La solución, siempre la misma

El fantasmagórico monstruo del ere (ahora disfrazado con mascarilla de diseño gánster y perfectamente habillado para la ocasión pandémica) se empeña en enseñar de nuevo sus despiadadas fauces y llega dispuesto a sembrar otra vez el terror. Su turbio eco ya resuena.

Se hace realmente complicado diagnosticar el estado real del ya de por sí muy enfermizo sector bancario de este hilarante país de pandereta. Cuando agoniza, se le rescata con toneladas imposibles de dinero público a fondo absolutamente perdido. Cuando saca pecho y presume otra cansina vez de cuerpo cincelado ante un espejo más falso, estropeado y mentiroso que el de Blancanieves, la frenética aceleración de la digitalización sirve de excusa perfecta para desinflar de un plumazo ese absurdo afán de irreal vigorosidad.

Y la solución, como bien seguro acertarán, siempre es la misma. Miles de empleados a la calle. Y ellos (esas mal denominadas élites que presumen de un talento del que irremediablemente carecen y envidian) tan anchos se quedan.

Aquí nunca pasa nada. Como siempre, los esforzados peones del tablero de juego, castigados y expulsados a la primera de cambio sin consuelo ni remedio alguno (a ver si es verdad y en un inesperado y fascinante giro de guion, las fuerzas de un renovado poder sindical remueven sus diabólicas entrañas y demuestran la pasta de que están hechas).

¿Para cuándo y cómo hacer posible que tiemble de una vez por todas ese maldito tablero y poder mover la verdadera ficha que sustenta el juego? Jaque mate al rey de la partida bancaria y reseteo sensato, auténtico y sin contemplaciones. La reconstrucción de la banca no pasa por caminar entre escombros laborales y lamentables pérdidas de material humano en plena zona cero sino en construir otra cosa desde los cimientos humanos y más sensibles de la verdadera zona firme.

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