La hostelería exige reabrir y carga contra el «botellódromo» de Barcelona
Las patronales afirman que la capital catalana es ya el «botellódromo más grande de Europa». La policía desalojó el fin de semana a 17.000 personas que bebían en la calle.
«No ha habido una desescalada. Se ha pasado de vivir en un estado de alarma con toque de queda a que apenas haya limitaciones. De golpe. Se ha dado el mensaje de que el covid se había terminado. Y no se ha terminado», reflexiona un mando de la Guardia Urbana de Barcelona para tratar de explicar el fenómeno de los botellones multitudinarios que ha vuelto a reproducirse en la capital catalana y en otras muchas ciudades por segundo fin de semana consecutivo. La pandemia ha matado a más de 22.000 personas solo en Catalunya, 61 de los cuales han fallecido en la última semana, y el miedo nulo que se aprecia en estas aglomeraciones festivas a reanimar un contagio que finalmente cae resulta inquietante para las autoridades sanitarias.
Entre el viernes y el domingo pasados, el dispositivo de la policía municipal y los Mossos d’Esquadra desalojó solo en Barcelona a un total de 17.000 personas que bebían alcohol en la vía pública. Los agentes interpusieron más de 600 sanciones a infractores de las medidas de prevención que siguen vigentes para detener la pandemia. Son multas que incluyen a personas que no respetaban las distancias de seguridad o que no utilizaban mascarillas, por ejemplo.
Las concentraciones han llevado a las patronales del ocio nocturno y al propio Ayuntamiento de Barcelona a reclamar la reapertura urgente de los establecimientos para garantizar la diversión bajo control. En los espacios públicos, el único mecanismo posible es policial y con una enorme presión sobre los municipios, han alegado. Por contra, sostienen que los locales de ocio podrían proporcionar más seguridad sanitaria.
La Federació Catalana de Locals de d´Oci Nocturn (Fecalon) ha mandado una carta al Ministerio de Sanidad para reclamar que todas las comunidades reabran «inmediatamente» el ocio nocturno, para controlar así los botellones. En su opinión, y tras el levantamiento del estado de alarma y la caída del toque de queda, los jóvenes no tienen dónde acudir, y así «se repetirán lamentables escenas de botellones con un efecto cada vez mayor».
Fernando Martínez, secretario general y abogado de la federación, recalcó ayer que Barcelona se ha convertido en el «botellódromo más grande de Europa». La reapertura debe producirse. Según el primer teniente de alcalde de Promoción Económica en el Ayuntamiento de Barcelona, Jaume Collboni, se debe abrir «lo antes posible para evitar la situación», dijo el socialista, recordando que ya se ha aumentado un 30% la presión policial en las calles para combatir estos excesos.
Responsabilidad
Collboni hizo un llamamiento a la «responsabilidad», sobre todo de los más jóvenes, para que no se repitan las escenas de botellones y concentraciones masivas en playas y plazas de la ciudad. «La pandemia no se ha acabado», insistió.
El viernes por la noche, en Barcelona se desalojó a 7.000 jóvenes –y no tan jóvenes– por consumir alcohol en la vía pública. El sábado fueron 9.000 las personas evacuadas por ese motivo. Y el domingo, unas 1.000. Las zonas más conflictivas fueron las playas –la de Sant Miquel y el tramo del Hotel Vela– y el paseo del Born y el de Lluís Companys. Botellones más modestos, sin embargo, se repitieron en casi cada plaza pública de la ciudad. «Hubo pocos bebedores que se encararan con los policías, pero alguno había. El caso más grave se produjo el primer fin de semana en la plaza de la Virreina, con lanzamientos de botellas contra los agentes», explica un mando del cuerpo municipal, que confía en que la reapertura del ocio nocturno sirva para diluir el entusiasmo juvenil por el renacido botellón. No obstante, existen dudas razonables de que con las discotecas en marcha desaparezcan los botellones, un fenómeno que se daba por extinguido en la ciudad. Preocupa que se le coja «el gusto» a beber en la vía pública porque es «más económico». Pero esa forma de divertirse, con o sin pandemia, está prohibida por la ordenanza municipal, que trata de conjugar el ocio con el descanso de los vecinos.
Los vecinos no solo tienen dificultades para descansar debido a los botellones. El final del toque de queda también ha dado luz verde a las fiestas privadas en los domicilios. Durante la noche del sábado, la Urbana recibió 140 llamadas de personas que protestaban por el exceso de ruido procedente de un guateque en casa del vecino. La media habitual en este tipo de casos es de 90 llamadas.
nLa Guardia Urbana recibió 140 llamadas de gente que protestaba por fiestas privadas