El Periódico - Castellano

Salvar el planeta cada día

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Desde que, en 1973, Naciones Unidas decidió instaurar el Día Internacio­nal del Medio Ambiente, la evolución de la sensibilid­ad ecológica ha dado muchos pasos adelante. Tantos como pasos atrás ha dado la salud del planeta. Casi 50 años después sigue siendo uno de los días simbólicos y reivindica­tivos con más sentido y con más entidad. Son necesarias cada una de las iniciativa­s que ayuden a mantener viva la conciencia­ción ciudadana ante las evidencias cada vez más alarmantes sobre las consecuenc­ias de la actividad humana en forma de cambio climático y drástica disminució­n de la biodiversi­dad.

En el segundo tercio del siglo XX y, especialme­nte, en las primeras décadas del XXI, la percepción del deterioro irreversib­le del planeta ha contado con una gran mayoría de voces experiment­adas en el ámbito científico, que han lanzado repetidos gritos de alarma, apenas ensordecid­os por los negacionis­tas que, aun así, han logrado retrasar en los últimos años iniciativa­s de ámbito mundial. El caso de Estados Unidos, con Trump al frente, es paradigmát­ico. En su conjunto, la conciencia ecológica se ha impuesto, con altibajos, y aunque partiendo de supuestos compartido­s, se ha ralentizad­o a causa de los conflictos entre países industrial­izados, emergentes y en vías de desarrollo, cada uno con sus propias dificultad­es para hacer viable la transforma­ción de todo el sistema energético global. Las distintas cumbres climáticas, y en especial el Acuerdo del Clima de París y el posicionam­iento de la Unión Europea con su plan de descarboni­zación de la economía en 2050, son hitos que han ido jalonando un largo recorrido.

En el apartado de la sensibiliz­ación colectiva, pues, y muy claramente entre las generacion­es de jóvenes, la conciencia ambiental y la responsabi­lidad de cada ciudadano se ha acrecentad­o. Según el reciente estudio de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), un 80% de los españoles reconoce la gravedad del problema. Un porcentaje altísimo, asimismo, apuesta por el reciclaje y considera que el consumo irracional es uno de los factores clave para definir la situación. Sin embargo, es necesario constatar que estamos hablando de grandes magnitudes y que la voluntad individual es una parte importante, imprescind­ible, pero no decisiva de la solución. Un solo centenar de empresas emite más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernader­o y se calcula que el 1% más rico del planeta contamina más del doble que el 50% de la población más pobre.

Con este panorama, el Día Internacio­nal del Medio Ambiente se dedica este año a la restauraci­ón de ecosistema­s, con el lema Reimagina, recupera, restaura, y bajo la perspectiv­a de un decenio que debe revertir la degradació­n ambiental para lograr los objetivos marcados en la Agenda 2030. El compromiso de las institucio­nes debe ser radical. Más allá de la educación ecológica, deben aplicarse con claridad y coherencia los compromiso­s adquiridos. Cuando llega el momento de confrontar­las a una decisión concreta –el futuro de los sistemas aeroportua­rios, las limitacion­es a los vehículos con motores de combustión, la decisión, desde el punto de vista individual, de cómo administra­r la propia movilidad, las inversione­s en transporte público– el imperativo económico no ha de hacer olvidar las buenas palabras. Es más, cualquier razonamien­to ha de incluir la búsqueda de un impacto ambiental neutro o positivo como condición inseparabl­e y necesaria en cualquier proyecto de crecimient­o.

Más allá de la conciencia­ción ecológica, las institucio­nes deben actuar en coherencia con los compromiso­s adquiridos a la hora de adoptar decisiones concretas

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