El espantajo ya está aquí
El fin de ciclo, ese espantajo burlón que el madridismo agitaba ante los morros barcelonistas después de cada traspiés, ha reaparecido en nuestro léxico en la boca del presidente azulgrana y, en general, el aficionado ha asentido. Toca una revolución. Revolucionemos pues. Falta ver qué quiere decir eso, cómo se aplica, quién es realmente prescindible, quiénes son los sustitutos. No se trata solo de rociar con napalm. Y se trata de saber quién decide todo esto. La estructura deportiva, más de dos meses después de las elecciones, se mantiene tan confusa como el primer día. Es de suponer que ya nos lo aclararán.
Hay un macro crédito a punto de firma, muy necesario, porque esta revolución tiene pinta de cara, a no ser que se encuentren las soluciones imaginativas que exige el contexto. Es de suponer que afectará al entrenador, con el consiguiente finiquito, aunque desde el club no se descarta aún su continuidad. Martes o miércoles habrá reunión entre Koeman y Laporta y saldremos de dudas. Despedir es fácil. Sustituirle con alguien creíble desde el credo cruyffista de Laporta parece más difícil. Ese es un mercado corto.
Y aún más va a costar sacudir la plantilla. Antes de iniciar las negociaciones el presidente ya ha lanzado un aviso para navegantes. ‘Vamos a por unos cuantos de vosotros, vamos a por vuestras infladas fichas, amigos’. Necesitará algo más que su retórica para empujar a los futbolistas a irse o a reducir sus emolumentos. Pocas cosas en este mundo se ven más complejas que lograr recortes voluntarios de un jugador del Barça.
Una revolución implica ir más allá de la cosmética. Implica tocar la columna vertebral que se ha partido repetidamente en los últimos años. Algunos de sus componentes han rendido esta temporada a buen nivel. Pero colectivamente la osamenta no aguanta más. Hace falta una revolución contundente y a la vez quirúrgica. Las más difíciles. La semana próxima el espantajo sale a pasear.