Colau rectifica y decide presentarse a un tercer mandato
La alcaldesa está dispuesta a cambiar su plan inicial para presentarse de nuevo en 2023n Los cambios en movilidad y la aceleración de la apuesta por la vivienda marcan el ecuador de su segunda legislatura
La vida de Ada Colau es ahora muy distinta de lo que fue la noche del 26 de mayo de 2019. Aquel día, perdió las elecciones municipales por un suspiro, 5.000 votos, ante la candidatura de ERC y Ernest Maragall, con la que empató a 10 concejales. La alcaldesa declaró, en un ambiente de derrota: «Estaremos dispuestos a hablar con los partidos de izquierda que quieran mantener las políticas valientes que se han hecho estos años». Alguno de los suyos insistió en que todavía había una puerta que podía abrirse. Días después, fue investida con el apoyo del PSC y tres votos de la lista de Manuel Valls, que le resultaron tan amargos como decisivos. Es una de aquellas situaciones que las familias prefieren no recordar cuando comen los domingos.
La foto inicial no era la deseada: la alcaldesa era la primera en ostentar el cargo sin ganar las municipales, había perdido un concejal, así como la primera plaza en Nou Barris, el corazón del voto popular, que le arrebató el PSC. Pasados dos años su situación ha mejorado. Tiene un socio estable de gobierno y uno externo que le ha permitido gobernar con más tranquilidad que de 2015 a 2019. La pandemia ha marcado el mandato.
Menos pasión, más experiencia
Después de lo de Manuel Valls apenas llamó la atención, pero que el PSC de Jaume Collboni volviera a sentarse en la mesa con Colau y Barcelona en Comú como socios no era poco. La relación se envenenó cuando la alcaldesa echó a los socialistas del gobierno en 2017 por su apoyo al 155. Pero se necesitaban para gobernar y la convivencia entre socios es la del matrimonio que lo vuelve a intentar con menos pasión y más experiencia. Las partes pactaron que podrían mantener posiciones distintas sobre el ‘procés’ sin romper. También han discrepado sobre aspectos no identitarios, como la ampliación del aeropuerto, aunque sin elevar el tono.
Su convivencia con un PSC reforzado ha sido sosegada, sin pasión ni escándalo, y la colaboración de los republicanos ha resultado clave para decisiones de peso
La tercera sorpresa fue que ERC se convirtiera en un socio estable externo del gobierno de Barcelona en Comú y el PSC. ¿Cómo los republicanos, que ya celebraban haber recuperado la alcaldía décadas después de ostentarla varias veces durante la Segunda República, iban a perdonar tan rápido el agravio? El caso es que lo hicieron. La cuarta imagen es la de la pandemia, la que más ha definido el mandato. En la ciudad confinada, los socios de gobierno empezaron a tomar medidas para paliar una situación sin precedentes. Ello obligó a alterar la agenda. La alcaldesa aprovechó el parón para acelerar en alguno de sus frentes predilectos. Entre los grandes acuerdos destaca el de haber aprobado un presupuesto de 3.200 millones para 2021, con el apoyo del PSC, ERC y Valls, el más amplio de la historia de la ciudad en su peor momento desde la Guerra Civil.
El gobierno de Colau tomó medidas en distintos frentes: de los hospitales de campaña a ayudas económicas, pasando por espacios temporales para sintecho. Algunas de esas respuestas a la pandemia quizá hubieran escamado a Barcelona en Comú en 2015, cuando llegó a la alcaldía. Con Collboni como interlocutor y apaciguador de la restauración, uno de los sectores que más lejos ha estado de la alcaldesa, Colau defendió la decisión de que hasta 3.000 terrazas ganaran espacio en la calzada para resarcirse de los meses sin actividad. Cierto es que esa medida acompañó a otras, dentro del llamado urbanismo táctico, que los ‘comuns’ pueden vender con una de sus etiquetas principales: el objetivo de que el coche pierda terreno en Barcelona. El plan de las supermanzanas del Eixample, apuesta a largo plazo, se inscribe en ese apartado.
El recorte de carriles para el coche y la ampliación de la red de carril bici, también. En este contexto, se ganaron 30.000 metros cuadrados peatonales con el pretexto de la necesaria distancia social contra el contagio. También se amplió el espacio vetado para los coches cerca de los colegios. Los dibujos del urbanismo táctico y los bloques de hormigón han encendido a los detractores de Colau pero también han suscitado la defensa de sus partidarios. Colau y polarización suelen ir juntas de la mano.
Que vuelvan los turistas
Entre los avances más relevantes de estos dos años, además de los cambios en movilidad, figura la aceleración de la apuesta por la vivienda: tras un primer mandato en que los números fueron muy modestos, ahora hay más de 2.300 pisos en marcha, el 80% para alquiler social o asequible, que estarán acabados entre 2023 y 2024, la segunda edición del plan de barrios, que se amplió. Entre lo acordado con ERC cabe destacar el pacto para iniciar en otoño próximo la prolongación del tranvía de Glòries a Verdaguer, la medida del 30% de vivienda protegida en todas las promociones, la reactivación del 22@. Entre los proyectos de futuro figuran la transformación de la antigua fábrica de Mercedes y el espacio tecnológico que habrá en el edificio de Correos cedido a la ciudad. Se ha inaugurado el parque del Fòrum.
La incertidumbre económica ha frenado algunas actuaciones de envergadura, como la reforma de la Rambla, que por falta de dinero no cuenta con fecha. O la reforma de la Via Laietana. Se espera la llegada de los fondos de la UE y el gobierno de la ciudad ya no parece partidario de que no vuelvan los turistas. Ahora bastaría con rebajar el peso del turismo en el PIB de la ciudad, que es un 15%. La Rambla, vacía, ha demostrado que la dependencia del sector es excesiva. La realidad sugiere que de sopetón, en unos meses, el turismo no se verá sustituido por la biotecnología, que suele ser el sector que encabeza la lista de deseos.
Los socios de gobierno empezaron a tomar medidas para paliar una situación sin precedentes La incertidumbre económica ha frenado algunas actuaciones de envergadura