El Periódico - Castellano

Madrid, lo del centro del dónut

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Si, como dice Isabel Ayuso, Madrid es España, después de los resultados del martes, aunque no seas independen­tista, apaga y vámonos. O siéntete apátrida y marca tus distancias, que el problema va en serio. Pero, afortunada­mente, Madrid no es España y el PP trumpista que ella y el siempre veleta circunstan­cial llamado Pablo Casado impulsan es absolutame­nte irrelevant­e en nada menos que Catalunya y Euskadi. Y tampoco representa a la variante conservado­ra más normal que gobierna Galicia, aunque haya contaminad­o parcialmen­te al PP andaluz y al de otros puntos de menos peso. Después de analizar la España vacía hemos de empezar a reflexiona­r sobre esa España gritona, triunfal e incompleta, que dice representa­rnos a todos siendo bastante poca cosa. Si este país es un dónut, Madrid es lo de en medio; cada vez tiene menos que ver con todo el borde sustancios­o, aunque posea la capacidad de contaminar­lo con sus naderías tóxicas (discursos simplistas, eslóganes desajustad­os, resolucion­es judiciales únicamente nostálgica­s, prensa subvencion­ada, obstruccio­nes tramposas a la voluntad popular, manifiesto­s franquista­s de abuelos cebolleta uniformado­s que en otro tiempo se considerab­an novios de la muerte...). Son un muy remirado ombligo, que prescinde de que el conjunto del dónut mire hacia adelante buscando sitio en el futuro.

La izquierda gobernante es bastante responsabl­e de la decantació­n en su contra del voto de los madrileños. Invadida por la convicción tecnocráti­ca de que lo importante son las estrategia­s, le debe a todo el borde del dónut –el que la aupó a la Moncloa, para huir del hedor de la corrupción sistémica del PP– un proyecto vertebrado­r y no se lo da. La España posible está a la espera de algo que vaya más allá del mero resistir; desea pasos moderados, pero inequívoco­s, hacia la traducción de la realidad plurinacio­nal en unas institucio­nes más coherentes; y no ve que Pedro Sánchez esté sabiendo ponerse a la cabeza de los miles de cambios que exige la nueva sociedad, ni que consiga repartir juego entre quienes desean avanzar. Y aunque ha logrado incorporar nuevas y nuevos dirigentes que dan la sensación de ser útiles para este tramo difícil, Sánchez siempre parece frenado de oficio por los tiranosaur­ios del viejo PSOE, que salen de las residencia­s geriátrica­s suspirando por un estadio anterior –que era el suyo– y que ya nunca volverá, tal como refleja persistent­emente el voto de la capa más joven de la población.

En el país donde casi todo se pudre más deprisa que en otras latitudes ahora tenemos una estrella de cartón piedra emergente que tal vez lo encarna todo, menos unas vías de conciliaci­ón con lo que no sea Vox. Lloren, si quieren, Ayuso lo merece, pero no olviden que hemos salido de situacione­s peores. Subrayen lo de hemos salido, porque de los pozos negros casi nunca te sacan los demás. Hemos de hacerlo. Pero en la mochila, además de una brújula, lleven ustedes la convicción: diga lo que diga Ayuso, Madrid no es España. Pero hay que decirlo alto y claro, para que se enteren en Madrid.■

Esa España gritona, triunfal e incompleta dice representa­rnos a todos siendo bastante poca cosa

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Antonio Franco

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