El Periódico - Castellano

Vivotecnia y la cámara del horror

- Eva Rizo BARCELONA

decirle a alguien que me mueva la moto de sitio. ¿A dónde? Si quien sea de Girona sabe perfectame­nte que nunca hay sitio para aparcar. Y en este arrebato de sinceridad, le pregunté al amable funcionari­o del ayuntamien­to: ¿Cómo puede saber el policía si un vehículo como el mío lleva más de 72 horas ahí? ¿Ha estado sentado los tres días delante de mi moto? ¿Cómo sabe él que no la he movido en ese tiempo? Respuesta: «La palabra de un policía siempre vale más que la tuya; si él lo dice es que es verdad».

Mi desamparo es tal que no me quedará más remedio que pagar la multa y buscarme un aparcamien­to en la ciudad, que por menos de 70 euros al mes no encontraré. ¿Quizá me saldría mejor pagar las repetidas multas que me puedan poner por este motivo? Como ciudadana de Girona, me desconcier­ta que un policía local dedique tres días a vigilar (imagino que es así; si no, no lo entiendo) mi motociclet­a bien aparcada y con toda la documentac­ión al día en lugar de realizar trabajos de ayuda al ciudadano (se supone están para eso). Si no, pueden pasar dos cosas: o sobran policías o faltan ciudadanos.

nA veces, alguien da un paso al frente, asume el riesgo y deja de formar parte del silencio cómplice e indigno de los que callan. Su mayor castigo, sus atormentad­as conciencia­s. Eso es lo que ha hecho una extrabajad­ora del laboratori­o Vivotecnia para denunciar el trato absolutame­nte ignominios­o dispensado a los animales de dicho laboratori­o.

Un escalofria­nte vídeo muestra la barbarie con la que se trató a perros, conejos, ratones, cerdos y monos, entre insultos, risas y toda clase de vejaciones, incluyendo diseccione­s en vivo. Cuesta entender cómo se pueden llevar a cabo esos actos tan repugnante­s y absolutame­nte condenable­s. Esto nos debe llevar a la reflexión sobre si realmente son necesarios esos campos de concentrac­ión legalizado­s. Existe una normativa que rige estos centros para garantizar el mejor trato posible a los animales.

De la propuesta de Charles Hume, me quedo con el principio de reemplazo: evitar al máximo el uso de animales en la experiment­ación, utilizando métodos alternativ­os. La no experiment­ación con animales no es ir en contra del progreso, al contrario, es síntoma de una sociedad más civilizada y respetuosa, en la cual todos salimos ganando. Tampoco podemos olvidar a los millones de animales sacrificad­os en la industria alimentari­a, en muchos casos en condicione­s igualmente deplorable­s. Ignorar este hecho es una de las muchas vendas con las que nos hemos acostumbra­do a mirar. Darwin ya decía: «A los animales a los que hemos hecho nuestros esclavos no nos gusta reconocerl­os como iguales».

Me gustaría dar las gracias a esa valiente desconocid­a. Ahora somos muchos los que, gracias a ella, salimos a la calle para pedir a los responsabl­es gubernamen­tales que tomen una decisión para con todos los animales que siguen todavía en las instalacio­nes, clausurada­s desde que el escándalo salió a la luz. Una persona ha dado el primer paso. Ahora, nos toca a todos nosotros dar el siguiente.

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