Del secretismo alemán a la generosidad de EEUU
Los indultos son una medida de gracia que se aplica en muchos países, aunque con matices y en base a criterios no siempre iguales. En algunos casos, no están exentos de polémica, como el que concedió Ford a Nixon por el caso Watergate antes incluso de que le fuera imputado ningún cargo.
ALEMANIA
Secreto de Estado
En Alemania, la figura legal que permite indultar a un preso recibe el nombre de Begnadigungsrecht (derecho de indulto). Solo puede aplicarlo el presidente federal del país o, en determinados casos de ámbito regional, los primeros ministros de los 16 estados federados.
Las peticiones de indulto son analizadas cuidadosamente desde un punto de vista jurídico antes de aterrizar en las mesas del presidente o de un primer ministro. También se tiene en cuenta la edad, el estado de salud y la biografía del peticionario de indulto.
En la mayoría de ocasiones no trasciende quién ha sido indultado ni tampoco las razones. Este secretismo ha tenido excepciones en la historia de la República Federal. En los 80 y los 90, y también a inicios del presente siglo, cuatro presidentes federales diferentes decidieron indultar a un total de siete miembros del grupo armado de extrema izquierda Fracción del Ejército Rojo (RAF), ya desaparecido. Algunos de ellos habían sido condenados a penas de cadena perpetua. La decisión generó un fuerte debate público en el país. ANDREU JEREZ
ESTADOS UNIDOS
Un uso copioso
En EEUU el poder presidencial para indultos es amplio, solo no aplicable a casos de impeachment o delitos estatales, y se ha utilizado generosamente a lo largo de toda la historia. El más polémico de la historia reciente fue el indulto «total, libre y absoluto» que concedió Gerald Ford a Richard Nixon incluso antes de que el expresidente, que se vio forzado a dimitir por el escándalo del Watergate, fuera imputado con ningún cargo.
La posibilidad de otro indulto preventivo, en este caso para sí mismo, planeó hasta el final de mandato de Donald Trump, pero el republicano finalmente no dio ese paso ni para él ni para sus tres hijos mayores o para su abogado, Rudolph Giuliani. Lo que sí hizo fue extender la clemencia a muchos de sus aliados condenados a raíz de las investigaciones del Rusiagate. Entre los 237 beneficiarios figuran su exestratega jefe, Steve Bannon.
Barack Obama, firmó 1.927 órdenes de clemencia, volviendo a números que no se veían desde la presidencia de Harry Truman. La inmensa mayoría fueron conmutaciones de penas en casos de drogas, pero también en el de Chelsea Manning, la soldado condenada por filtraciones a Wikileaks.
Otro sonado perdón fue el de George W. Bush a Lewis Scooter Libby, condenado por revelar la identidad de la agente de la CIA Valerie Plame para vengarse de las críticas a la guerra de Irak de su marido, el embajador Joseph Wilson. IDOYA NOAIN
FRANCIA
Un recurso cada vez más raro
La concesión de indultos en Francia está reservada a los presidentes. Georges Pompidou es quien más recurrió a la gracia durante su mandato con más de 8.000 perdones, superando así las 6.000 venias dictadas por François Mitterrand o Valéry Giscard d’Estaing. Uno de los indultos más célebres es el que concedió Émile Loubet al capitán Alfred Dreyfus, condenado por traición en un proceso judicial de tintes antisemitas y plagado de irregularidades.
Con el paso de los años, el recurso a la gracia presidencial se ha convertido en una rareza y, por ende, mediático y, a veces, polémico. En 2008, Nicolas Sarkozy acordó la gracia parcial al exprefecto del departamento de Var, Jean-Charles Marchiani, condenado por tráfico de influencias. En 2016, François Hollande decretó una de las gracias más mediáticas y aplaudidas: el indulto total de Jacqueline Sauvage, condenada a 10 años de prisión por asesinar a su marido maltratador tras más de cuatro décadas de vejaciones. En 2018, Emmanuel Macron concedió su primera gracia parcial a una exprostituta condenada en 1988 a cadena perpetua por doble asesinato. La venia reemplaza la pena inicial por 20 años de prisión y permitirá a Marie-Claire F., septuagenaria, beneficiarse de unas condiciones penitenciarias más flexibles. IRENE CASADO
ITALIA
Para vaciar las cárceles
En Italia, la herramienta jurídica del indulto ha sido utilizada en las últimas décadas sobre todo para reducir la población carcelaria, en virtud del endémico problema de hacinamiento de las prisiones. En 2006, cuando había cerca de 70.000 personas recluidas en cárceles del país, fueron liberados más de 25.000 presos. En 2013, otros 10.000 se beneficiaron del perdón, según datos de la policía penitenciaria.
También han sido favorecidos con indultos, gracias o amnistías personas afiliadas a grupos políticos acusados de actos violentos o de terrorismo, lo que a menudo ha provocado polémicas en la sociedad. Un ejemplo es el caso de Ovidio Bompressi, antiguo integrante del grupo de extrema izquierda Lotta Continua, y Silvia Baraldini, una activista italiana cercana al movimiento estadounidense de las Panteras Negras. Ambos fueron excarcelados en 2006.
También han sido beneficiados con las gracias políticos, banqueros acusados de fraude, periodistas con condenas por difamación, e incluso una antigua agente de la CIA, Sabrina de Sousa, condenada por haber secuestrado ilegalmente a un imán en Milán en 2003. IRENE SAVIO
REINO UNIDO
Una prerrogativa real
En el Reino Unido los indultos reciben el nombre de Prerrogativa real de gracia (Royal prerogative of mercy), un poder para indultar a cualquiera condenado por un delito que históricamente estaba en manos de los monarcas absolutos. En la actualidad, esos poderes reales están delegados en el ministro de Justicia, quien propone los perdones a la soberana.
El caso más famoso tuvo lugar en 2013 cuando Isabel II concedió a Alan Turing un indulto a título póstumo. El matemático, héroe nacional por su papel en la victoria aliada de la Segunda Guerra Mundial, fue condenado en 1952 por atentado contra la moral pública dada su condición de homosexual. Turing terminó suicidándose.
A veces los perdones reales son tan controvertidos que se han mantenido en secreto, como los que concedió en los 80 el Gobierno de Margaret Thatcher a miembros de grupos paramilitares de Irlanda del Norte. BEGOÑA ARCE