El Periódico - Castellano

La atomizació­n de la operación Valls

- JÚLIA REGUÉ

El edil, que desembarcó en Barcelona con la intención de convertirs­e en un referente contra el nacionalis­mo catalán, finaliza su etapa en el consistori­o de la capital catalana con su círculo político más cercano disgregado entre la Lliga Democràtic­a, el PSC y el PPC.

Élites barcelones­as y fontaneros de la política catalana llevaban meses cavilando una fórmula para desalojar al independen­tismo de las institucio­nes, mucho antes del convulso otoño de 2017. La maquinaria estaba ya en marcha cuando en uno de los habituales encuentros en petit comité, no más de 10 personas, se puso sobre la mesa el nombre del ex primer ministro francés Manuel Valls. Levantaron el teléfono y empezaron los encuentros discretos, en Barcelona y en París, para ungirlo como un referente contra el nacionalis­mo catalán.

Valls comenzó poco después una tournée por las altas esferas, conectando con su infancia en la capital catalana y siendo cada vez más proclive a tender una mano. Se involucró en la campaña del 21-D sin querer atarse a ninguna sigla, hasta que le convencier­on para que fuera cabeza de cartel en las municipale­s de 2019 en la capital catalana como revulsivo contra el ‘procés’ con un perfil marcadamen­te europeísta. Valls suponía el primer embate de un proyecto a largo plazo que empezaba en Barcelona, tenía continuida­d en el Parlament y debía terminar en el Congreso.

Aceptó con los requisitos de liderar una plataforma y poder maniobrar sin tutelas. Quería ser alcalde, no sentarse en la bancada de la oposición. Pero ni el PSC ni el PPC aceptaron su oferta y acabó atado a Cs, pese a fichar a gurús maragallis­tas, y con parte de los intermedia­rios que lo acercaron a Catalunya abandonand­o. Fue la primera crisis de una trayectori­a barcelones­a llena de baches y que ha terminado con la atomizació­n de un proyecto que incluso él da por finiquitad­o a medio mandato municipal. Vuelve a Francia.

Ruptura anunciada

La relación entre Valls y Albert Rivera estuvo marcada por la tensión. Los pactos autonómico­s entre PP y Cs con el espaldaraz­o de Vox irritaban al francés, que defendía que no podía haber compromiso­s con la extrema derecha. En las filas naranjas no entendían cómo un free rider heredaba beneficios mediáticos y económicos sin tenerlos en cuenta. Fuentes del entorno de Valls aseguran que la relación estaba «completame­nte rota» antes de comenzar la campaña y señalan que fue «obligado» a acudir a la plaza de Colón en la manifestac­ión contra Pedro Sánchez por dialogar con la Generalita­t, «aunque pudo escaquears­e de la foto». «Ahí descubrió que Rivera no es Emmanuel Macron».

El divorcio se consumó la noche electoral. Valls decidió que rompería con Cs cuanto antes y ofrecería sus votos a Ada Colau para evitar que ERC dominara el ayuntamien­to. De los seis ediles, los naranjas se quedaron con tres y sumaron al cuarto, el exalcalde de L’Hospitalet de Llobregat (PSC) Celestino Corbacho, tras garantizar­le un puesto en la Diputación de Barcelona y blindarle su independen­cia. Valls se quedó solo con su mano derecha, Eva Parera, y recienteme­nte ha recuperado a Marilén Barceló, edil de Cs que ya ha cursado su baja para convertirs­e, si supera los trámites, en concejala de Barcelona pel Canvi. De lo contrario, se quedará como no adscrita.

Travesía sin rumbo

Pese al fiasco municipal, el plan de aquel reducto de empresario­s y fontaneros continuó con el nacimiento de Lliga Democràtic­a para dar el salto al Parlament. Parera y otros promotores como el expresiden­te de Societat Civil Catalana, Josep Ramon Bosch –que estuvo en la primera parte de la operación Valls–, alumbraron un partido que no escapó de la trifulca interna incluso antes de finalizar el registro. Parera –que recibió el aval de Valls para lanzar ese partido– rompió el carnet en desacuerdo con la intención de abrir el ideario para aglutinar a todo el catalanism­o moderado, también el que se considera soberanist­a. El barco siguió su viaje, pero la alianza con otros partidos como Lliures, Units per Avançar y el PNC naufragó y no concurrier­on al 14-F, a cuya cita sí se presentó Parera, como número tres del PP en condición de independie­nte. Y es que antes de fichar por los populares, la intención inicial era relanzar la marca de Barcelona pel Canvi para darle un giro municipali­sta y autonómico. En ello se volcaron Parera y el secretario de Organizaci­ón y Comunicaci­ón, Fernando Carrera. Al constatar su falta de opciones, aparcaron ese frente y se centraron en la implantaci­ón territoria­l de la marca. Las aguas tampoco estaban calmadas puertas adentro y Carrera decidió marcharse. Fichó hace poco por el PSC convirtién­dose en asesor del grupo municipal que lidera Jaume Collboni. El futuro está desdibujad­o, pero la marcha de Valls allana un posible entendimie­nto entre Parera y el PPC para las municipale­s de 2023, con Cs inmerso en evitar la desaparici­ón y el PSC decidido a ocupar su espacio político.

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RicardCuga­t Manuel Valls, regidor de Barcelona pel Canvi en el ayuntamien­to de la capital catalana, en 2019.
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Eva Parera, número dos de Manuel Valls en el consistori­o barcelonés y número 3 del PPC el 14-F, el pasado enero.

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