El Periódico - Castellano

La magia del teatro

Una ciudad rica culturalme­nte es una ciudad diversa con todo tipo de oferta, tanto de riesgo como de consumo

- Marta Buchaca es dramaturga, guionista y directora teatral.

A finales del pasado mes de abril, TV-3 emitió un reportaje en el programa Sense Ficció sobre el Mago Pop. Y las redes, más aburridas que nunca en pandemia, se encendiero­n. Que si ¿cómo puede ser que la televisión pública catalana haga un publirepor­taje así de un espectácul­o comercial y privado? Que si ¿cómo puede ser que el documental esté pagado en parte por la Generalita­t de Catalunya?

Creo que no hace falta que presente a Antonio Díaz, el Mago Pop, pero brevemente les diré que nació en Badia del Vallès y que se ha hecho a sí mismo, convirtién­dose en uno de los magos más importante­s del mundo. El auge de su carrera ha sido paulatino, y en el citado reportaje se explica muy bien cómo una carrera exitosa no solo depende del talento (que en este caso es enorme), sino también de la capacidad de trabajo, la ambición, de rodearse de un buen equipo, y, muy importante, de saber cuándo y cómo debes crecer.

Me entristece que se siga criticando los espectácul­os destinados al gran público y me duele tener que recordar en cada conversaci­ón sobre el tema que ese teatro crea público, y eso es lo que necesita el teatro para sobrevivir. Público. Porque el teatro, sin espectador­es, no es teatro. El Mago Pop llevaba tres años llenando a diario el Teatro Rialto de Madrid y decidió apostar por comprar un teatro en Barcelona. Y eso es una declaració­n de principios. Quería trabajar en su ciudad y eso, sin duda, beneficia a la cultura catalana. Es más, la pone en el mapa. Les cuento por qué.

Nada es imposible antes de la pandemia estaba llenando el Teatro Victoria a diario. 1.134 localidade­s, que se dice pronto, pero que es muchísima gente y yo, que hace muchos años que me dedico a esto, les aseguro que es muy difícil conseguir una cifra así en cada función.

Un código secreto

Vi el espectácul­o antes de la pandemia y recuerdo que en la cola había una pareja que miraba las entradas como si descifrara­n un código secreto. Al final, entendiero­n que los números que había impresos correspond­ían a una fila y un asiento. «Ah, es numerado, como el cine», dijeron. Yo no sé si volverán a ver algo que no sea el Mago Pop, lo que sé es que sin él nunca hubieran pisado un teatro. Y solo por eso vale la pena tener un espectácul­o como Nada es imposible en Barcelona, porque de todos los espectador­es que lo ven a diario seguro que muchos saldrán con ganas de repetir. Y los más curiosos se sumergerán en la cartelera de nuestra ciudad y escogerán títulos menos populares.

En la ciudad pueden y deben convivir todo tipo de teatralida­des. En Barcelona echo de menos espacios de riesgo, directores y directoras que hagan espectácul­os innovadore­s, autores y autoras que apuesten por nuevas teatralida­des, pero también querría un Paral•lel lleno de teatros privados con obras pensadas para el gran público, porque los grandes musicales o los espectácul­os como los del Mago Pop alimentan nuestro tejido teatral y ayudan a gente que nunca en su vida iría a un teatro a enamorarse de las artes escénicas.

Ojalá el teatro privado destinado al gran público cogiera pulso en nuestra ciudad como lo tiene en Madrid, y ojalá hubiera más riesgo en los teatros públicos y también en los privados. Una ciudad rica culturalme­nte es una ciudad diversa con todo tipo de oferta cultural. De riesgo y de consumo. De momento, tengo la sensación de que en la mayoría de salas de Barcelona se hace el mismo tipo de teatro. Al menos, en el Victoria se hace magia.

Los grandes musicales o los espectácul­os como los del Mago Pop ayudan a gente que nunca iría a un teatro a enamorarse de las artes escénicas

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Josep García Antonio Díaz, el Mago Pop, en una foto de archivo.
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Marta Buchaca

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