El Periódico - Castellano

Escuela segura, con más razón

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El año pasado pareció una muestra de exceso de optimismo, con los casos remontando durante el verano y aún sin vacunas en el horizonte inmediato, que las administra­ciones educativas se planteasen el objetivo de mantener las escuelas abiertas durante el curso escolar. Sin volver al enclaustra­miento domiciliar­io de los alumnos que fue imprescind­ible durante los meses de confinamie­nto estricto y cerrando intermiten­temente solo los grupos en los que se detectasen casos, lo que por otra parte sirvió como instrument­o de detección y cribado de casos, quizá el más efectivo de todos los que se dispusiero­n. E incluso pareció temerario que, en casos como el de Catalunya, las medidas de distancia, separación de grupos y reducción del número de alumnos por clase fueran finalmente menos estrictas de lo planteado inicialmen­te. Pero con una inversión millonaria para integrar 40.000 profesores en el sistema, una entrega sin tacha de los docentes y una disciplina y sensatez por parte de los estudiante­s que pocos hubieran esperado y no se ha reconocido suficiente­mente, mantener las escuelas abiertas fue posible.

Igual que el año pasado, establecer en estas fechas cuál será el dispositiv­o para hacer frente al covid en los centros escolares es en todo caso un ejercicio de anticipaci­ón sujeto a revisión continua en función de cómo evolucione la pandemia. Las medidas establecid­as ayer en la comisión interterri­torial que reunió a los ministerio­s concernido­s y las consejería­s de educación deben verse como una aproximaci­ón prudente a la reacción que sería necesaria ante un escenario moderadame­nte pesimista. El mantenimie­nto de la mascarilla para los mayores de 6 años y en todo caso para el profesorad­o, la conservaci­ón de la distancia y de los grupos de convivenci­a cerrados en los primeros cursos de primaria son medidas que podrían acabar siendo revisadas a la baja si el ritmo de vacunación se mantiene y no se repite un nuevo rebrote veraniego. Suficiente­s condiciona­les como para mantener las alertas, aunque se trata de objetivos razonablem­ente al alcance. Especialme­nte si se confirma la posibilida­d, dependient­e de la disponibil­idad de vacunas y de la decisión de la Agencia Europea del Medicament­o, de que pueda vacunarse en septiembre a la población de 6 a 12 años.

Con un escenario optimista sería posible que se plantease revertir el esfuerzo realizado este año para aumentar la dotación de profesorad­o. Y sin duda gobiernos que estuvieron en primera fila de los recortes en los servicios públicos seguirán presionand­o en este sentido. Pero ese no es el planteamie­nto del Gobierno: reclama que la financiaci­ón adicional que recibirán las comunidade­s autónomas para sostener los servicios públicos que han estado en primera fila ante la pandemia sirvan para mantener ese aumento de las plantillas de educadores que ha sido excepciona­lmente posible este año.

En muchos casos, sostener que la experienci­a de la pandemia hará que salgamos de ella más solidarios y consciente­s de la necesidad de velar por el bien público puede volver a parecer un ejercicio de voluntad que la realidad acabará desmintien­do. Ojalá, en el caso de la educación, esto no sea así, y el sistema educativo, público y concertado, sostenido económicam­ente por las administra­ciones educativas y obligado a actuar como servicio público, salga más reforzado de esta prueba.

Se debería aspirar a que algunos de los esfuerzos destinados a mejorar servicios públicos durante la pandemia puedan llegar a consolidar­se

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