Salir de casa con pañal
de enfermeras en la toma de decisiones. Escúchennos e implementen políticas consecuentes.
n ¿Tendremos que salir de casa con pañal? Un día cualquiera, sobre las ocho de la tarde. Estación de FGC de la plaza de Catalunya. Compruebo que el lavabo está cerrado. Le pregunto a un empleado si me lo puede abrir, pero debido al covid se niega rotundamente. Me espero en el andén, pero la necesidad se convierte en urgencia. Busco a otro trabajador y lo vuelvo a pedir, pero las normas son las normas. Le suplico: me estoy orinando encima. «Señora, con el covid están los lavabos cerrados, no se permite entrar a nadie. Son las normas, no la puedo ayudar». Claro, con la pandemia, cualquier norma, por absurda que sea, es válida. Nos están idiotizando. Llega mi tren y subo. Me caen gotas de sudor. Soy consciente de que la vejiga no me aguantará todo el trayecto hasta casa y salgo justo antes de que se cierren las puertas. Me dirijo con desesperación al primer rincón que hallo y antes de poder siquiera desabrocharme los pantalones, ya me bajaba la orina piernas abajo y dejaba un charco en el andén. No les contaré cómo me sentí ni la impotencia tan humillante que experimenté.
¿Qué hubiera pasado si cualquiera de estos listos que dictan las normas hubiera estado en mi lugar? Los establecimientos esenciales están abiertos. ¿Es más esencial un estanco o una floristería que un lavabo? ¿Se quieren ahorrar el sueldo de las trabajadoras de la limpieza? ¿Qué pasa con la gente mayor? ¿Qué pasa con cualquier mortal que necesite ir al baño? A quien corresponda, ¿pueden explicar por qué están los aseos cerrados? Una cosa tengo clara, el covid está transformando nuestra sociedad, la está haciendo más injusta, más inhumana, y contra eso no hay vacuna, solo sentido común.
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