El Periódico - Castellano

Badalona vacuna a los sintecho

- ELISENDA COLELL

La mitad de las personas sin hogar del municipio del Barcelonès ya han sido inmunizada­s contra el covid con la monodosis de Janssen gracias a un intenso trabajo de los servicios sociales. Muchos de los que ayer se acercaron a la sala habilitada en el pabellón olímpico carecen de asistencia médica.

«Pensé que jamás me avisarían para vacunarme contra el covid, que no me tendrían en cuenta», dice Mamadou, un senegalés de 40 años que desde hace al menos un año malvive en naves abandonada­s de Badalona (Barcelonès). Pero ayer lo logró. Tras un intenso trabajo de los servicios sociales especializ­ados, él y otras 51 personas sin techo recibieron la monodosis de Janssen en un pequeño espacio en el pabellón olímpico donde juega la Penya. En apenas un mes, un centenar de personas sin hogar de la ciudad se han vacunado. Está previsto que este junio todas las grandes ciudades vacunen a este colectivo, como avanzó EL PERIÓDICO.

Mamadou sale de la sala de vacunación con una sonrisa. «Me duele un poco el brazo pero ahora ya estoy protegido. Y lo más importante, puedo ir a Francia y Bélgica a ver a mis familiares», dice. La sonrisa se apaga cuando recuerda cómo en 2006 se subió a una patera y logró pisar las Canarias. Desde entonces ha rondado por toda la Península, trabajando sin contrato o con la documentac­ión de otro en la agricultur­a, la hostelería y la construcci­ón. No tiene papeles ni tarjeta sanitaria, solo una página del pasaporte. «Se quemó en el incendio de la nave de Gorg». Ahora vive en otra nave ocupada, en el mismo barrio, con 50 personas más. «Al menos tenemos agua y luz», suspira.

Al médico, solo por urgencias

«Yo solo voy al médico si tengo una urgencia, no estoy en el sistema. Por eso creí que no me llamarían», prosigue. Pero la semana pasada un equipo municipal de educadores visitaron el asentamien­to y comunicaro­n a todos sus habitantes que tenían derecho a vacunarse. «Yo no figuraba en la lista, pero cuando Mamadou me dijo que podían vacunarme decidí venir», explica Alejandra, una colombiana de 27 años que carga con Djana, de 17 meses. «Su padre vivía en la nave de Gorg, pero con el incendio desapareci­ó, no sé nada de él...», cuenta.

Alejandra aterrizó en España y pidió asilo junto a su hijo mayor. Les concediero­n el permiso pero ya han agotado las ayudas estatales. Ella sí tiene documentos, lo que no tiene es empleo. «Trabajaba tapizando barcos pero todo ha bajado mucho con la pandemia. Además, la máquina se quemó en el incendio del Gorg y no tengo con quién dejar a la niña», explica. Ahora vive en casa de una amiga con los dos niños, pero reconoce que frecuenta las naves ocupadas. «No quise saber nada de los servicios sociales porque temía que me quitaran a los niños. Hoy solo me he acercado para vacunarme y estar tranquila». Gracias a la vacunación, los educadores conocen ya su situación e intentarán tramitarle ayudas para lograr un hogar para los pequeños.

Quien tampoco se ha querido perder la vacuna es Julián, un hombre de 67 años que vive en la calle. «A mí sí me llamaron antes, cuando me tocaba, pero los trombos me daban miedo». Al final, se ha decidido. «Lo hago por mi salud y la de los demás», aclara. Apenas lleva una semana en la calle. «Yo era encofrador en la construcci­ón», explica. Con la crisis de 2008 el trabajo empezó a decaer. «Me hacían trabajar sin contrato, sin cotizar... y solo me ha quedado una pensión de 665 euros. ¿Cómo pago un piso o una habitación?», se pregunta el hombre, que ha estado durmiendo en un banco frente a la comisaría de la Guardia Urbana de Badalona.

Pero el primero en vacunarse ayer fue Matar Thioub, un senegalés de 18 años que mide más de dos metros y que también ocupó la nave de Gorg. «Duele un poquito pero ya está», tranquiliz­ó a sus compañeros al salir. Partió de su país en 2018 convencido de que acabaría jugando a básquet en el Barça después que un supuesto ojeador se presentara en casa de sus padres. «Empecé a jugar en Alicante, pero al final nada». En 2019 pasó por varios centros de menores de Catalunya, pero en diciembre cumplió la mayoría y hoy vive en una pensión municipal, como más de 90 supervivie­ntes de la nave calcinada.

La segunda en toda su vida

«Esta es la segunda vacuna que me ponen en mi vida», explica feliz Matiga, otro supervivie­nte de la nave que el que el día 15 debe abandonar la pensión municipal y ocupar otra nave. La primera inyección que recibió fue la de la tuberculos­is, en Senegal. La segunda, la del covid en Badalona. «Allí no podemos vacunarnos tan fácilmente, en África las vacunas no llegan», agrega Gibril, otro gambiano sin hogar. «Al principio tenía dudas, pensaba que harían un experiment­o, pero luego pensé que yo también tengo derecho. El problema lo tiene la gente que sin contacto con las entidades ni los servicios sociales... ¿cómo se va a enterar?», se pregunta.

 ?? Manu Mitru ?? Una enfermera vacuna a un hombre sin hogar mientras otro espera su turno, en la sala habilitada en el pabellón olímpico de Badalona, ayer.
Manu Mitru Una enfermera vacuna a un hombre sin hogar mientras otro espera su turno, en la sala habilitada en el pabellón olímpico de Badalona, ayer.

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