Orange anuncia un ere con 485 despidos
El ajuste afecta al 15% de la plantilla de la empresa de telecomunicaciones
La palabra lo dice todo: impuestos. No son ni voluntarios ni atractivos ni un invento actual. Desde los sumerios hace 6.000 años o el antiguo Egipto, donde se gravaba y controlaba todo, que se conocen. Hoy no llegamos a que los inspectores indaguen en nuestras cocinas para ver si empleamos aceite gravado como sucedía en la era faraónica, pero siguen siendo un elemento de disputa.
En España, con la pugna entre partidos como deporte nacional, se critican o ensalzan sin razonamientos ni pedagogía. Al Gobierno, consciente de que deberá recaudar más y reparar las desigualdades agravadas por la crisis pandémica, le cuesta reconocerlo en público. Y eso pese a la corriente predominante, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) defendiendo gravar más las rentas altas o la OCDE, que agrupa a los países más desarrollados, animando a reforzar el impuesto de sucesiones como elemento de equidad, la tendencia a reforzar la tributación verde o la apuesta bastante general de una imposición mínima global para las multinacionales.
Pero el problema es el discurso tan rentable de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, la punta de lanza de las rebajas de impuestos. En el trasfondo, la tesis más neoliberal: bajar impuestos aumenta los ingresos al generarse más actividad. Ya lo dijo Ronald Reagan en EEUU en los años 80, con ventajas que suelen favorecer a los más ricos. El problema vino después, con déficits gigantescos y recortes de gastos que siempre afectan a los más necesitados.
Las sociedades requieren servicios públicos e impuestos para financiarlos. La cuestión es cuánto de cada cosa, que es lo que no nos cuentan. Van a lo fácil. Los discursos que alegran los oídos atraen, aunque pueden ser un desastre a la larga, al menos para las capas más humildes. Hasta la OCDE ha cuestionado los mensaje de Ayuso. Los impuestos son una imposición, pero necesaria; la demagogia, que es «la práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular», según la RAE, es voluntaria e innecesaria, como ese populismo que critican muchos de los que lo practican.
nOrange comunicó ayer a sus trabajadores la intención de despedir a 485 personas, cerca del 15% de su plantilla en España de 3.200 trabajadores. La empresa de telecomunicaciones trasladó a los sindicatos su intención de efectuar un ere, que se sumaría a la larga lista de reestructuraciones acometidas o anunciadas por grandes empresas españolas en el último año y que amenazan con llevarse por delante 28.500 empleos. El planteamiento de la empresa es que el expediente puede afectar a todos los departamentos y a todos los
territorios, indicaron desde UGT.
«Para garantizar la competitividad de la compañía resulta imprescindible adaptar la operación a estos cambios estructurales», manifestó la empresa en un comunicado. Orange España presentó sus resultados del primer trimestre del año a finales de abril con una reducción de sus ingresos del 7,4% (1.188 millones de euros). También sufrió una disminución en su cartera de clientes de telefonía móvil, con una caída del 1,2% respecto al año pasado; hasta 15,9 millones.
«Entendemos que esos números son coyunturales por la situación económica actual, pero no creemos que la carga de trabajo haya disminuido como para justificar la medida», contaron fuentes sindicales.
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