El Periódico - Castellano

¿Existen (verdaderos) patriotas españoles?

Vox y el PP tienen claro que todo vale para acabar con el independen­tismo, paso previo a la recentrali­zación y a la disolución de la identidad nacional catalana

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Más allá de los indultos, el PSOE carece de una propuesta para los catalanes. Como Rajoy, parece que Sánchez ha llegado a la conclusión de que lo mejor es hacer lo menos posible

Tras titubear, Pablo Casado se enroló en la ofensiva en contra de los indultos a los presos independen­tistas. En el PP recogen firmas como hicieron contra el Estatut y se concentrar­án el próximo domingo con Vox (y los vestigios de Ciudadanos) en la plaza Colón, con la rojigualda contra el cielo de junio. ¿Por qué hace Casado tal cosa? Respondo: porque, tras la victoria aplastante en la Comunidad de Madrid, está convencido que le va a ayudar a desgastar al Gobierno de Sánchez. También porque cualquier cosa vale para esconder los escándalos de corrupción que arrecian sobre el PP. Otro motivo: no dejar el anticatala­nismo –con tanto afán engordado desde siempre– en manos de Santiago Abascal.

Por supuesto, todo tiene su contrapart­ida. Primero, es cierto que los indultos no gustan en general a los votantes del PSOE (fuera de Catalunya), pero muy pocos, si hay alguno, van a decidir su voto por este asunto. Más aún porque queda mucho para que las urnas se abran. Entre las actuales inquietude­s de los españoles, los indultos ocupan, creo, un lugar discreto. En segundo lugar, la ofensiva propagandí­stica deja fuera de juego a los populares catalanes, quienes, una vez más, se convierten en víctimas de la estrategia diseñada desde la madrileña calle Génova. Debería saber Casado que ganar sin Catalunya –donde, pese a ser el lugar en que se produjo el supuesto «golpe de Estado», una amplia mayoría de ciudadanos apoya los indultos– es no imposible pero sí complicadí­simo. Por último, el PP vuelve a dejarse arrastrar por Vox. Un error político además de un disparate moral. Cuanto más se acerque a Vox, más dependerá de los de Abascal para, algún día, llegar a la Moncloa. Por otra parte, y como se sabe, ante la disyuntiva, el elector prefiere siempre el original a la copia. Vox es quien más gana excitando las bajas pasiones. No veo claros los beneficios que, de este negocio, pueda sacar el PP.

Vox y el PP tienen claro que todo vale para acabar con el independen­tismo, paso previo a la recentrali­zación y a la disolución de la identidad nacional catalana. Que justamente sus ataques hayan convertido el independen­tismo en el gigante que es hoy en Catalunya les trae al pairo. La antipolíti­ca es eso: la insomne búsqueda de la derrota y la humillació­n del adversario, nunca el acuerdo o el pacto. Aunque sea grave el problema y se dañe a la patria a la que se asegura amar.

Así es que cuando Sánchez declara, inspirándo­se en el Eclesiasté­s, que «hay un tiempo para el castigo y un tiempo para la concordia», el ataque del PP consiste en repetir, una y mil veces, que lo que busca es mantenerse en el poder: «¡vendepatri­as!». Por cierto, la acusación que asoma también en el informe sobre los indultos del Tribunal Supremo, que abusa una vez más de sus funciones. (Nota bene: uno de los más graves problemas de España es el agrio desafío de la cúpula judicial al Gobierno).

Los socialista­s –la parte que no comparte el sueño imperial de la derecha española– simplement­e, no tienen un plan para Catalunya. Hablan de los indultos en términos de «pacificaci­ón y concordia», como si fueran principio y final, alfa y omega, es decir, siguen limitándos­e al dedo, que es en lo que se fija el necio cuando el sabio señala a la luna. Más allá de los indultos, solo existe el vacío, el PSOE carece de una propuesta para los catalanes. Como Rajoy, parece que Sánchez ha llegado a la conclusión de que –dada la complejida­d y magnitud del reto– lo mejor es hacer lo menos posible. Buscar la «conllevanc­ia» e intentar apaciguar y reducir el independen­tismo. Cronificar. Pedro Sánchez no tiene un plan porque no se atreve a tenerlo. Le falta valentía, sentido de Estado –el estadista es el que piensa en las próximas generacion­es (Bismarck)– y verdadero patriotism­o. Si tuvieran una propuesta a los socialista­s les sería mucho más fácil defender los indultos, con fuerza y convicción. No como si fueran una crema para calmar las irritacion­es de la piel y proporcion­ar un inmediato bienestar, sino con argumentos anclados en un relato potente y constructi­vo. Podrían prometer que van a acometer el reto de la diversidad y van a esforzarse en cambiar las cosas, para añadir que los indultos son solamente el necesario primer paso de ese proyecto de alcance y ambición mucho mayores.

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P Marçal Sintes es periodista. Profesor de Blanquerna–Comunicaci­ón (U. Ramon Llull).

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