Tierra de (nuevas) oportunidades
En el número 10 de la calle de la Capella se levanta la Escola Municipal de Segones Oportunitats, un espacio donde lo que importa es el futuro de los alumnos, no su pasado. En 2018, había en Barcelona 17.000 jóvenes de 16 a 29 años que no había seguido estudiando tras acabar la ESO (con o sin el título).
Es mediodía de un martes pandémico y la plaza del Taxi está llena de personas mayores, con la rigurosa distancia requerida entre ellas, haciendo ejercicio, aprovechando el gustoso sol de primavera que brilla sobre sus cabezas. A pocos metros, en la entrada del edificio ubicado en el número 10 de la pequeña calle de la Capella, una nota: «Aquí no se vacuna! Vacunación en el edificio rojo [ese rojo escrito en letras rojas], entrada calle de Antoni Maria Claret».
La escuela, cuyos alumnos no son precisamente el target del programa de vacaciones (al menos por ahora), llama la atención por su luminosidad. Nació para ser un espacio seguro y eso se respira entre sus paredes blancas, cuyas ventanas y puertas parecen siempre abiertas, no solo por el covid. Jhonny Mancilla, director del centro, resume, con una satisfacción que no puede ocultar ni la mascarilla, su éxito con un dato revelador: cuentan con un nivel de asistencia del 70%. El dato, sin contexto, puede dejar indiferente e incluso saber a poco. Para entenderlo, hay que saber que esta no es una escuela cualquiera.
«No me siento juzgada»
La conocida como EM2O, Escola Municipal de Segones Oportunitats, es una escuela que, por un lado, ha vivido la mitad de su historia en pandemia –lo que no facilita, precisamente, la asistencia– y, por el otro, y más importante, cuyo alumnado cuenta con una historia marcada precisamente por el absentismo. Pero si Mancilla tiene algo claro es que no hay que mirar el pasado de los alumnos, sino su futuro, y esa es quizá una de las claves que hacen que los estudiantes se sientan tan bien en este espacio, que «no es como los otros», como repite Angie Puget, alumna de 17 años que ha pasado por infinidad de centros, así que sabe de lo que habla, hasta encontrar su sitio en esta pequeña escuela en el barrio de Navas. «Esto es tope diferente. No siento que me juzguen todo el rato, como me pasaba antes. Aquí me gusta venir», subraya la joven, quien hoy por hoy combina un PFI de cocina en la PES Cruïlla con las pruebas de acceso al grado medio. «El otro día hicimos un brownie riquísimo, y he aprendido también a hacer allioli y crema de mascarpone, que está tope de rica», cuenta ilusionada Puget, quien está descubriendo que la cocina le gusta, aunque su sueño es ser educadora infantil, «cuidar de bebés». «Por eso hago las dos cosas, también el acceso al grado medio», prosigue esta alumna de la primera promoción de la EM20, quien llegó animada por sus padres, que nunca se conformaron con que su hija abandonara los estudios tan joven, sin ninguna titulación.
La EM2O nació con ese objetivo, evitar el abandono escolar prematuro. Así lo explica, con la misma pasión que Mansilla, Jordi Grau, técnico del IMEB que recibió, junto a su compañera Laia Herrera, el encargo de crearla (sí, es la primera). La idea surgió de otra Laia, la entonces concejala de Derechos Sociales y de Sant Andreu –distrito en el que se levanta–, Laia Ortiz. «El encargo era crear un espacio municipal en el que se ofrecieran oportunidades a jóvenes sin orientación, que venían de experiencias educativas negativas. Había centros así privados, de entidades y fundaciones, pero ninguno municipal», recuerda.
Mancilla destaca que lo más importante de esta escuela, además de su titularidad, es que se ofrece una atención individualizada. «Se acompaña a cada estudiante desde una mirada individual», destaca el director, quien subraya la importancia del equipo, de absolutamente todos los trabajadores del centro. El recepcionista, que toma la temperatura a los chavales cuando entran, es el primero que los conoce y sabe cómo entran y qué necesitan, más allá de la cifra que marca el termómetro digital.
Dato elocuente
Antes de crear la EM2O, en 2018, el consistorio encargó un estudio en el que se constató que, solo en la ciudad de Barcelona, había 17.000 jóvenes entre los 16 y los 29 años que habiendo acabado la ESO, con o sin el título, no habían seguido estudiando. Cifras que avalaban la necesidad de crear un espacio desde la administración local en el que ayudar a reconducir las vidas de esas personas que han abandonado el sistema educativo de forma prematura o bien haciéndolas volver o bien dándoles las herramientas mínimas para hacer una inserción laboral.
La escuela es 100% municipal, pero gestionada por una UTE de dos entidades, El Llindar y Salesians Sant Jordi, ambas con una larga trayectoria en ese terreno. De hecho, muchas de las prácticas que realizan los alumnos de la EM2O las hacen en escuelas vinculadas a estas entidades, como el curso de cocina de Angie en Cruïlla, gestionado por los Salesians Sant Jordi.
«No es como otros centros», dicen los alumnos. Tener un 70% de asistencia pese al covid revela cómo se sienten allí