Laporta sale a jugar
Laporta convoca a Koeman a una reunión urgente después del 3-3 ante el Levante para analizar la plantilla y la continuidad del técnico. Llega el momento de la toma de decisiones en el Barça.
Callado desde la noche de la victoria electoral, salvo para musitar cuatro frases amables a los micrófonos en algún canutazo, según la jerga, a Joan Laporta le toca a hablar. Si no con palabras, sí con acciones, pero saltando al césped de una vez. Se ha guardado mucho el presidente azulgrana de ratificar a Ronald Koeman en el cargo, como se le ha demandado en los últimos dos meses.
El silencio de Laporta se justificaba con que el contrato del entrenador holandés sigue vigente la próxima temporada –hasta el mismo Koeman excusó la pasividad del dirigente con este argumento–, pero también tuvo una finalidad táctica: no quería ser cautivo ni esclavo de un aval expresado en público que le impidiera despedirle al cabo de unas semanas si se producía un desenlace de temporada como el que se está viendo.
Llegado el momento, Laporta solo ha tardado 12 horas en actuar. Ha programado una reunión con Koeman antes de que la plantilla vuelva a entrenarse el viernes para conocer del entrenador su versión de la situación del equipo.
La quinta auditoría
Quiere conocer la opinión del máximo responsable del vestuario y la radiografía que hace de los jugadores, de su nivel, su rendimiento y su actitud. Ambos coinciden en que es obligada y necesaria la regeneración de la plantilla, con defectos estructurales graves que exigen respuestas acertadas en un momento de máxima presión. Se trata de la quinta auditoría del Barça, muy distinta a las otras, tan importante o más que aquellas por la incidencia que tiene en el funcionamiento del club.
De Laporta se espera el gesto: el refuerzo indestructible para la próxima campaña o el despido para empezar un nuevo proyecto. Su proyecto, con un entrenador elegido por él, que sea capaz de reimpulsar esta plantilla, que no la puede cambiar por falta de dinero. Koeman no puede extraer más mineral de la mina. No con estos futbolistas, que le han fallado, se han fallado a sí mismos y han fallado a una hinchada que virtualmente, desde casa, creyó en ellos.
En condiciones normales, la decisión sobre el entrenador no debería proceder del presidente,
sino del secretario técnico o director deportivo o cualquiera que sea el nombre del máximo responsable. La figura que encarna Mateu Alemany, se supone, acompañante de los directivos e incorporado al club, pero que no ha sido presentado. Como tampoco, dicho sea de paso, Matheus Fernandes, el dorsal 19 de la plantilla, que acude a diario a Sant Joan Despí. Los resultados han debilitado la figura de Koeman, que ahora sí ha de ser ratificado o no
La situación del club, la dimensión histórica de Koeman, la interinidad de Alemany, la nula autonomía de Rafa Yuste, vicepresidente deportivo, y la provisionalidad del proyecto mientras no se anuncie cuál es, son factores que derivan a Laporta la decisión sobre el entrenador. Es quien más legitimado está para tomarla, investido por su gran victoria electoral.
Motivos para continuar
Laporta deseaba continuar con Koeman en base a su pasado barcelonista, a su carisma, a su sacrificada labor y, también, por creer que su relevo debía foguearse un año más antes de coger el Barça por los cuernos. Xavi Hernández es, igual que lo era para Víctor Font, el técnico del futuro de Laporta, el Guardiola 2.0 para entendernos: un entrenador fiel al modelo, devoto del estilo del Barça. Xavi aún no ha renovado por el Al Sadd. Lo está de palabra, pero el acto de la firma se ha ido aplazando sin motivo aparente desde la perspectiva catarí. Tal vez se retrasara a la espera de ver cómo terminaba el Barça la temporada.
Josep Maria Bartomeu huyó sin llevarse ni una pitada ni una pañolada por el declive del equipo que parió; perdón, se llevó una: antes del Barça-Eibar (febrero de 2020) tras el estallido del Barçagate/Bartogate por el escándalo de las redes sociales. Ninguna más hasta su dimisión antes de la moción de censura. Tampoco se las llevaron los jugadores, prácticamente los mismos que perpetraron el empate ante el Levante.
Nadie de ellos ha conocido el grado de disgusto, enfado, decepción o sentimiento que sea por la trayectoria del equipo, encerrados todos en la burbuja de un estadio vacío. Pero el público volverá en septiembre al Camp Nou. Laporta, inicialmente, estará a salvo pero a poco que el círculo virtuoso no empiece a rodar, la rechifla subirá del césped al palco, y esa será otra pesada herencia con la que cargar en los siguientes cinco años y que Laporta también desea aligerar, como la de la deuda económica.