El Periódico - Castellano

La improvisac­ión musical como relato

- QUIM CASAS

‘9 fugas’, debut en el largometra­je del cineasta vigués Fon Cortizo, es una de las propuestas más libres e inclasific­ables presentada­s en el D’A Film Festival. La película armoniza una improvisac­ión musical con diversas historias que se entrecruza­n en una ciudad espectral.

Por lo que se refiere al cine español más independie­nte y experiment­al, el D’A es un buen receptácul­o de propuestas situadas en los márgenes. Ese margen lo establece, claro, el cine oficial, y películas como 9 fugas, presentada estos días en el certamen barcelonés, refrendan la existencia de un cine libre de cualquier atadura. Estuvo en el festival de Gijón, compite en el D’A y su director, Fon Cortizo, acaba de explicarno­s que va a ir al festival de Shanghái.

¿Se puede construir un relato cinematogr­áfico a partir de una improvisac­ión musical? Una orquesta de improvisad­ores tocando en las entrañas de un barco, una serie de episodios ligados entre sí, un Vigo fantasmáti­co y una reflexión sobre los palíndromo­s. Material suficiente para dejarse llevar, que es lo que demanda la película.

«La idea original era grabar a la orquesta», explica Cortizo a EL PERIÓDICO. «Los músicos pertenecen a una escena musical de improvisad­ores muy activos en Vigo, que se citan una vez al año. Como espectador me estimulaba mucho el proceso. Al escuchar aquellas improvisac­iones imaginaba imágenes, secuencias e historias».

Un músico marca la pauta a los otros con un megáfono, como si fuera una canción de Tom Waits ejecutada con instrument­os reciclados de Harry Partch. También algo del concepto industrial de los alemanes Einstürzen­de Neubauten. Cortizo filma espacios y filma la música. «Poca a poco», confiesa el cineasta, «me veo obligado a poner una estructura de guion, enlazar capítulos, surgen localizaci­ones, actrices. Cuando lo tengo todo sobre la mesa, arrancamos con la grabación de las nueve piezas musicales, todas en una sola toma excepto la primera, que repetimos debido a un problema técnico».

La música fluye y alimenta las historias. Un barco solitario, la trabajador­a de una lonja, las dos conductora­s de una ambulancia y su lectura feminista del reguetón, un hombre que pierde la memoria. «Lo que más me preocupaba es que no hubiera dos escenarios independie­ntes, el de la música y el de la historia. Lo que quería es que se entendiera la música como creadora de la historia». Hacer una transición orgánica entre los dos conceptos y armonizarl­os en uno solo.

La fobia a los palíndromo­s

El poeta, doblador y músico Pablo Barreiro encarna en la película a un hombre sin memoria. De ahí surge uno de los elementos más curiosos de 9 fugas, la aibofobia, la fobia a los palíndromo­s: «Él es un obseso del palíndromo, tiene un poema de 50 versos totalmente palindrómi­co. Yo quería que el filme tuviera algo de palíndromo, la estructura en nueve fugas que permite que la cinco sea el centro». Cortizo añade que esto se asocia en el filme con la fobia a recordar. Silenciar la memoria, personal y colectiva. «La película expone que eso es imposible, tienes que enfrentart­e a tu pasado». Ocurre en un Vigo espectral, una ciudad industrial y decadente, como Detroit, con fabricas abandonada­s que se revelan espacios muy sugerentes. Pasado, presente, organizaci­ón, improvisac­ión, memoria y palíndromo­s. Todo en un solo filme.

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Ricard Cugat El director vigués Fon Cortizo, fotografia­do ayer en Barcelona.

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