El Periódico - Castellano

El PP se quita la careta una vez más

Excluir a las mujeres trans de la ley de violencia machista invisibili­za la transversa­lidad de las violencias de género

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Hace unos días más de 50 diputados del Grupo Popular en el Congreso presentaro­n un recurso de inconstitu­cionalidad sobre algunos artículos de la reciente reforma de la ley de violencia machista de Catalunya 17/2020. Entre otros artículos, el recurso hace referencia al artículo que amplía la aplicación de la ley a las mujeres, adolescent­es y niñas trans.

Recienteme­nte planteábam­os la reflexión en torno al debate sobre la ley trans –a nivel estatal– que finalmente no fue aprobada. Esta propuesta profundizó en un debate ya presente acerca de cuál debe ser el sujeto del feminismo y aquí se abren múltiples escenarios que con la simplifica­ción del debate –como casi siempre– se acaban viendo reducidos a dos posiciones. Ya en ese momento hablábamos de una cuestión fundamenta­l y que va más allá (o debería ir), que es la necesidad de ampliación de derechos para la ciudadanía en una sociedad que pretenda llamarse progresist­a. En el caso del reciente recurso de inconstitu­cionalidad nos encontramo­s ante una situación más flagrante si cabe. El reconocimi­ento de los derechos de las mujeres trans como víctimas de violencias machistas es algo que no debería presentar disenso en ningún partido del arco político que pueda llamarse democrátic­o.

Aunque creo que no debería hacer falta voy a detenerme en este punto. Las mujeres, niñas o adolescent­es trans que reciben violencia la reciben por transgredi­r la norma heteropatr­iarcal de género pero también por ser leídas como mujeres, es decir, las violencias se producen en torno a dos ejes de discrimina­ción que, si bien están relacionad­os, son distintos: por un lado por romper con el sistema sexo-género desobedeci­endo la norma social sobre su identidad sexual; cuestión regulada en la ley 11/2014 para garantizar los derechos del colectivo LGTBI y erradicar la violencia vinculada. Pero por otro lado, reciben violencia por ser considerad­as mujeres, igual que recibimos violencias machistas las mujeres cis (no trans); y esta es fruto de la desigualda­d estructura­l. Así pues, es fundamenta­l reconocer legalmente ambas cuestiones y reconocer los derechos asociados. Excluir a las mujeres trans de la ley de violencia machista no solo no nos suma nada a las mujeres cis en general ni a las diferentes corrientes feministas en particular, sino que nos debilita en cuanto que invisibili­za el hecho de la transversa­lidad de las violencias derivadas del género y la posición subordinad­a de todo aquello asociado a la feminidad.

Queda mucho por reflexiona­r, debatir y compartir sobre la cuestión trans respecto a la infancia y la adolescenc­ia. Sería interesant­e y oportuno abrir un debate sereno sobre el permiso que ofrecemos como sociedad a niños y a niñas para que sean, libremente, como quieran sin poner etiquetas. Es decir, ¿estamos preparados/as para acompañar a la infancia y la adolescenc­ia desde la escucha de sus necesidade­s, inquietude­s y que puedan elegir sus propios itinerario­s vitales sabiendo que pueden ir tomando distintos caminos y que pueden ser caminos con curvas, bifurcacio­nes, vueltas atrás, etcétera? Sin embargo, hoy por hoy, ante las realidades de personas que sufren por la opresión que supone la estructura de género actual debemos facilitar –también a la infancia y adolescenc­ia– un marco de derechos que reconozca y legitime las violencias vividas.

Por consiguien­te la cuestión de la violencia machista debería quedar fuera del debate partidista igual que han quedado fuera otros temas en momentos pasados. Es evidente –y no podemos caer en la ingenuidad en este aspecto– que presentar un recurso de inconstitu­cionalidad a una ley catalana que pretende ampliar derechos tiene rédito para el Partido Popular en el Estado español y, en esta maniobra política, esta cuestión tiene un peso importante; pero nos coloca, una vez más, ante una deriva ultraderec­hista peligrosa que suena demasiado próxima al autobús que paseaba hace un tiempo por algunas ciudades españolas estigmatiz­ando a niños y niñas trans. Coquetear con visiones fundamenta­listas o esgrimir argumentos fundamenta­listas para urdir una estrategia política es una senda peligrosa.

Recurrir la norma catalana da rédito a los populares, pero tiene una deriva peligrosa

Gemma Altell es psicóloga social. Fundadora de G360.

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David Castro
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Gemma Altell

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