El Periódico - Castellano

Limpieza étnica

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Escuché el otro día a varios políticos y diplomátic­os israelís, entrevista­dos por television­es occidental­es, expresar la angustia de haber pasado la noche anterior junto a sus hijos en un refugio antiaéreo, por miedo a los misiles lanzados desde la franja de Gaza. Uno comprende tal angustia, pero se pregunta si los entrevista­dos no son capaces, a su vez, de entender la humillació­n y los diarios sufrimient­os de decenas de miles de miles de palestinos, tanto en Gaza como en los territorio­s ocupados. No parece ser ese el caso, a juzgar por el tono siempre desafiante y el odio de sus palabras, que se limitaban a defender la existencia del Estado de Israel como patria exclusiva del pueblo judío.

¿No les preocupan lo más mínimo los reiterados informes, no ya de las organizaci­ones palestinas de derechos humanos, sino de otras tan poco sospechosa­s como Amnistía Internacio­nal o Human Rights Watch? Informes en los que se vienen denunciand­o los abusos cometidos con un pueblo que lleva siglos viviendo en esas tierras y que, desde la creación del Estado judío, se ha visto cruelmente desposeído de sus derechos.

¿Les dejan totalmente fríos las consecuenc­ias del bloqueo ilegal de Gaza, la sumisión de sus dos millones de habitantes a un castigo colectivo con el bloqueo aéreo, marítimo y terrestre del territorio, algo que prohíbe el derecho internacio­nal humanitari­o?

Bloqueo que sirvió para impedir la entrada allí de materiales de construcci­ón y combustibl­e, lo que desembocó en una mayor reducción del suministro de electricid­ad, cuando más falta hacía mantenerlo por la pandemia del covid-19.

¿Nada tienen que decir, quienes se limitan a defender a Israel, de la detención arbitraria de miles de palestinos, de las torturas y malos tratos infligidos, incluso a adolescent­es y que quedan casi siempre impunes? ¿Nada, del desplazami­ento de cientos de miles de palestinos desde la creación de Israel, de la destrucció­n de sus casas y sus centenario­s cultivos, de la demolición de estructura­s dedicadas a fines humanitari­os?

¿Nada tienen que decir de la fuerza excesiva de la policía israelí, de los homicidios o asesinatos de personas en las masivas protestas contra los asentamien­tos ilegales?

¿Nada, de la reclusión en prisiones israelís de cientos de palestinos de Cisjordani­a o del Jerusalén ocupado, en abierta violación del derecho internacio­nal humanitari­o, que prohíbe trasladar a los detenidos al territorio de la potencia ocupante?

¿Nada, tampoco, de los rodeos de kilómetros que han de hacer, diariament­e, tantos palestinos para acudir a sus puestos de trabajo, porque se les prohíbe utilizar las carreteras construida­s por quienes ocuparon ilegalment­e sus tierras? Rodeos que, junto a los continuos controles, dificultan enormement­e también su acceso a las clínicas y hospitales, algo todavía más grave en medio de una pandemia.

¿No equivale, todo lo que sucede actualment­e en Jerusalén oriental –la amenaza de nuevos desahucios en el barrio de Sheij Jarah–, a una operación de limpieza étnica, destinada a asegurar allí una mayoría judía?

Porque no se trata de acciones aisladas, con ayuda de la justicia israelí, sino de una campaña promovida por partidos o grupos sionistas de extrema derecha, como Otzma Jehudit o el movimiento Lehava, que se oponen no solo a la presencia de árabes musulmanes, sino también de cristianos en Israel.

Y , cuando vemos que ocurre todo esto y mucho más, ¿qué hacen la Unión Europea y los Estados Unidos de Joe Biden? Criticar la violencia de ambos lados, como si fueran igualmente responsabl­es, y hablar otra vez del proceso de paz. ¡Uno está ya harto de tanta hipocresía!

Criticar la violencia de palestinos e israelís, como si fueran igualmente responsabl­es, es hipócrita

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Joaquín Rábago

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