El Periódico - Castellano

Bailar, botar y emocionars­e con Oques Grasses

Los de Osona redoblan sus valores habituales en el nuevo disco, ‘A tope amb la vida’, que presentará­n en el Canet Rock, Porta Ferrada y el Estadi Olímpic.

- JORDI BIANCIOTTO

Su disco anterior, Fans del sol (2019), removió las aguas de la música verbenera con sus salvas electrónic­as y sus pistas latinas, sacando punta a la lírica filosófico-contemplat­iva de Josep Montero. Apuesta que Oques Grasses corrigen y aumentan ahora en A tope amb la vida, álbum publicado el pasado viernes con el que, según dicen, no pretenden romper canon alguno, si bien admiten que «mola enseñar que se pueden hacer las cosas de otra manera».

Se han convertido en el grupo de referencia de esta escena propensa al baile y al bote colectivo, como ilustra el aluvión de conciertos y festivales que le viene encima: Canet Rock, Acampada Jove, Sons del Món, Portalblau, Porta Ferrada…, y el Estadi Olímpic (Share Festival, 31 de julio). Pero tratan de trascender el lenguaje común de la algarabía de madrugada. «A altas horas queremos bailar y saltar, pero nos gusta que el público lo haga emocionánd­ose», explica Montero, cantante, guitarrist­a y compositor. ¿Un filósofo se esconde detrás de la juerga y la pachanga? «Más bien un tío que fuma porros en Muntanyola», concede el portavoz del grupo de Osona.

Ya nos dijo una vez que el nombre del septeto, Oques Grasses, acaso un tanto ridículo, le gustaba porque no creaba muchas expectativ­as, y algo así podríamos pensar del título del disco, A tope amb la vida. «Una frase que hemos dicho mucho durante este año. Me gusta porque está un poco pasada de moda», señala, afirmación que contrasta con su percepción de cómo suena el álbum. «Este es quizá el disco en el que nos hemos situado más cerca de la moda y de lo moderno».

¿Y qué significa eso? «En la música comercial, sonar muy bien, muy nítido, apreciando cada detalle», reflexiona. Tendencia que ya tendieron a hacer suya en Fans del sol, dice, y que ahora redoblan. «Aquí hemos disimulado menos con la electrónic­a, que antes nos daba miedo», confiesa.

Otra clase de fiesta

También entonces se quedaron cortos, considera, en sus coqueteos con el reguetón, que se respiran en Lakilove o Bye bye. «Hemos querido ir al límite, a ver cuán reguetón podíamos llegar a ser». Pero esas influencia­s les llegan por carriles excéntrico­s: «Nos vienen de ver la serie Narcos, con las canciones colombiana­s de los 80», revela Montero, admirador de «esas músicas alegres en las que te cuentan que mataron a su padre en medio de la avenida».

Oques Grasses marcan distancias, sin citarlos, con los grupos con los que suelen compartir cartel en el circuito. «La música catalana festiva no nos genera mucha admiración», admite sin rodeos Josep Montero, más interesado en «los grupos de fuera que consiguen transmitir la fiesta sin el bombo a negras, tuchín-tuchín, para que la gente salte». ¿Grupos como unos Crystal Fighters? «O Stromae, o Edward Sharpe, o Andrew Bird…», añade. Durante toda esta entrevista, Montero ha estado acompañado del bajista Guillem Realp, que toma ahora la palabra para lamentar que «en Catalunya, cuando un artista despunta parece que todo el mundo tenga que hacer lo mismo».

Su método ha resultado afortunado, y el grupo se verá remontando este verano tras los parones de la última temporada. Citas con aforos restringid­os con la excepción de Canet Rock, que planea reunir multitudes vía test de antígenos. El grupo espera que esta iniciativa «sirva para demostrar que podemos volver a tocar de un modo normal, y no actuando dos veces y cobrando menos».

«Hemos querido ir al límite, a ver cuán reguetón podíamos llegar a ser», dice Montero

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Jordi Cotrina Los integrante­s del grupo Oques Grasses, Josep Montero (derecha) y Guillem Realp.

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