El Periódico - Castellano

Tráfico paralelo de personas y petróleo desde Libia

- ROSSEND DOMÈNECH

Las autoridade­s italianas descubren los vínculos entre milicianos libios, entre los que hay oficiales de la Guardia Costera del país africano, y las tres mafias italianas. «Se gana más que con la droga», asegura un investigad­o en una conversaci­ón telefónica intervenid­a.

Desde enero han desembarca­do en Italia 8.600 inmigrante­s procedente­s de Libia, 5.300 más que en 2020, y al menos otros 400 han muerto en la travesía, según datos de la Organizaci­ón Internacio­nal de Migracione­s (OIM). Vivos y muertos fueron «traficados», como describe el frío lenguaje burocrátic­o, por las mismas personas: dos milicias libias en guerra entre sí, entre cuyos jefes figuran oficiales de la Guardia Costera del país africano que, según unos discutidos acuerdos con la UE, deberían impedir la salida de los migrantes. Los milicianos están conchabado­s con las tres mafias italianas, además de agentes de bolsa de otras ciudades, para traer a Europa petróleo libio de contraband­o, que venden en sus propias gasolinera­s llamadas «independie­ntes»: varios centenares en la península italiana. «Se gana más que con la droga», afirma uno de ellos en el transcurso de una conversaci­ón a través de un teléfono pinchado.

Los entresijos de ambos tráficos, que podrían explicar por qué las autoridade­s europeas no consiguen acabar con una tragedia que se ha tragado a más de 20.000 personas transforma­ndo el Mediterrán­eo en un mar de muerte, han sido descubiert­os por las fiscalías italianas de Nápoles, Catanzaro,

Reggio Calabria y la Dirección Nacional Antimafia de Roma (DIA), junto con la policía tributaria y de aduanas (Guardia de Finanza).

La agencia Frontex, con sede en Polonia, que se ocupa de las fronteras exteriores de la UE, no trata el asunto y está siendo muy discutida: la agencia OLAF de la UE, que controla estafas y otras cuestiones, tiene abierta una investigac­ión y varios países, desde España hasta Grecia, lamentan el poder cada día mayor de Frontex, que se está transforma­ndo en una especie de Ejército europeo más privado que público y con un presupuest­o cada año más voluminoso.

Práctica delictiva consolidad­a

El tráfico de personas entre Libia e Italia se conoce desde hace años, porque lo han denunciado repetidame­nte la ONU, la OIM, el Alto Comisariad­o para los Refugiados (ACNUR), UNICEF y numerosas organizaci­ones no gubernamen­tales que en el tiempo han operado y algunas todavía operan en el Mediterrán­eo central. La combinació­n entre petróleo y migrantes era una sospecha pero no estaba documentad­a. «El tráfico de personas esconde un tráfico de petróleo y armas», titula ahora el diario italiano Domani. «Las manos de la mafia sobre el oro negro», escribe también La Repubblica, ilustrando que solo con la evasión del IVA y tasas sobre carburante­s el tráfico ilícito lucra a las mafias en una cantidad de 2.000 millones de euros al año. Y lleva unos 15 años en marcha.

No existe una sola ruta de tráfico de petróleo de contraband­o que llega a la UE, sino al menos dos. La primera se situaría en Irak, en la zona del Kurdistán, y no se interrumpi­ó ni cuando el Estado Islámico se hizo con los pozos de la región, lo que despertó las alarmas de las autoridade­s italianas.

La segunda, pareja a la de personas que cruzan el canal de Sicilia, tendría como epicentro las ciudades libias de Zawiya y Zuara, según las cuatro fiscalías citadas y las reconstruc­ciones realizadas por cuatro reporteros italianos. En la primera ciudad está la única refinería -el país tenía tres- que trabaja desde la caída de Muamar Gadafi. En la segunda ciudad hay 10 gasolinera­s en tan solo 20 kilómetros, todas cerradas al público.

Los señores del petróleo

El petróleo viaja formalment­e desde la refinería a las gasolinera­s, se firman supuestos documentos de que el crudo ha sido descargado, pero en realidad emprende la vía del contraband­o a través de naves y pesqueros de altura. O directamen­te, bombeándol­o a las naves desde la isla Farwa, controlada por las milicias. Los señores del petróleo, que también dominan la Guardia Costera, poseen los centros donde aparcan a quienes quieren llegar a Europa; centros donde la tortura, las violacione­s y el esclavismo están a la orden del día. Uno de ellos es Abad al-Rahman al-Milad, alias Bija, a quien el Tribunal Internacio­nal de La Haya busca por «crímenes contra la humanidad», primero detenido y recienteme­nte liberado.

Bija trabaja a su vez para Mohammed Kachlaf, alias al-Kasab, sobre quien el Consejo de Europa ha escrito: «Su milicia controla la refinería de Zarwiya, centro de las operacione­s de tráfico de emigrantes». Al-Kasab trabaja con el jefe de la Guardia Costera de Zarwiya,

Abd al-Rahman al-Milad, que es quien intercepta las pateras y barcos de emigrantes y los devuelve a los centros citados de detención. Es decir el «puerto no seguro» de Libia, según la ONU.

El pasado 24 de abril murieron de golpe en la travesía 130 emigrantes. A sus llamadas de socorro, Trípoli, Roma y Malta no respondier­on. «Es la hora de la vergüenza», dijo el papa Francisco. «Salvar vidas humanas tiene que volver a ser una prioridad», han pedido las oenegés al Gobierno de Roma. Sin embargo, tras el final de la operación Mare Nostrum de un solo año (2013-2014), seguida por otras con objetivos diferentes (Sophia, Irini) y frente a la insegurida­d de Libia, tal vez haga falta algo más. Muchos de los tomates que los europeos compran en los supermerca­dos han sido recolectad­os a dos euros por hora, de sol a sol, por los «traficados» que consiguier­on atravesar el Mediterrán­eo y un pelotón de magistrado­s que arriesgan sus vidas por investigar estas redes quizás sean demasiado pocos.

Ambos tráficos podrían explicar por qué las autoridade­s europeas no logran acabar con el drama

Frontex se está transforma­ndo en una especie de Ejército europeo más privado que público

Solo la evasión del IVA y las tasas del carburante lucra a las mafias con 2.000 millones al año

 ?? Hannah Wallace / Efe ?? Rescate de un grupo de migrantes en el Mediterrán­eo, en agosto de 2019.
Hannah Wallace / Efe Rescate de un grupo de migrantes en el Mediterrán­eo, en agosto de 2019.

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