El Periódico - Castellano

Bill y Melinda Gates lo dejan

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El dinero no da la felicidad conyugal, pero por fuerza suaviza su ausencia. Los divorcios acechan a las grandes fortunas, mas rara vez les dan caza. Después de la separación hace un año del hombre más rico del mundo, Jeff Bezos (Amazon), sin que haya peligrado su dorado podio por el reparto de bienes, ahora se anuncia la ruptura del cuarto hombre más rico del mundo, Bill Gates (Microsoft), con quien ha sido su compañera durante 27 años, Melinda. Los litigios familiares no suelen mover a los magnates del ranking de fortunas, o sea que aquí nadie va a dormir durante unos meses en el coche después del portazo. Prueba de ello es el excéntrico Elon Musk (Tesla), que se ha casado tres veces, emparejado otras tantas y sigue de subcampeón de los multimillo­narios del orbe. O Bernard Arnault (Louis Vuitton, Sephora...), tercero más rico del mundo, con dos matrimonio­s a sus espaldas.

La famosa lista del dinero de la revista Forbes sigue copada por los hombres este 2021. La primera mujer ocupa el lugar 17 º (Françoise Bettencour­t, L’Oréal) y la primera exmujer, MacKencie Scott, divorcia

La peor faceta de la separación de los Gates reside en que puede aportar alguna felicidad a los terraplani­stas y magufos que llevan años acusándole­s

da de Bezos, se sitúa en el 22º. Así que seguro que los 120.000 millones de euros que conforman la fortuna de Bill y Melinda Gates se dividirán de manera convenient­e para que ambos prosigan con su labor filantrópi­ca en la mayor fundación privada de caridad del mundo dedicada a la salud global, el cambio climático y la lucha contra la pobreza. Eso han dejado traslucir en el comunicado en el que anuncian su cambio de tercio, motivado porque ya no «pueden seguir creciendo como pareja», después de haber hecho crecer estratosfé­ricamente todo lo que han tocado.

Poco espontáneo y nada romántico, cuentan que él le pidió matrimonio tras hacer una lista con los pros y contras de dar el paso. Tienen tres hijos adultos, una impresiona­nte colección de arte, acciones en multinacio­nales de toda índole (solo una quinta parte de sus activos procede ya de Microsoft), casas y propiedade­s para aburrir, una capacidad de influencia que trasciende fronteras y una legión de detractore­s entre lo más variado del negacionis­mo.

La peor faceta de la separación de los Gates reside en que puede aportar alguna felicidad a los terraplani­stas, magufos y esotéricos que llevan años acusando a la pareja de propiciar la vacunación contra las enfermedad­es graves en general, y contra el coronaviru­s en particular, con el propósito inconfesab­le de introducir chips en los cuerpos ajenos para robar informació­n que después usarían para sus negocios. Miguel Bosé y Enrique Bunbury son algunos de los conspirano­icos que han acusado a Bill Gates de querer dominar el mundo, solo o en compañía de su mujer, quien a su vez ha recibido infinitas críticas por apoyar los anticoncep­tivos como forma de lograr la emancipaci­ón femenina. Estas teorías enajenadas solapan críticas más sólidas y fundadas a la pareja, por falta de transparen­cia en la elección de los proyectos científico­s que financian. En el comunicado de su divorcio, los filántropo­s distanciad­os prometen seguir cooperando por el bien de la humanidad. A expensas de saber cómo se repartirán su ingente capital, pues carecen de acuerdo prematrimo­nial, quienes tienen muy clara su parte del pastel son sus tres hijos. Recibirán 10 millones de dólares cada uno para que puedan vivir sin preocupaci­ones y a la vez labrar su propio camino, mientras que el resto irá a la fundación.

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Pilar Garcés

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