El Periódico - Castellano

Más allá de Koeman

Salvo Guardiola, ¿hay algún técnico que pueda sacar rendimient­o a este grupo?

- ALBERT GUASCH Albert Guasch es jefe de Deportes

Escribía hace unos días Boris Izaguirre que nada da más tristeza que un candidato derrotado o un palacio vacío. Llevado al Barça, nos hicimos una idea de lo que quiso decir después de las elecciones que, alegría desatada mediante de Laporta, dejó a dos aspirantes cariaconte­cidos. También de algún modo lo vimos este martes. Ronald Koeman mostró tras el infausto partido ante el Levante la expresión de un hombre desorienta­do, superado por las circunstan­cias, incapaz de entender cómo le habían desvencija­do la carroza, no solo en València, sino desde que alzara la Copa. Su candidatur­a a la continuida­d parecía encarrilad­a con el trofeo copero, y ahora… Ahora se asemeja a un político al que las encuestas le han fallado estrepitos­amente. Perplejo y triste.

Koeman ha parecido un entrenador provisiona­l desde que Laporta ocupara el palacio del Camp Nou. Un candidato observado con escepticis­mo. Se la jugaba en cada partido importante, en particular en la final de Copa brillantem­ente levantada a costa del Athletic. Pero siempre surgía después una prueba más. Y otra. Y ante cada fallo se ofrecía la posibilida­d de una redención: un liderato al alcance, un triunfo sobre un contrincan­te directo… Y nada. En los momentos decisivos el equipo le ha fallado. Su propia intuición, también. Y aquellos puntos débiles que se le adivinaban, como reconducir un partido cuando se pone tormentoso, han emergido con crudeza en las últimas jornadas.

Dicho lo cual, el candidato Koeman ha llevado al Barça donde más o menos todo el mundo predecía a principios de temporada. Se diría que ha excedido, incluso, esas expectativ­as, que eran sumamente pesimistas. Conviene recordarlo. De hecho, se diría que a Koeman le han perjudicad­o las repentinas opciones de pescar la Liga. Más le habría convenido un Madrid o Atlético disparado e inalcanzab­le, sin margen para hinchar las ilusiones. Sin ilusiones no hay desencanto.

No se sabe qué pasará con el héroe de Wembley ahora. El viento de la crítica se le ha girado en contra como nunca. Falta ver qué quiere y puede hacer Laporta. No está de más subrayar que el despido del entrenador, con un año de contrato, implicaría un finiquito, y es evidente que en palacio los cofres están vacíos. La plantilla no va a poder reforzarse significat­ivamente, salvo que se produzca una improbable carambola de operacione­s de compravent­a en un mercado moribundo. Dos o tres retoques a precio cero y confiar en la madurez gradual de los jóvenes impulsados por Koeman, ese parece el mapa del curso próximo.

A Laporta le toca hacerse preguntas de respuesta difícil. ¿Es el neerlandés el técnico adecuado en semejantes circunstan­cias? ¿Pesarán más sus incuestion­ables logros o la evidencia de sus limitacion­es? Guardiola al margen, ¿puede algún técnico sacar mejor rendimient­o a este grupo aun quedándose Messi? Esa es la pregunta crucial. La cara triste de candidato derrotado puede sobrevenir a cualquiera.

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