Una tensión en escalada desde hace meses
La acogida en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, no es la única causa que explica la grave crisis diplomática abierta con Marruecos, pues la relación venía deteriorándose meses atrás.
La grave crisis diplomática abierta con Marruecos, la mayor en dos décadas no se explica solo por la acogida en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali. Rabat señala su ingreso hospitalario en Logroño, con identidad falsa, como el detonante de la batalla , como una acción de enorme calado que justifica que tenga «consecuencias», pero lo cierto es que las relaciones entre los dos países ya venían deteriorándose desde hace meses. Es el corolario de una serie de desencuentros que hunden sus raíces años atrás pero que se profundizaron desde el pasado diciembre, cuando se canceló la 12ª Reunión de Alto Nivel (RAN) que iba a celebrarse en la capital marroquí el día 17.
Los dos países la pospusieron hasta febrero por razones de «seguridad sanitaria», pero aún no tiene fecha. Y eso que no es una cumbre bilateral menor, porque el tratado de amistad, buena vecindad y cooperación de 1991 fija que las citas de este rango, en las que participan los dos jefes de Gobierno y ministros, se convoquen anualmente. Y la última se celebró en Madrid en junio de 2015, con Mariano Rajoy en la Moncloa.
El tramo final de la preparación de la 12ª RAN embarrancó. El entonces vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, pidió un referéndum para el Sáhara Occidental, palabras que desautorizó de inmediato la titular de Exteriores, Arancha González Laya.
Aquel pico de tensión pudo ser reconducido, aunque en Marruecos mantuvo el poso de desconfianza hacia Unidas Podemos. Hasta el punto de que, según indicaban a este diario fuentes diplomáticas, en Rabat no gustaba que participaran en la RAN miembros morados. De hecho, Pedro Sánchez dejó fuera a Iglesias (y también a Carmen Calvo y a Nadia Calviño), aunque mantuvo a Yolanda Díaz, con el argumento de que había que reducir las delegaciones por el covid.
El 10 de diciembre, Madrid y Rabat
comunicaban el aplazamiento de una cumbre clave para la lucha contra la inmigración irregular por la incidencia de la pandemia. Ocurría el mismo día en que se producía un doble movimiento: Donald Trump reconocía la soberanía marroquí sobre la excolonia española del Sáhara Occidental, mientras Rabat establecía relaciones diplomáticas con Israel. Noticia que, recuerdan en el Ejecutivo, pilló por sorpresa a Laya, de viaje en Palestina. Meses antes, en enero, hubo otro desplante hacia la ministra: el Parlamento marroquí validó dos leyes para ampliar su demarcación oceánica la víspera de la visita de la jefa de la diplomacia española a Rabat.
El compromiso de España y Marruecos era celebrar la RAN en febrero. No fue así. Laya sí se reunió por videoconferencia con su homólogo magrebí, Nasser Burita, y repasaron la «agenda positiva», los temas de interés para ambos países, y acordaron impulsar la cumbre bilateral. La RAN sigue sin fecha, y «debe ser Marruecos, que es quien la organiza, el que debe ponerla, está en sus manos». «Eso sí, puedes mantener una relación fluida sin RAN, que es la escenificación de una relación al máximo nivel», precisan fuentes diplomáticas.
España acogió a Ghali el pasado abril. El Gobierno aceptó la petición argelina, tras discutirlo «al máximo nivel». Decidió facilitar su traslado por razones «humanitarias», aunque no lo concibió como una «agresión» a un socio estratégico, insistió ayer Laya en RNE. «Pero el líder del Polisario pasó con su pasaporte argelino, en regla, y solo utilizó un nombre falso [el nombre de Mohamed Benbatouche] en su ingreso hospitalario en Logroño, por razones de privacidad de datos», explican en Exteriores. Lo que no precisa el Gobierno es en qué momento informó a Marruecos de la acogida de Ghali. Un dato clave para entender la ira del país vecino.
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