Lunes de deshielo
El viernes 28 de mayo, tras la formación del Govern de Aragonès, escribí con cautela que habíamos entrado en una fase de «desempeoro». Habíamos dejado de empeorar. No era poco. Luego se ha confirmado que el Gobierno de Sánchez se inclina por la concesión de un indulto parcial a los políticos catalanes condenados a penas que llegan, caso de Oriol Junqueras, a los 13 años de prisión.
Y ayer lunes, curiosamente el primer día de la semana en la que en Madrid la oposición a los indultos saldrá a la calle, la relación entre los dos gobiernos (catalán y español) ha entrado en fase de deshielo, condición necesaria pero no suficiente para que el diálogo sea fructífero. Ayer hubo dos hechos que corroboran el deshielo. El primero, la carta de Junqueras al diario Ara en la que reconoce que hay gestos (los indultos) que pueden contribuir a aliviar el conflicto. Junqueras cree que la solución es la amnistía, que tendría un carácter más general, pero modifica su actitud de 2019 cuando en una entrevista a Nació Digital expresó una oposición radical a los indultos.
La carta de Junqueras es así un relevante gesto de distensión que se relaciona con el del Gobierno de Sánchez al afrontar los indultos. Aún más cuando Junqueras, al aprobar la vía escocesa del referéndum pactado y al reconocer que las acciones del independentismo en 2017 no fueron comprendidas ni en España ni en parte de la sociedad catalana, renuncia de forma tácita a la vía unilateral a la independencia. Incluso afirma que sería irresponsable renunciar a la mesa de diálogo aunque tarde en dar resultados.
Pero no es solo Junqueras. Ayer tuvo lugar el primer acto de celebración de los 250 años del Foment del Treball, la patronal catalana, con la entrega de la medalla de la entidad a Javier de Godó, editor de La Vanguardia, diario que cumple su 140º aniversario. Y el morbo político fue la coincidencia del nuevo presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y del presidente Pedro Sánchez. Y más tras que Josep Sánchez-Llibre, presidente del Foment, recalcara que los empresarios, para poder invertir y generar empleos, necesitan estabilidad política, que pasa por el diálogo y la colaboración de los dos presidentes sentados en la primera fila.
En los discursos de ambos no hubo ningún anuncio concreto, pero flotó la voluntad de distensión y deshielo. Aragonès, en un discurso cordial y muy medido, afirmó que el Govern insistirá en la amnistía y el referéndum como punto de partida de la solución, pero que estaba interesado en conocer y estudiar las propuestas del Gobierno español.
Sánchez no contestó directamente, sino que trazó un cuadro optimista del futuro por el éxito de la vacunación (el 70% de la población estará vacunada muy pronto) y por el crecimiento del PIB, superior al 5% tanto este año como en 2022 gracias al inicio de la llegada de los 140.000 millones del fondo de recuperación europeo. Y es aquí cuando dijo enfáticamente: «Os necesitamos» (¿a los catalanes?, ¿a los empresarios del Foment?) para la modernización de España.
Del desempeoro hemos pasado en pocos días al deshielo y a la voluntad de superar crisis, conflictos y callejones sin salida –Sánchez dixit– para llegar al reencuentro.
Suena bien, incluso mucho mejor que lo que hemos oído durante demasiados años. La inquietud es saber cómo –ya intuimos quiénes– le podrán poner el cascabel al gato sin quedar ahogados ni por las expectativas excesivas ni por los radicales recalcitrantes. De aquí y de allí.
La carta de Junqueras y la coincidencia de los dos presidentes en Foment allanan el camino del diálogo