El Periódico - Castellano

«¡Corred, os devolverán a casa!»

La gestión humanitari­a de los 1.500 menores marroquís no acompañado­s que alcanzaron Ceuta se convierte en una gran preocupaci­ón para España• Sanchez y Casado no se dan tregua pese a admitir la gravedad de la crisis

- JUAN JOSÉ FERNÁNDEZ JOSÉ LUIS ROCA

Lentamente, lo que fue un tsunami humano en Ceuta se ha convertido en un goteo de regresos voluntario­s, con los que adelgaza la masa de inmigrante­s en la localidad. Ceuta es ahora una ciudad a medio camino entre campo de refugiados y área de confinamie­nto. Lo primero, porque cientos de jóvenes africanos, que aún llevan en sus ropas los cercos de sal de las zambullida­s, caminan por las aceras y parques a la espera de destino. Y lo segundo, porque el vecindario ha adoptado una actitud defensiva cerrando tiendas, contratand­o personal de seguridad o evitando enviar a los niños al colegio. Tal ha sido la sensación de estado de sitio que se apoderó de la ciudad ante la oleada humana, y que poco a poco se disipa pese a que está por volver la sureña serenidad de la localidad. La Guardia Civil aún rescató ayer a un niño nadador y al pasaje de tres pateras.

Los inmigrante­s fueron 8.000, según datos de Interior, y su último recuento cifra en 5.700 los que han vuelto a Marruecos. O sea, quedan dos millares y medio. Fuentes policiales estiman que esos últimos pueden llegar a ser un núcleo de resistenci­a al que habrá que agrupar, pero ya no en «rechazo en frontera».

Disyuntiva

Cuarenta y ocho horas después del inicio de una crisis sin precedente­s en la ciudad, los inmigrante­s han cambiado los paseos eufóricos callejeros en grupos de 20 o 30 por un deambular cansado malecón arriba, malecón abajo, con el Mediterrán­eo al fondo. Algunos se acodan en la barandilla pensando qué hacer. Es la disyuntiva del migrante: después de su dramática entrada a nado, qué. En Ceuta no hay trabajo, y se acabará la generosida­d de quienes les han dado comida, les han prestado el móvil para llamar a casa en Marruecos y decir que están bien, o que los evitan por las aceras.

Por eso la jornada de ayer fue un goteo incesante de retornos voluntario­s hacia la frontera del

Tarajal. Empezó de madrugada, cuando los informativ­os en inglés de Al Jazeera hablaban del «desperate journey» de los migrantes del Magreb justo después de dar vídeos de Gaza.

El regimiento de Caballería Montesa 3, que ha relevado a la Legión en el control de la playa del Tarajal, ha colocado a Alí y otros soldados de origen marroquí en el pasillo que lleva a la verja. Desde ahí, sudando bajo los cascos y chalecos antifragme­ntos, ven llegar a los que se rinden. Los que retornan llevan en su mayoría chanclas y una bolsa de plástico en la que guardar ropa seca. Los soldados les preguntan: «¿Frontera?». Si dicen que sí, pasan. «Vamos juntando. Cuando hay 20, se abre la puerta y a Marruecos», dice Alí. No hay devolucion­es en caliente, sino retornos de cansancio y hastío.

Espray picante y un chichón

Parte del vecindario ha ido tímidament­e volviendo a abrir sus vidas, si bien temiendo robos de los recién llegados. Aparece de vez en cuando en la fila de los que retornan alguna chica con maleta de vivos colores o alguna mujer con gafas de sol entre la mascarilla y el hiyab. No forman parte de la empobrecid­a legión de nadadores, son personas que aprovechan la apertura de la frontera, por primera vez desde el 16 de marzo de 2020, para volver a su país. La pandemia les pilló de visita en Ceuta y han pasado un año de confinamie­nto en la ciudad.

Pero no es el caso de Muehir, ni de Ayou Elmouni e Ismail Ouazzani. Llegan los tres con paso cansino hasta los soldados. Piden agua. Han pasado mala noche. A estos tres jóvenes de la cercana ciudad de Ouatla se les ocurrió subir a la barriada del Príncipe a dormir, y allí otros muchachos marroquís atacaron a Ayou, le echaron espray picante en la cara y le hicieron un chichón. A Ismail le quitaron el móvil. Eso duele más.

Cuenta Muehir que han venido porque el sábado se extendió por redes sociales un mensaje apócrifo que les anunciaba que se podría entrar en España. «En la valla los gendarmes nos decían: ‘¡Iahla,

iahla!’, que en dariya significa ‘¡Vamos, vamos!’».

De los 8.000 que entraron, unos 5.700 ya han retornado a su país, según datos de Interior

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José Luis Roca Policías controlan a un grupo de menores mientras la Cruz Roja los atiende, ayer en Ceuta.
 ?? José Luis Roca ?? Un soldado junto a dos niños marroquís en la frontera de Ceuta, ayer.
José Luis Roca Un soldado junto a dos niños marroquís en la frontera de Ceuta, ayer.
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