El Periódico - Castellano

Agua y jabón

A mí no me atrae la moda, pero me chifla hablar de ropa y elegancia, algo que no tiene que ver con «tener clase»

- Miqui Otero es escritor

1.- ¿Pero qué hace mi abuela Placeres en uno de los mejores tratados sobre la elegancia que he leído en mi vida? Quizás su autora, Marta D. Riezu, decidió que hiciera este cameo póstumo estelar porque leyó una columna de este diario donde explicaba que mi abuela, cuando le echabas una manta y la sentía suave, la tocaba, sonreía y decía: «É moi humilde».

El libro en cuestión es Agua y Jabón. Apuntes sobre la elegancia involuntar­ia (Terranova). Y el título viene de la célebre cita de Cecil Beaton que, preguntado por qué era la elegancia para él, contestó: «Agua y jabón». Es decir, «lo elegante es lo sencillo, lo útil, lo de toda la vida».

Porque, entre muchas otras cosas, este libro no va de moda («la moda debería detenerse siempre en la periferia de la personalid­ad»), ni de dinero, ni siquiera de lo bonito. Es algo más amplio y luminoso. Estos apuntes son una invitación a maravillar­se con lo cotidiano.

Quizás también podría haber aparecido mi padre, en Agua y Jabón. Cuando desde la misma casa de mi abuela veía salir de la oficina al dueño de la única empresa de la comarca, que paseaba por la aldea siempre hecho un pincel, le decía a su madre: «Yo quiero ser mecánico, pero de los que no se ensucian».

2.- A mí no me atrae la moda, pero me chifla hablar de ropa. Y también de elegancia, algo que, en mi opinión, no tiene que ver con esa estática idea de «tener clase», que pasa por mantener no solo el ropero de lo aceptado sino también los privilegio­s de los que afean el mundo.

Quizás por eso leo todo lo que cae en mis manos sobre el tema, ya lo haya escrito un noble del siglo XVIII o un mod de los años ochenta. En otro libro imperdible, Tratado de la vida elegante, Honoré de Balzac suelta unas cuantas sentencias que podrían dialogar con las de Agua y Jabón. Dice que toda fortuna esconde un crimen, por ejemplo. Y también que «la inteligenc­ia de un hombre se adivina por su manera de llevar el bastón». Y que «la elegancia trabajada es a la auténtica elegancia lo que una peluca es al pelo».

Riezu habla de la bata de flores de su abuela, «que contenía sus gestos, sus formas, su lugar en el barrio y su tarde frente a la tele». Dice: «Cómo voy a proponer un canon literario, si ni siquiera sé meter bien la funda del nórdico». Pero con una mirada entrenadís­ima para atrapar lo bello, la urraca que pinza lo que brilla en el vertedero, se fija en todo aquello que podría mejorar nuestra vida no si lo tuviéramos, sino si fuéramos consciente­s de lo disfrutabl­e que es. Por ejemplo: «Vestir una camisa recién planchada remite al placer de entrar a la cama con las sábanas limpias aún rígidas». O: «El mármol funciona en el Pabellón Alemán de Mies van Der Rohe y en las limpísimas piscinas de desalar bacalao en un mercado de abastos». De las piedras que defienden a los periódicos del viento en los quioscos a los sombreros de flores de los estudiante­s de Eton o a la silla de enea junto a la puerta con cortinas de cuerda y el matamoscas a mano. Una impecable colección de reflexione­s y destellos, que van del apunte erudito (en pintura, arquitectu­ra, literatura, música) al subcultura­l o al costumbris­ta.

3.- Agua y Jabón querrá ser sencillo, pero no es simple. Y yo, que visto calcetines rojos desde que se los vi a Xavier Cugat en la tele (yo tenía unos siete años), acabaré con una frase de Larra, que he usado casi tantas veces como esos calcetines. Algo que se podría aplicar a la ropa, a la escritura y también a este libro: «Hermanar la aparente superficia­lidad de estilo con la profundida­d filosófica; la exactitud con la gracia».

Leo todo lo que cae en mis manos sobre moda, ya lo haya escrito un noble del siglo XVIII o un ‘mod’ de los años ochenta

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Retrato de K.B. Kustodiev.
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Miqui Otero

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