Carambola en la terraza
Ya tenemos propuestas para las terrazas, aumentado su capacidad, confort y belleza y sin perjudicar la movilidad. La solución ha sido poner una extensión a las aceras e ir domesticando la calzada
Colau resuelve el tema de carambola: con el beneplácito del gremio y de los vecinos y sin traicionar su compromiso electoral de humanizar la urbe y priorizar al paseante
Barcelona, año 2003. Dos chicas se instalan con una mesita y sillas plegables ocupando una plaza de zona azul de aparcamiento. Sacan una tetera y dos tacitas para merendar. Pero al poco rato llega el revisor y les pide que se vayan. Entonces, ellas le muestran el ticket, han pagado por estar ahí. El agente se queda perplejo, ¿qué hacer? No tienen matrícula para multarlas. Era una acción de Anna Pla, dentro del proyecto Terapias Urbanas, comisariado por Emiliana Design, que quería poner al descubierto algunas contradicciones de la ciudad. Un coche podía ocupar la calzada, pero dos personas no, ni pagando. Han tenido que pasar 18 años para que por fin sea posible tomar un café en la calzada. Pagando, eso sí que no cambia.
Ya tenemos propuestas para las terrazas, aumentado su capacidad, confort y belleza y sin perjudicar la movilidad. No tenía lógica la restrictiva ordenanza del alcalde Trías en una ciudad mediterránea como la nuestra. Pero tampoco podía ser el ‘campi qui pugui’ que deseaban algunos. La solución ha sido poner una extensión a las aceras e ir domesticando la calzada.
Todos los proyectos presentados tienen una calidad notable. La colaboración entre diseñador, productor, el FAD y los servicios del Ayuntamiento ha validado la fórmula. La centenaria Escofet y Urbadis son dos firmas reputadas del sector. También Durbanis, a pesar de ser de creación más reciente. Y Alberch, uno de los principales especialistas en madera. Por otro lado, FabLab del IAAC, una prestigiosa institución; y Leku Studio, especialistas en diseño táctico, del bueno. Pienso sinceramente que todas encajan en la ciudad. Pero puestos a buscar una solución innovadora –ojo con esta palabreja engañosa, nuevo no implica mejor– destaco la propuesta de FabLaby Alberch. De entrada, es monomatérica, lo cual simplifica y facilita su construcción, y añade el mínimo ruido visual en la calle. Por otro lado, es la apuesta más ecológica, con madera cultivada certificada, cuyo consumo energético es más bajo que utilizar acero u hormigón. Pero sobre todo es una terraza acogedora, tanto para el cliente como para quien pasea por la ciudad. Añadir calidez en la jungla del asfalto se agradece.
A veces voy a comer al restaurante Marinada, donde han instalado este prototipo. A Jordi Sol y
Dolors, al frente del local, se les ve felices pero inquietos. Él entiende perfectamente que deba pagarse la terraza, no va a pagarla quien no la use, claro. Y si se ensucia dice que va acoger la Kärcher y la limpiará. Actitud propositiva. Ayer pillaron a una vecina que querían llevarse unas plantas del macetero de la terraza a su casa. Comenta que eso, en la Europa civilizada, no pasaría. Pero tampoco es grave, ya se irá normalizando. ¿Y qué es más razonable, dedicar este espacio para terraza, o que lo ocupen tres coches parados allí día y noche? No hay color.
Evidentemente se trata de prototipos, les hace falta un ajuste fino. Es importante que la plataforma quede lo más horizontal posible, que el acceso desde la acera sea fluido y seguro. No se come a gusto con más de 3 grados de inclinación. También se deberán resolver temas de vandalismo, limpieza y reposición. Creo que sería algo triste y restrictivo que al final solo hubiese un único modelo. Sin caer en el desmadre actual, debería permitirse cierta personalización. Eso que hace que reconozcas tu terraza, distinta de la de al lado, pero sin chillar. También es relevante que se trata de un mueble urbano, apoyado sobre el asfalto, sin intervención en el pavimento. Y aquí se abre un interesante melón: ¿podemos hacer más extensiones de acera, para otros usos que no sea terraza o cajas metálicas sobre neumáticos? Es tanta la –mala– costumbre, que hasta cuesta imaginarlo. Debajo de los adoquines, se decía en el mayo del 68, hay la playa. Ahora resulta que sobre el asfalto crece la madera.
Algunos van a añorar las vallas Jersey pintadas de amarillo. Era una buena excusa para meterse diariamente con la Colau. Ahora va y resulta que resuelve el tema de carambola: con el beneplácito del gremio y de los vecinos y sin traicionar su compromiso electoral de humanizar la urbe y priorizar al paseante. A ver si va a ser verdad que las cosas se podían hacer de otra manera. Y mejor.