El referente de Adela Simon Pera
mucho más sensibles a las cuestiones sociales, se hicieron planes de formación de lo que se llamaban practicantes pero el estallido de la Guerra Civil impidió seguir esa línea. Ahora bien, los dos bandos enfrentados en 1936 necesitaban unos servicios sanitarios robustos. Cada bando recurrió a sus acólitos. Así, mientras los rebeldes contaban con la colaboración de las corporaciones religiosas, el sector leal a la República tuvo el apoyo de organismos como Socorro Rojo Internacional o las Brigadas Internacionales, ya que al igual que muchos extranjeros se alistaron voluntarios para combatir el fascismo, otros se incorporaron al cuerpo sanitario para atender enfermos y heridos tanto de la primera línea de frente como de los bombardeos de la retaguardia. Además, algunas instituciones como el Gobierno de Catalunya quisieron crear centros formativos. En su caso fundó la Escuela de Enfermeras de la Generalitat, pero las urgencias bélicas la hacían poco operativa a corto plazo.
Ya durante el franquismo, en 1953, se creó la figura de los ayudantes técnicos sanitarios (ATS). Aquello fue el primer paso hacia la definitiva profesionalización que no llegaría hasta 1977, cuando se reconoció la enfermería como carrera universitaria. A partir de ese momento la figura de la enfermera ha evolucionado a una velocidad nunca vista en la historia. El nivel de profesionalidad y especialización es extraordinario, pero sin olvidar la parte humana de su tarea, tal y como han podido comprobar tantos miles de personas durante los últimos meses.
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