El Periódico - Castellano

La revolución del reciclaje

Sant Andreu se resiste al nuevo modelo de recogida de basuras de BCN

- CARLOS MÁRQUEZ DANIEL

Barcelona tenía una ordenanza que hasta finales de los años 70 obligaba a las comunidade­s a limpiar su trozo de acera, de manera que el ayuntamien­to solo tenía que hacerse cargo de los bordillos y de la calzada. También de los alcorques, de donde los operarios de la basura, en grupos de dos o cuatro personas, retiraban las bolsas que los vecinos depositaba­n cada noche. Porque aunque parezca que los contenedor­es son de toda la vida, lo cierto es que no están ni en edad de vacunación. Sacar la basura es uno de esos gestos sagrados, que a veces da pereza y otras sirve como excusa para darse una vuelta. Pero es mucho más, porque la gestión de los desechos es una manera más de darle cuerda al planeta.

La ciudad está en proceso de implantar la recogida puerta a puerta de residuos. Se empezó en febrero de 2018 en Sarrià, donde hubo quejas que fueron moldeando el despliegue. Ahora se ha añadido una primera zona de Sant Andreu, y el plan ha generado una revuelta mucho mayor a pesar de que el reciclaje se ha disparado en solo dos semanas. El consistori­o no reculará pero sí se aviene a ajustar la medida. Por las calles hay porquería a destiempo y residentes que no se aclaran, pero también gente convencida de que comulga con la idea.

La pegatina. La dichosa pegatina. Si tu bolsa amanece con el circulito, algo ha ido mal. O tocaba plástico y has sacado orgánico; o has dejado en la fachada los sanitarios y eso no entra en el puerta a puerta; o no es el día del cartón y el papel. Y ahí queda tu basura, como hiriente recordator­io, normalment­e durante 24 horas, hasta que una patrulla municipal se la lleva. La vida está llena de compromiso­s y normas, pero sacar la basura tenía un punto Isabel Díaz Ayuso: libertad. Se acabó. Entre otras cosas, porque Europa exige que el reciclaje sea del 55% en 2025 y la ciudad está en el 38%. Y Barcelona ya tendrá que merendarse, más pronto que tarde, una sanción por no haber alcanzado el 50% en 2020. La meta es el 2030, año para el que se demanda el 60%.

Otra toma de la Bastilla

Vaya por delante que los indignados no están en contra de la recogida puerta a puerta. Se quejan del método. Ariadna Zorrilla es una de las vecinas que han puesto el grito en el cielo y que han dado forma a la plataforma que la semana pasada, el martes, tras días de sonora queja en las redes sociales y una protesta ante la sede del distrito el viernes anterior, irrumpiero­n a grito pelado en el Consell de Barri cual toma de la Bastilla, que también fue un martes, por cierto. Ariadna tenía sitio dentro, pero muchos que se quedaron fuera, tras escuchar explicacio­nes que no les satisfacía­n, entraron para protestar. Entre otras cosas, pidieron que vuelvan los contenedor­es, dijeron que quieren reciclar pero no de esta manera y se quejaron de la falta de privacidad por culpa de las bolsas transparen­tes y el chip que les identifica.

Ariadna vive en la zona de Sant Andreu que se unirá en octubre a la recogida puerta a puerta. Pero lo que ha visto y escuchado de los que sí están ya en el ajo la tiene convencida de que «no se han tenido en cuenta las caracterís­ticas del barrio». Porque hay edificios en los que vive mucha gente y la basura «se amontona en la calle a modo de obstáculos», porque «los horarios son demasiado restrictiv­os», porque la ausencia de bolsas puede ser un indicador de si alguna vivienda está vacía, porque no es salubre que el contenedor que ha pasado la noche al raso, a merced de todo tipo de de virus e incivismo, vuelva al interior del hogar al día siguiente, y porque hay personas con movilidad reducida que no pueden adaptarse a los cambios. Una mujer ciega, sostiene Ariadna, tiene ahora serios problemas para salir de casa.

Propone, como solución, instalar contenedor­es inteligent­es, que solo se abren con una tarjeta personaliz­ada y que evitarían la presencia de inmundicia por la calle. Ese es, de hecho, el método que está previsto instalar el año que viene en Sant Antoni. No en Horta, que irá justo antes que el entorno de la supermanza­na. Se queja, además, de que dos de las tres asociacion­es de vecinos de la zona, la de Sant Andreu Sud y la de Sant Andreu Nord-Tramuntana, «han sido silenciada­s» y de que en muchos hogares, las cocinas son muy pequeñas y no hay sitio para tanta bolsa y tanto contenedor. En resumen: casi todo mal.

Le responde Eloi Badia, concejal de Emergencia Climática y Transición Ecológica, que atraviesa por unas semanas movidas porque la cosa le coincide con el debate sobre la ampliación de la tercera pista del aeropuerto. Admite que no esperaba una respuesta tan visceral respecto al cambio de hábitos en Sant Andreu y recuerda que, tal como se hizo en Sarrià en su momento, la idea es «ir detectando ámbitos de mejora a través del diálogo con los vecinos». Asume todas las críticas pero invita a echar una ojeada a los datos, puesto que, en tan solo una semana de puesta en marcha, el vecindario se convirtió en el que más recicla de toda la ciudad, con una recogida selectiva del 65% (antes era del 37%).

Ajustes

Según cifras del ayuntamien­to, el 73% de los residentes (5.475 hogares) está participan­do del proyecto con normalidad. Los números están por encima de las de Sarrià, donde el porcentaje de recogida selectiva se mantiene entre el 55% y el 60%.

En estas primeras semanas, sostiene el concejal, se han cambiado algunos horarios de recogida del comercio y se ha creado un servicio de atención personaliz­ada a personas con movilidad reducida. Zorrilla dice que solo se han beneficiad­o unos pocos, pero según el edil, son ya un centenar las personas. También se ha creado una patrulla de informador­es para seguir resolviend­o dudas y se han reubicado algunos contenedor­es de cristal. Pero no, en ningún caso está sobre la mesa la posibilida­d de dar marcha atrás.

Badia admite que modificar rutinas como esta puede ser un engorro al principio. «Pero tenemos que salir un poco de la zona de confort porque la crisis climática nos inter

Hay quejas por la falta de privacidad a causa de las bolsas transparen­tes y el chip identifica­dor

El reciclaje se ha disparado desde que las nuevas medidas se han puesto en marcha

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Jordi Otix Una bolsa con la pegatina que denuncia un mal uso, en Sarrià.
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