El Periódico - Castellano

La otra vida de los músicos

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Me cae en las manos Amor crónico, las memorias del músico Chris Frantz, publicadas hace poco por Libros del Kultrum. Viendo la foto de la cubierta –un chico y una chica jóvenes, estética pop años 80, discreta– me cuesta situar ese nombre. Entonces recuerdo la entrevista que le hizo en este diario Rafa Tapounet y los identifico a ambos, el autor del libro y su compañera, como los otros miembros de Talking Heads. Los que no son David Byrne. Me da miedo que el batería se dedique a ajustar cuentas con el líder que los desdeñaba –un caso típico en muchos músicos resentidos–, pero empiezo a leer y no: pronto me doy cuenta de que es mucho más. Aparte de escribir evitando tópicos, Chris Frantz hace una declaració­n de amor a su música, a la época en que relucieron como grupo único, y a su mujer Tina Weymouth, la bajista del grupo, con quien luego creó el experiment­o Tom Tom Club. La lectura acaba siendo como una buena canción de los Talking Heads: aunque haya momentos de amargura y rabia, y algún despropósi­to surrealist­a, todo se explica con lucidez, sentido del humor y una sensación de proximidad auténtica.

Mientras leía Amor crónico, a veces me detenía para escuchar a los Talking Heads, y eso me hizo pensar en David Byrne. Más allá de las rencillas de grupo, Byrne ha demostrado que tiene siete vidas como artista y no ha parado de crear. Como él, los músicos que tienen esta capacidad de prolongar el talento en el tiempo –Bowie, Costello– suelen recibir mucha más atención, pero a veces también es interesant­e fijarse en lo que hacen quienes dejaron de tocar profesiona­lmente, como Chris Frantz y tantos otros. Pienso, por ejemplo, en otro icono de los años 80 en Nueva York: John Lurie. Actor fetiche de Jim Jarmusch, músico de jazz experiment­al con los Lounge Lizards, hace años que se dedica a la pintura. Ahora, además, protagoniz­a una docuserie en HBO, Painting with John, donde le vemos pintar al tiempo que cuenta anécdotas de su pasado, que le permiten filosofar sobre la vida. Todo es muy reposado y fácil, casi lento, exactament­e como su forma de actuar y de tocar música. Se llama personalid­ad.

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Jordi Puntí

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