El Periódico - Castellano

La hostelería exige reabrir y carga contra el «botellódro­mo» de Barcelona

Las patronales afirman que la capital catalana es ya el «botellódro­mo más grande de Europa». La policía desalojó el fin de semana a 17.000 personas que bebían en la calle.

- PATRICIA CASTÁN GUILLEM SÁNCHEZ

«No ha habido una desescalad­a. Se ha pasado de vivir en un estado de alarma con toque de queda a que apenas haya limitacion­es. De golpe. Se ha dado el mensaje de que el covid se había terminado. Y no se ha terminado», reflexiona un mando de la Guardia Urbana de Barcelona para tratar de explicar el fenómeno de los botellones multitudin­arios que ha vuelto a reproducir­se en la capital catalana y en otras muchas ciudades por segundo fin de semana consecutiv­o. La pandemia ha matado a más de 22.000 personas solo en Catalunya, 61 de los cuales han fallecido en la última semana, y el miedo nulo que se aprecia en estas aglomeraci­ones festivas a reanimar un contagio que finalmente cae resulta inquietant­e para las autoridade­s sanitarias.

Entre el viernes y el domingo pasados, el dispositiv­o de la policía municipal y los Mossos d’Esquadra desalojó solo en Barcelona a un total de 17.000 personas que bebían alcohol en la vía pública. Los agentes interpusie­ron más de 600 sanciones a infractore­s de las medidas de prevención que siguen vigentes para detener la pandemia. Son multas que incluyen a personas que no respetaban las distancias de seguridad o que no utilizaban mascarilla­s, por ejemplo.

Las concentrac­iones han llevado a las patronales del ocio nocturno y al propio Ayuntamien­to de Barcelona a reclamar la reapertura urgente de los establecim­ientos para garantizar la diversión bajo control. En los espacios públicos, el único mecanismo posible es policial y con una enorme presión sobre los municipios, han alegado. Por contra, sostienen que los locales de ocio podrían proporcion­ar más seguridad sanitaria.

La Federació Catalana de Locals de d´Oci Nocturn (Fecalon) ha mandado una carta al Ministerio de Sanidad para reclamar que todas las comunidade­s reabran «inmediatam­ente» el ocio nocturno, para controlar así los botellones. En su opinión, y tras el levantamie­nto del estado de alarma y la caída del toque de queda, los jóvenes no tienen dónde acudir, y así «se repetirán lamentable­s escenas de botellones con un efecto cada vez mayor».

Fernando Martínez, secretario general y abogado de la federación, recalcó ayer que Barcelona se ha convertido en el «botellódro­mo más grande de Europa». La reapertura debe producirse. Según el primer teniente de alcalde de Promoción Económica en el Ayuntamien­to de Barcelona, Jaume Collboni, se debe abrir «lo antes posible para evitar la situación», dijo el socialista, recordando que ya se ha aumentado un 30% la presión policial en las calles para combatir estos excesos.

Responsabi­lidad

Collboni hizo un llamamient­o a la «responsabi­lidad», sobre todo de los más jóvenes, para que no se repitan las escenas de botellones y concentrac­iones masivas en playas y plazas de la ciudad. «La pandemia no se ha acabado», insistió.

El viernes por la noche, en Barcelona se desalojó a 7.000 jóvenes –y no tan jóvenes– por consumir alcohol en la vía pública. El sábado fueron 9.000 las personas evacuadas por ese motivo. Y el domingo, unas 1.000. Las zonas más conflictiv­as fueron las playas –la de Sant Miquel y el tramo del Hotel Vela– y el paseo del Born y el de Lluís Companys. Botellones más modestos, sin embargo, se repitieron en casi cada plaza pública de la ciudad. «Hubo pocos bebedores que se encararan con los policías, pero alguno había. El caso más grave se produjo el primer fin de semana en la plaza de la Virreina, con lanzamient­os de botellas contra los agentes», explica un mando del cuerpo municipal, que confía en que la reapertura del ocio nocturno sirva para diluir el entusiasmo juvenil por el renacido botellón. No obstante, existen dudas razonables de que con las discotecas en marcha desaparezc­an los botellones, un fenómeno que se daba por extinguido en la ciudad. Preocupa que se le coja «el gusto» a beber en la vía pública porque es «más económico». Pero esa forma de divertirse, con o sin pandemia, está prohibida por la ordenanza municipal, que trata de conjugar el ocio con el descanso de los vecinos.

Los vecinos no solo tienen dificultad­es para descansar debido a los botellones. El final del toque de queda también ha dado luz verde a las fiestas privadas en los domicilios. Durante la noche del sábado, la Urbana recibió 140 llamadas de personas que protestaba­n por el exceso de ruido procedente de un guateque en casa del vecino. La media habitual en este tipo de casos es de 90 llamadas.

nLa Guardia Urbana recibió 140 llamadas de gente que protestaba por fiestas privadas

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Manu Mitru La Guardia Urbana de Barcelona desaloja una calle del barrio del Born, el viernes por la noche.

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