietos, de familias que pueden reencontrarse gracias a la vacuna; todas esas son historias personales maravillosas. Uno se siente bien al escucharlas», dijo el profesor Sahin recientemente en un encuentro con periodistas extranjeros en Alemania.
La historia de Sahin no abunda en Alemania: es la de un hijo de la migración turca que ha conseguido alcanzar la élite intelectual y económica del país. A la edad de cuatro años aterrizó con su madre a Alemania. Allí los esperaba el padre de familia, que ya trabajaba en una fábrica de Ford en Colonia. En la ciudad renana estudió Medicina, un sueño de la infancia.
«Simplemente tuve suerte en numerosas ocasiones: primero como escolar, cuando me recomendaron para seguir estudiando en el instituto, que es el camino para llegar a la universidad; después, me concentré siempre en hacer lo que me divertía, es decir, la ciencia y la tecnología. Y tuve la suerte de ser bueno en ello, con lo que no me tuve que esforzar tanto», asegura
Sahin, que recibió varias becas alemanas para seguir con la investigación. «Nunca tuve la sensación de tener que luchar contra un sistema, aunque cuando uno se concentra tanto en lo que hace tal vez tampoco perciba que a veces eres discriminado», reconoce.
Pasión por la ciencia
Sahin se desempeñó primero como médico en el Hospital Universitario de Colonia y, después, en la Clínica Universitaria de Homburg, en el Sarre. En esta última conoció a su esposa, la doctora Türeci, nacida en Alemania y también hija de la inmigración turca. Ambos comenzaron entonces un camino en la lucha contra el cáncer que los ha llevado, contra pronóstico, a la primera línea científica.
No solo los unió el amor, sino también la pasión por la ciencia. Una anécdota explicada por Türeci en diferentes entrevistas es prueba de ello: el día de su boda lo comenzaron en el laboratorio, el mismo lugar donde lo acabaron. Solo se tomaron un pequeño descanso para acudir al registro civil. «Me considero un privilegiado por poder dedicarme a la investigación y haber recibido para ello el apoyo del Estado y de los contribuyentes», dice Sahin.
Pero las subvenciones públicas son muy a menudo insuficientes para desarrollar programas de investigación científica. La biotecnología es uno de los campos donde a menudo faltan recursos. Para desarrollar la idea seminal que los ha llevado a la fama –una técnica en la lucha contra el cáncer basada en la modificación individual del
ARN mensajero que fortalece el sistema inmunitario–, Sahin y Türeci se vieron obligados a fundar en 2001 Ganymed, su primera empresa. Solo así consiguieron fondos adicionales.
En 2008 vio la luz su segunda y actual aventura empresarial, BioNTech, con la que han desarrollado la vacuna contra el coronavirus –también basada en la técnica del ARN mensajero– y con la que se han asociado con el gigante estadounidense Pfizer para producirla a gran escala. Sahin rechaza las críticas a la industria a farmacéutica y defiende las patentes: al fin y al cabo, asegura, las licencias se basan en décadas de experiencia en la producción industrial de fármacos.
Además de su vestimenta discreta, un detalle llama la atención en sus apariciones públicas: de su cuello siempre cuelga el símbolo de nazar, también conocido como ojo turco, un amuleto común en Turquía, tradicionalmente destinado a combatir el mal de ojo. Su profunda fe en la ciencia no parece estar discutida con su apuesta por que la suerte no lo abandone.■
«Siempre me he concentrado en lo que me divertía, es decir, la ciencia y la tecnología» BioNtech se alió el año pasado con Pfizer para fabricar a gran escala su exitosa fórmula