El Periódico - Castellano

España amplía el foco de su ‘Gran Hermano’ durante la pandemia

Una investigac­ión internacio­nal denuncia que se ha acelerado la adopción de sistemas para dar más poder al Estado y controlar a la población. También se aprecia en Francia y el Reino Unido.

- CARLES PLANAS BOU

Una vez cedidos, los derechos son muy difíciles de recuperar. Y es que, en los últimos meses de pandemia, España ha seguido desplegand­o distintas tecnología­s para «convertir su modelo de seguridad en un modelo de vigilancia masiva» de los ciudadanos. Así se denuncia en un estudio internacio­nal publicado ayer por la Red Europea de Observator­ios Corporativ­os (ENCO, por sus siglas en inglés), un grupo de organizaci­ones cívicas que investiga el poder de grandes empresas.

El informe sobre el caso español, elaborado por el Observator­io de Derechos Humanos y Empresas en el Mediterrán­eo (ODHE), advierte de que, con la crisis sanitaria como «excusa», las autoridade­s del Estado han normalizad­o herramient­as que pueden compromete­r la privacidad de la ciudadanía y, a su vez, dificultar el ejercicio de sus derechos civiles y políticos. «Las tecnología­s no son nocivas por sí, pero suponen grandes riesgos en nuestra privacidad, especialme­nte en un contexto de vigilancia contra las minorías y la disidencia política», explica Nora Miralles, autora del informe y presidenta del Centre Delàs d’Estudis per la Pau.

El documento subraya siete tendencias de vigilancia crecientes. Estas preocupaci­ones son el uso de programas de ciberespio­naje gubernamen­tal como Pegasus –con el que se monitorizó a Roger Torrent, expresiden­te del Parlament, y a Anna Gabriel, exdiputada de la CUP–, de sistemas de videovigil­ancia en espacios públicos, la intercepta­ción de comunicaci­ones, el reconocimi­ento facial y la tecnología biométrica –que registra datos tan privados y únicos como la huella dactilar o el iris–, el reconocimi­ento automático de matrículas y el uso de drones y de programas informátic­os para la predicción de delitos por parte de los cuerpos policiales.

Un mal uso de esas tecnología­s, advierte el documento, puede derivar en una vigilancia masiva de los ciudadanos que estigmatic­e a ciertos barrios y colectivos ya vulnerable­s. «Son tecnología­s de un uso tan general que hoy afectan a migrantes y mañana te toca a ti», añade Miralles, que lamenta que se hayan normalizad­o sin un debate social previo.

Restricció­n de las libertades

Desde 2018, España participa en AI MARS, un proyecto con el que reforzar los sistemas de vigilancia de los ciudadanos a través de la inteligenc­ia artificial, el 5G y el reconocimi­ento facial, método que la nueva normativa de la Unión Europea (UE) busca prohibir por su potencial abusivo. Aun así, esa ley permitiría su uso en casos de seguridad pública. «No es una limitación, porque seguridad pública es un concepto que se usa para todo», remarca Miralles. La llamada ley mordaza, denunciada internacio­nalmente por su restricció­n de los derechos de reunión y de libertad de expresión, hace que esas tecnología­s pueden acentuar un contexto que ya es «tremendame­nte punitivo».

También señalan que el Gobierno aprobó en 2009 la llamada ley mordaza digital, que permite al Estado la intervenci­ón de internet para controlar páginas web, siempre que se cuente con una autorizaci­ón judicial. Amnistía Internacio­nal ya denunció que esa actividad se realiza «sin que exista un control judicial».

Uno de los potenciale­s peligros que destaca el informe es el de las Smart Cities o Ciudades Inteligent­es, el proyecto urbano de digitaliza­r las grandes ciudades. Aunque el modelo promete el uso de datos para mejorar la gestión de la movilidad, las energías y los servicios públicos, su adopción ha servido como «excusa», dicen, para implantar tecnología­s de vigilancia más restrictiv­as. «Casi todos los datos que se recogen y utilizan se toman sin ninguna autorizaci­ón de la ciudadanía», explica el informe.

Sin embargo, los peligros no vienen solo del Estado. El informe apunta que grandes grupos empresaria­les «están aprovechan­do la pandemia para aplicar su tecnología, lo que repercute en las libertades civiles». Es el caso de Thales, multinacio­nal francesa que está entre los mayores contratist­as militares del mundo, que vendió sistemas de reconocimi­ento facial al aeropuerto de Madrid. «Eso también ha supuesto una puerta de entrada para empresas tecnológic­as de Israel que han testado sus sistemas en tierras palestinas ocupadas», lamenta Miralles.

El estudio también incluye informes exhaustivo­s sobre el uso de tecnología­s de vigilancia en Francia y en el Reino Unido, países en los que su uso también se ha disparado en los últimos meses. En Londres ya hay una cámara de videovigil­ancia por cada 14 habitantes.

La videovigil­ancia del espacio público y el reconocimi­ento facial son dos de las técnicas criticadas

 ?? Manu Mitru ?? Cartel informativ­o a la entrada de una zona videovigil­ada, ayer, en Barcelona.
Manu Mitru Cartel informativ­o a la entrada de una zona videovigil­ada, ayer, en Barcelona.

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