Hábitos más verdes
La mitad de los españoles afirman en una encuesta que han cambiado costumbres para contribuir a frenar la crisis climática
El estilo de vida actual es insostenible para el planeta. Los seres humanos apenas suponen el 0,01% de la vida en el globo y, aun así, consumen más recursos de los que la Tierra es capaz de generar. Harían falta al menos dos mundos igual que este para aguantar los hábitos de producción y consumo de la especie humana. Solo hace falta ver el avance de la crisis climática, y sus consecuencias, para ver que todo esto ya está pasando factura. «Somos la primera generación que vive de manera tan directa los efectos del cambio climático y la última que puede hacer algo para frenarlo», denuncian los ecologistas.
La mitad de los españoles afirman que han modificado sus hábitos de consumo para reducir su huella ecológica. Según recoge un reciente estudio de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), alrededor del 66% de los españoles relacionan la crisis climática con un problema de consumismo y hasta un 48% de los ciudadanos afirman que «compran o dejan de comprar productos por cuestiones éticas y medioambientales». Así que todo apunta a que, poco a poco, cada vez son más los ciudadanos que cambian sus costumbres por conciencia ecológica.
Para empezar...
El cambio empieza por pequeñas cosas. Dejar las bolsas de plástico del supermercado por alternativas reutilizables. Reducir el consumo de plásticos de un solo uso. Reciclar los residuos domésticos. Comprar de proximidad y temporada... Pero más allá de estos pequeños gestos, la crisis climática exige ir un paso más allá. «Hay que replantearse la manera en que consumimos», esgrime Naiara Fernández, del movimiento ecologista Fridays For Future. «Antes de comprar algo, por ejemplo, debemos preguntarnos: ¿Realmente lo necesito o solo lo compro por inercia?. Esto nos hace ver que muchas veces compramos por comprar, casi por capricho, cuando realmente no lo necesitamos. Solo hay que ver la cantidad de ropa que se compra por moda y que casi nunca sale del armario», comenta la activista.
«Es esperanzador que cada vez haya más gente concienciada que, intuitivamente, está cambiando su estilo de vida en pro del planeta. Pero a veces no es suficiente cambiar una bolsa de plástico por una de tela. Necesitamos cambios más estructurales», comenta Claudia
Bosch, de la plataforma barcelonesa de Extinction Rebellion. La activista cita, por ejemplo, reducir el consumo de carne, cambiar el tipo de movilidad que utilizamos y dejar de viajar en avión como algunos de los gestos que más pueden reducir nuestra huella ecológica. «Hay gestos muy sencillos, como comprar productos de proximidad y temporada (y no una fruta que viene en avión desde la otra punta del mundo)», comenta la ecologista.
Responsabilidad colectiva
¿Pero son estos pequeños gestos suficientes para rescatar a un planeta al borde del colapso? La respuesta es no. «Es importante que la ciudadanía esté concienciada del problema, pero no es justo dejar todo en manos de la responsabilidad individual. El problema es el entramado de empresas que contamina, los bancos que las financian y los gobiernos que lo consienten», esgrime Bosch. Aunque el empeoramiento de la calidad del aire y el aumento global de las temperaturas afectan a todo el mundo, no todos contribuyen de la misma manera al problema. Se estima que, por ejemplo, tan solo un centenar de empresas, sobre todo del sector de la energía y los hidrocarburos, han emitido más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo desde 1988. También hay estudios que apuntan a que el 1% más rico del planeta contamina más del doble que el 50% de la población más pobre.
«La parte más importante de que la gente tome conciencia no solo es que cambien sus acciones
«Es importante la acción individual, pero esta crisis solo se resolverá desde lo colectivo»
individuales, que también, sino que presionen a los gobiernos para que tomen cartas en el asunto. Esta crisis se soluciona desde lo colectivo», comenta Fernández. En este sentido, Bosch recuerda que la marea ecologista de 2019, protagonizada sobre todo por las nuevas generaciones de activistas, marcó un punto de inflexión y «situó la lucha contra la crisis climática en la agenda política». Antes de que la pandemia de covid-19 invadiera el mundo, miles y miles de personas salían a la calle cada viernes para sumarse a la Huelga por el Clima.
Por aquel entonces, según recogía un estudio del Pew Research Center, la crisis climática se situaba como el tema que más preocupaba a los ciudadanos de todo el mundo.
Última década
El eterno debate entre responsabilidad individual y responsabilidad colectiva tendrá que zanjarse pronto, pues tan solo queda una década para salvar el planeta. Los informes del el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) indican que si para
El 70% de las emisiones del mundo proceden de un centenar de grandes empresas
2030 no hemos conseguido frenar el aumento de las temperaturas a 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales, los ecosistemas de todo el mundo podrían empezar a colapsar. Para evitar este escenario, haría falta reducir las emisiones globales al menos un 45% en menos de 10 años. Y todavía estamos muy lejos de lograrlo (incluso tras un 2020 en que la pandemia paró literalmente al mundo entero).
«Ningún país está llegando a los objetivos marcados por el Acuerdo de París de 2015. Necesitamos
políticas mucho más contundentes para frenar esta crisis ecológica. Necesitamos justicia climática y la necesitamos ya», comenta Bosch, haciéndose eco de una reivindicación que se repite en los movimientos ecologistas de todo el mundo. Los activistas recuerdan que urge tomar acciones, pues la crisis climática ya está aquí y, aunque está afectando a todo el mundo, los países más pobres del globo están cargando con las consecuencias más duras. «Está en juego nuestra supervivencia», zanja la activista.