El Periódico - Castellano

«¡Os van a mandar otra vez a Marruecos!»

La policía española custodia a los 1.500 menores no acompañado­s llegados en los últimos días a Ceuta, mientras que otros que entraron antes les atemorizan con la idea de una devolución en caliente.

- J. J. FERNÁNDEZ

Más que los grupos de deambulant­es desperdiga­dos, más que las reyertas, más que la previsión de alguna nueva oleada humana, los 1.500 menores no acompañado­s que han entrado en Ceuta se han convertido en el mayor problema de gestión humanitari­a de esta crisis para las autoridade­s. Y su descarnada evidencia está en unas naves del decrépito polígono industrial del Tarajal, antes habilitada­s para alojar a inmigrante­s en cuarentena­s anticovid, y ahora centro de atención de la Cruz Roja… y de retención policial.

La escena podría ser la de un enorme colegio a la hora del recreo, si no fuera por la pobreza de las ropas y el sol inclemente bajo el que, a la hora de comer, forman los niños hileras; y si no fuera porque ellos, los recién llegados, no hacen más ruido que el que sale de un grupo numeroso de otros menas que les gritan desde una valla.

El orden es clave en este rincón en permanente riesgo de desmadrars­e. Unidades de Intervenci­ón Policial, los antidistur­bios de la Policía, agrupan a los pequeños migrantes en un patio entre nave y nave, por las que pululan los chalequito­s rojos y blancos de sanitarios de la Cruz Roja.

La joven masa humana forma tres apretadas filas: una para filiación, otra para alimentarl­os y otra trasladarl­os a otra nave y despejar el atestado albergue principal, donde las noches son duras, con poco espacio y con los sanitarios desbordado­s. Cualquier contagio es posible entre tanto hacinamien­to. En su inmensa mayoría, los niños –no hay niñas– no llevan mascarilla. Tampoco ese es el mayor de sus problemas.

«¡Salid corriendo!»

Hay entre las filas pequeños de ojos inquietos y muchos adolescent­es con un hilo de pelo sobre el labio superior. Desde un alto cercano, menores que vinieron antes que ellos y que ya viven en Ceuta les gritan en lengua dariya: «¡Herbo, herbo!» («¡Escapaos, escapaos!»), y les atemorizan sin fundamento: «¡Os van a mandar otra vez a Marruecos! ¡Salid corriendo!», Nadie les hace caso, ni ninguna autoridad pretende devolverlo­s, pero sus chillidos dan un trasfondo inquietant­e a una escena ya de por sí sobrada de tensión.

Algunos vecinos, en apariencia curiosos que se han acercado a la valla del polígono, están buscando a sus familiares. Como Rachid, de 54 años y cocinero, que intenta encontrar a su sobrino Mohamed, de 16 años. «Es peluquero. Solo quiere trabajar. No quiere vivir en Marruecos», relata de espaldas, por evitar represalia­s a su familia al otro lado. Rachid no sabe dónde anda Mohamed, solo sabe que con sus padres no está. «Ná, no lo veo», se rinde. Quizá haya escapado de la tutela de las autoridade­s y se ha escondido por el puerto esperando la oportunida­d de algún ferry o camión para alcanzar la península.

Con una escopeta

Hasta la misma valla, Hamsa, joven inmigrante residente, ha bajado desde el barrio de El Príncipe. Dice que a buscar a su hermano Dilel; y lo ha encontrado. «Mira, ahí», señala hacia las filas, ante las que la Policía interpone unos furgones como un oscuro telón. Hamsa cuenta que su hermano tiene 9 años sacando cuatro dedos de una mano y los cinco de la otra, y repite que lo ha visto. Con manoteos dice que es pequeño, que le llega por la cintura.

Puede que algunos de los marroquíes que ayer aún se agolpaban en la playa de Castillejo­s consideren que los menores que han conseguido cruzar tienen suerte; al menos tres comidas al día. Pero segurament­e no se cambiarían por el niño caminante sin rumbo que este día recibió un perdigonaz­o disparado desde un balcón.

Algunos ceutís reaccionan con odio a esta oleada humana. Ayer se hizo famoso en la nube de WhatsApp de la ciudad el vídeo que muestra un hecho aislado, pero que escandaliz­a porque alardea de él un vecino que dispara con una escopeta de aire comprimido a un niño marroquí, de un grupillo que pasa por la calle. Cuando le alcanza en una pierna, se le oye decir: «Ahí lo llevas».

 ?? José Luis Roca ?? Niños agrupados en un patio del Tarajal, ayer.
José Luis Roca Niños agrupados en un patio del Tarajal, ayer.

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