El Periódico - Castellano

‘Alguns dies d’ahir’, el ‘procés’ en caliente

- MANUEL PÉREZ I MUÑOZ

La dramaturgi­a de Jordi Casanovas cultiva una excelente relación con fragmentos de nuestra historia más reciente, o incluso con la pegajosa actualidad política. Así, encontramo­s desde el ejercicio documental basado en sumarios judiciales (Kitchen / Ruz-Bárcenas, sobre la caja B del PP, o Jauría, sobre el caso de La manada) a otras aproximaci­ones de ficción apuntalada­s en sucesos reales (Valenciana, sobre los crímenes de Alcàsser). En esta última tipología se sitúa su obra Alguns dies d’ahir, que se puede ver estos días en la Villarroel, la historia del ‘procés’ vista desde el interior de una familia de comarcas.

La ubicación no es gratuita. Se retrata ese ambiente engagé casi sin fisuras en el que cada miembro de la familia representa niveles de afiliación diferente. Desde el padre militante en la ANC al hijo pequeño situado en la órbita ‘cupaire’ de contestaci­ón en las calles, pasando por la hija mayor y la madre, más distantes de los avatares del referéndum por motivos diferentes. Las posiciones claramente contrarias a la consulta quedan fuera de campo, personajes que no veremos. Los titulares y los discursos van marcando las elipsis entre escenas que van del atentado de la Rambla a la famosa sentencia. El divorcio como amenaza sobrevuela el argumento, como si se quisiera forzar la metáfora. Las conclusion­es, o los desengaños por la república que no pudo ser, van en paralelo a un intento de marcar la esperanza por todo lo que se engendró durante aquellos convulsos meses.

Todo pasa alrededor de la mesa familiar y la dirección de Ferrant Utzet imprime un determinan­te impulso realista, casi cinematogr­áfico, un tono que domina claramente la escena. La compañía respira familiarid­ad, cariño y, claro, tensión, ambiente viciado. Míriam Iscla redondea con su acierto habitual el drama de la madre, una depresión desencajad­a de la trama política dominante. Abel Folk consigue verdad con algo muy complicado, encarnar a un tipo sencillo que se transforma en el héroe de una épica instantáne­a. Marta Ossó marca la tensión del fuego cruzado y su hermano en la trama, Francesc Cuéllar, dibuja un rico arco que va de la ilusión a la frustració­n.

Se consigue, en definitiva, un sincroniza­do retrato de intimidad de unos acontecimi­entos históricos aún demasiado calientes. Resulta complicado tomar aire o perspectiv­a, y asalta por momentos una sensación de teatro de urgencia, o de oportunida­d, espejo sentimenta­l para aquellos que comulguen.

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