El ‘alcalde’ senegalés de Barcelona
Makha Diop creó cuadros con arena en la Rambla durante más de 30 años, tiempo en el que el puesto del pintor recientemente fallecido fue un hogar para la comunidad africana. El artista urbano Conse le rinde tributo con un imponente mural en la medianera de la Casa de la Misericòrdia, una iniciativa de la entidad sociocultural Fils.
Para miles de barceloneses fue el hombre que pintaba con arena al final de la Rambla. Esa, junto a la tinta china, era su especialidad artística, que llevaba ejerciendo en el más icónico de los paseos de la ciudad desde 1988, año en el que se instaló en la capital catalana. Para no pocos, en cambio, Makha Diop (Thiès, Senegal, 1958-Barcelona, 2020) fue muchísimo más que eso. Para varias generaciones fue un referente de la comunidad africana en Barcelona. Referente en el sentido más amplio y cálido de la palabra. Acogía y acompañaba a los recién llegados y encarnaba, además, «la idea de que los negros podían ser cosas distintas a temporeros, manteros o chatarreros», señala Walaâ Hechach, secretaria de la asociación sociocultural Fils, impulsora del majestuoso mural en recuerdo y homenaje al pintor recientemente fallecido que embellece ahora la pared medianera de la Casa de la Misericòrdia, en la calle de Ramelleres.
La petición de realizar un tributo plástico a Makha Diop, casi un padre para muchos, surgió de su familia, tanto la de sangre como la otra. El verano pasado vieron a Conse –artista urbano local que, pese a su juventud, ha dejado su huella en las calles de medio mundo– pintando en la Nur Gallery, en Germanetes, muy cerca de donde regenta un comercio Rosa, la viuda de Diop. El proyecto de la Nur Gallery tiene mucho que ver con el fondo del actual mural en homenaje al artista de la Rambla e inaugurado el sábado pasado, 1 de mayo. El nombre, Nur, era el que recibía el centro provisional para menores no acompañados instalado en barracones en ese lugar para evitar que los chicos durmieran en la comisaría. Germanetes contactó con Fils para recordar de alguna manera el paso de aquellos jóvenes, y Rosa, al ver a Conse trabajar, pensó que su pareja también merecía ser recordada así.
Despedida y reivindicación
Conse no conocía de nada a Makha Diop, pero su historia lo atrapó y desde Fils tuvieron claro que, por supuesto, realizarían el tributo que les pedían. Por un lado, para que quien lo conocía y lo quería –una cosa significaba siempre la otra– pudiera despedirse de él tras un año tan difícil y, por otro, para reivindicar su figura ante el resto de la ciudadanía «y mostrar otra cara de los negros en Barcelona», resume la activista cultural.
Pese a que lo tuvieron tan claro desde el principio, llegar hasta su realización no fue sencillo. Había una premisa indiscutible: debía ser cerca de la Rambla, donde Makha Diop, licenciado en Bellas Artes por la Escuela Nacional de Artes de Dakar (1980), había pasado media vida vendiendo sus cuadros y ayudando a sus compatriotas desde su céntrica oficina.
Su primera propuesta fue la medianera de la Casa de la Misericòrdia, donde finalmente se realizó. Desde Fils hicieron todas las gestiones necesarias, hablaron con todos los departamentos del consistorio a los que este les dirigió: del distrito de Ciutat Vella a Urbanismo e Interculturalidad (estos últimos, entusiasmados con la idea, han sumado el homenaje a su programación del Espai Avinyó y han hablado con Memoria Democràtica para replicar la idea con otras comunidades). «El primer motivo que los técnicos nos dieron para negarnos los permisos en esta pared fue que aquí estaba planificada la instalación de un jardín vertical. Y el segundo, aunque suene increíble, fue que aún faltaban varios años para instalar ese jardín vertical, y que el mural no podía pasar allí tanto tiempo porque iba a molestar a los vecinos», recuerda, dolida, Hechach.
Finalmente, tras buscar alternativas que también resultaron inviables, como una mediera en Arc del Teatre, y a sabiendas de que el jardín vertical de Ramelleres tardaría años, miembros de Fils –asociación formada por personas muy jóvenes que entienden el arte urbano como una herramienta de transformación social– empezaron a pintar el mural en el lugar en el que tenían la intención de hacerlo en un primer momento. Un espacio que no cabe duda que el mural –que prácticamente no hay transeúnte que pase frente a él que no fotografíe– dignifica.
En la plaza del Guaje
Cuando entró la grúa en la calle y Conse desenfundó los espráis, los vecinos bajaron a preguntar. Los impulsores del mural les detallaron quién era Makha Diop, un artista a quien su comunidad llamaba el alcalde por su papel de interlocutor con la administración local. Y los vecinos les explicaron que tenían una reivindicación histórica para aquel rincón: bautizarlo como la plaza del Guaje. Al conocer la historia del Guaje –cuyo diminuto y abigarrado bar, Los Baskos, un singular museo revolucionario, estaba frente al actual mural–, los jóvenes quedaron también tocados y quisieron sumar su reivindicación y su figura a la intervención. Arriba a la izquierda, Conse escribió, con el tipo de letra usado en las placas oficiales, «plaza del Guaje».
El día de la inauguración, el 1 de mayo, era muy especial precisamente para el Guaje –«ponía La internacional tan fuerte que la escuchaba todo el vecindario»– y es el día también en el que sus amigos y clientes, si es que había alguna diferencia entre lo primero y lo segundo, lo recuerdan frente a la que fue su taberna.
Makha Diop y el Guaje, dos personalidades que han marcado la historia de la Barcelona popular desde los márgenes de la historia oficial, cuyos vecinos no están dispuestos ni a olvidar ni a renunciar a su huella en la calle.
Una selección de los cuadros de Makha Diop pueden verse hasta el próximo 17 de mayo en la biblioteca del Campus Raval, frente al que fue el bar Los Baskos.