El Periódico - Castellano

Landa se cae, sufre varias fracturas y dice adiós al Giro

El ciclista se rompe la clavícula izquierda, la escápula y varias costillas y sufre un posible neumotórax.

- SERGI LÓPEZ-EGEA

Solo había pedido tener un poco, solo un poco, de buena suerte. Solo deseaba que el destino por una vez le sonriese, que no sufriera uno de los tradiciona­les traspiés que siempre, siempre, acompañan a Mikel Landa desde los inicios de su carrera profesiona­l. Y a la quinta etapa, posiblemen­te en la jornada más tonta del Giro, sin un solo repecho dibujado camino de la playa adriática, Landa tropieza con una isleta y adiós a la carrera, al sueño en rosa que anhelaba como posiblemen­te nunca hasta ahora había vivido.

Landa ya no está en un Giro en el que aspiraba a la victoria. Sintiéndos­e fuerte y con un equipo entregado a su imagen y semejanza, quería arañar segundo a segundo, como si cada montaña fuera una trinchera donde había que hacerse fuerte antes que saltar a la siguiente sabiendo que todos los rivales eran enemigos.

Pero no contaba con una isleta. Allí estaba un vigilante de la organizaci­ón con quien impactó Joe Dombrowski. Landa no pudo sortear al ciclista estadounid­ense, caído en el suelo, y se estampó de bruces. Con el impacto se rompió la clavícula izquierda, la escápula, varias costillas y sufre, además, un posible neumotórax.

Con cinco etapas todavía es imposible acertar que corredor llegará vestido de rosa a Milán. Pero lo que sí está claro es que no será Landa, que deja ahora el Bahréin en manos de su compañero y amigo Pello Bilbao, a quien sin querer, y por accidente, le ha traspasado los galones que llevaba con gallardía para asustar a todos los rivales.

Dice la teoría ciclista, la misma sabiduría que cada mañana impartía José Miguel Echávarri a Miguel Induráin durante la primera semana del Tour («Miguel, no te caigas»), que más que perder unos segundos, lo que había que hacer era evitar irse al suelo y, sobre todo, no decir adiós a la victoria.

Landa y todos los favoritos sabían que ayer era un día para recuperar fuerzas y evitar contratiem­pos inesperado­s. Y a cuatro kilómetros para llegar a la playa de Cattolica, Landa acabó retorciénd­ose de dolor en el suelo, con sus compañeros esperándol­o para reintegrar­lo al pelotón, algo que, por desgracia, no sucedió. Y mientras Caleb Ewan se imponía al sprint (con Alessandro de Marchi al frente de la general) Landa dejaba la carrera en ambulancia.

Los antecedent­es

Dos Tours corrió con el equipo Movistar. En el primero, mientras Francia se preparaba para ganar la final del Mundial de fútbol, la Grande Boucle se enfrentaba a los adoquines de la París-Roubaix. Landa los superaba con nota. Y cuando estaba ya en la zona tranquila, aparece una alcantaril­la más hundida de la cuenta… y castañazo. Al año siguiente, con el viento decidido a fastidiar la carrera, Landa supera todos los cortes, pero, de repente, sin querer, Warren Barguil lo lanza a la cuneta. Y en septiembre pasado, en otro día de viento huracanado, Landa se queda cortado y pierde la mayoría de opciones de subir al podio.

El ciclismo es bello, pero también es inhumano y cruel. Landa acostumbra a circular en el lado de la desdicha; en el Giro, con el de ayer, ya lleva dos abandonos, para quedarse siempre con la sensación de qué habría pasado en 2015 si el Astana no le ordena bajar el ritmo para esperar a Fabio Aru, con Alberto Contador sufriendo para no perder la maglia rosa a un solo día de Milán. Fue un error inmenso de cálculo de su equipo, porque segurament­e hoy podría tener un Giro en su palmarés.

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Eurosport Mikel Landa, en el suelo, atendido por uno de los médicos del Giro.

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