Pros y contras
La realidad impura
Recuerdo el día que un colegio privado, hace muchos años, decidió que entraran niñas en las aulas donde solo estudiaban niños. La revolución fue mayúscula, y aquellos adolescentes contemplaron el espectáculo del sexo opuesto con una mezcla de estupefacción, deseo y desconcierto. Las chicas, que también provenían de un colegio con solo chicas, experimentaron aproximadamente lo mismo. Era un tiempo, antediluviano, donde solo había dos sexos conocidos y aceptados y donde hablar de proyectos educativos era casi como hablar de la atmósfera de Marte. Dudo que estudiaran mucho, más allá de descubrir geografías remotas y exóticas a sus ojos.
Quiero decir que es mucho más saludable, higiénico y pedagógico compartir aulas que vivir en compartimentos estancos. Y que, aunque la justicia (el TSJC) por ahora lo ha evitado, es sensato (como propone la Generalitat) no subvencionar colegios que segreguen a los alumnos por sexo. Ahora, la terca demografía ha cambiado el ideario de dos escuelas del Opus, en Lleida, que deberán juntar niños y niñas en un solo centro, porque no había suficientes niños ni suficientes niñas para poder mantenerlos separados y puros. Es lo que tiene la realidad, siempre impura.
Represaliados
La propaganda del ‘procés’ siempre ha tenido una especial predilección por la épica. Maneja las cifras, la historia y la prosa flamígera con virtuosidad. Una de sus especialidades es juguetear con el lenguaje para construir la imagen de una España dictatorial. Presos políticos, exilio, opresores o represaliados se han convertido en términos habituales, utilizados a granel por los políticos independentistas. Una expresión triunfa en la actualidad: los «3.000 represaliados por el régimen español». En su nombre se pide la amnistía, se desprecia el indulto y se añade un apunte más a ese franquismo que aseguran muy vivo, a pesar de la muerte del dictador. Pero, ¿quiénes son esos tres mil?
La cifra parte de Òmnium (en la pasada Diada hablaba de 2.850). En el capazo de los «represaliados» caben todos. Desde los presos hasta las personas atendidas por las cargas policiales del 1-O; desde los detenidos en cualquier disturbio vinculado al ‘procés’ (también actos vandálicos y cortes de tráfico) hasta, por supuesto, los de Waterloo. Pero, un momento, ¿para qué quieren la amnistía los contusionados en el 1-O? Tanto da. Apartemos la lógica. Esto no va de realidad. La épica siempre será del ‘procés’.