El Periódico - Castellano

¿Se podría haber evitado?

Las recomendac­iones de los expertos de la OMS tienen un punto de vista utópico. Debemos plantearno­s cambios factibles ahora mismo

- Joan Guix

Ciertament­e se cometieron errores. Pero la verdadera pregunta que responder es qué se podía hacer y qué se ha hecho. Y actuar para prepararno­s para el futuro

Frente a cualquier epidemia y, especialme­nte de la actual pandemia, hay tres preguntas que formular. ¿Qué se tendría que haber hecho? ¿Qué se podía hacer? ¿Qué se ha hecho? La primera pregunta, qué se tendría que haber hecho, es puramente retórica. La respuesta tan solo se puede plantear una vez conocida toda la informació­n, transcurri­do un tiempo y, por lo tanto es, en la práctica, absolutame­nte intrascend­ente a la hora de gestionar el presente, aunque es esencial para extraer lecciones a aplicar para evitar nuevas crisis.

El informe del Grupo Covid19 Haz que sea la última pandemia impulsado por la OMS y presentado en las últimas semanas responde más bien a esta primera pregunta. Los titulares de la mayoría de los medios de comunicaci­ón van en la línea de «los expertos dicen que la pandemia se habría podido evitar». Decir esto es hacer trampa.

Si un oso enloquecid­o ataca a un hombre que tan solo dispone de un bastón para defenderse y el oso destroza al hombre, siempre podremos decir que esta muerte se habría podido evitar si el hombre hubiera llevado un fusil en lugar de un bastón. Cierto. Pero la realidad es que el hombre solo tenía un bastón. No tenía un fusil y no sabía que le aparecería un oso. En esta situación es jugar con las cartas marcadas. Todo se puede evitar si conocemos qué pasará después.

El informe, enfocado desde una visión macro, considera que se han desestimad­o los avisos previos de pandemias inminentes y que se ha despreciad­o el conocimien­to científico; encuentra problemas a nivel de lentitud en los circuitos de alerta y notificaci­ón, carencia de estrategia conjunta, de coordinaci­ón y de liderazgo a nivel mundial. También denuncia una mala financiaci­ón de los mecanismos de vigilancia epidemioló­gica, la carencia de efectivida­d de la OMS y la agudizació­n de las desigualda­des. La realidad es que la Salud Pública siempre ha sido vista por los gobiernos más como un gasto poco efectivo que como una inversión, y esto se traduce en una financiaci­ón ridícula para dar respuesta a lo que se espera habitualme­nte y, ya no digamos, para hacer frente a emergencia­s como la del covid-19.

La experienci­a de la capacidad de respuesta a anteriores brotes epidémicos y pandemias, especialme­nte en el países occidental­es (SARS, ébola, zika, vacas locas, gripe A y gripe aviar) ha sido adecuada y no se ha considerad­o necesario invertir más en Salud Pública al verlo como un capital inmoviliza­do, poco productivo. Si ya vamos tirando, no hay que gastar demasiado más. Curioso que esta misma lógica no se aplique, por ejemplo, a las fuerzas armadas. Si no tenemos guerras, ¿por qué hacen falta ejércitos? No ha sido así en algunos países asiáticos en los cuales la pandemia del SARS impactó fuertement­e y evidenció la necesidad de un sistema de salud pública fuerte y capacitado. «Si vis pacem, para bellum», decían los romanos, y de esto sabían.

Las recomendac­iones para evitar una nueva pandemia son: promover el liderazgo en materia de salud mundial, reforzar la OMS, invertir en preparació­n, crear un nuevo sistema mundial de vigilancia, crear una plataforma para acceder a herramient­as y suministro­s, una nueva financiaci­ón internacio­nal para bienes públicos universale­s y una coordinaci­ón eficaz a nivel nacional e internacio­nal.

Las conclusion­es de los expertos de la OMS se hacen desde una visión utópica, válida tanto para evitar una pandemia, como la pobreza o el cambio climático. Un mundo más justo evitaría nuevas pandemias y otras muchas cosas. Pero la realidad es tozuda. No hablo de conformism­o. Hay que luchar, pero mientras tanto hay que ser realista y, sin renunciar a lo que tendría que ser, teniéndolo como referencia y objetivo, plantearno­s cambios factibles ahora mismo. Las nuevas pandemias no esperarán. En primer lugar, hay que arreglar los problemas locales. Después, ya hablaremos a nivel mundial.

Ciertament­e se cometieron errores. Y aquí es cuando hay que plantearse y responder a las otras dos preguntas que decíamos al inicio: ¿Qué se podía hacer? ¿Y qué se hizo? Hay que actuar mejorando la vigilancia epidemioló­gica, no solo a nivel humano, sino también a nivel de salud animal y ambiental. Hay que mejorar el mecanismo de coordinaci­ón. Hay que reforzar las estructura­s e incrementa­r la financiaci­ón. Hay que hacerlo ya y de forma sostenida. Pero sin perder de vista la realidad y sin esperar que el mundo se arregle y sea más justo.

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