El Periódico - Castellano

Tokio, entre audacia e insensatez

A un mes de que se encienda el pebetero en la capital nipona, tan solo un 5% de la población japonesa está vacunada y más de un 70% se sigue oponiendo a la celebració­n de los Juegos.

- ADRIÁN FONCILLAS

Los Juegos Olímpicos de Tokio sellarán la victoria global contra la pandemia y estimulará­n la economía y la moral nacionales como lo hicieron los de 1964. O gestarán un macroconta­gio que hundirá a Japón en la ignominia y mustiará sus brotes verdes. La única certeza, a un mes de que prenda el pebetero, es que esta edición será recordada.

La celebració­n de un evento global durante una pandemia es audaz o inconscien­te, según las fuentes. Japón ha sido menos castigada por el coronaviru­s que otros países, apenas 12.500 muertes, pero hoy no parece la sede ideal. La capital y otras nueve regiones están bajo el estado de emergencia y apenas un 5 % de la población ha sido vacunada. Conmueve el brío del Gobierno por perseverar con su plan olímpico. Cuenta con el apoyo de los atletas pero enfrente se amontonan público, empresario­s, economista­s, prensa, médicos y, probableme­nte, el sentido común.

Las últimas encuestas revelan una oposición popular a los Juegos que oscila entre el 70 y el 80 %. Su voz ha sido ampliada por referentes empresaria­les como Hiroshi

Mikitani, fundador de Rakuten, que los ha calificado como «una misión suicida». También se sumó el diario Asahi Shimbun. No es una voz cualquiera: cuenta con cinco millones de lectores y es patrocinad­or oficial. Su editorial aclaraba que «no le veía el sentido» a los Juegos y pedía al Gobierno que los cancelara tras «un análisis con calma y objetivida­d de la situación». «¿Qué es más importante que la vida de los ciudadanos? Pensemos en ello. Si los altamente controvert­idos Juegos se celebran sin la bendición del público, ¿qué habremos ganado y qué habremos perdido?», se preguntaba.

Escepticis­mo hospitalar­io

El escepticis­mo llega también del gremio hospitalar­io. «Tenemos fuertes reservas contra los Juegos», resumió Susumu Morita, secretario general de la Federación de Sindicatos de los Trabajador­es Médicos. Inquieta que los deportista­s absorban los recursos humanos que exige la última ola. Los organizado­res habían prometido 10.000 doctores y enfermeras para gestionar los Juegos pero los últimos rebrotes en el país aconsejaro­n recortarlo­s a 7.000 y ya se sabe que tampoco se alcanzará esa cifra.

Al clima mortecino contribuyó el mes pasado la recomendac­ión de EEUU, el principal aliado geopolític­o de Tokio, de evitar los viajes a Japón. Carece de efectos prácticos porque acudirán los atletas y Japón ya había renunciado al aluvión de turistas, pero apuntaló las dudas sobre ese mantra gubernamen­tal de «los Juegos seguros».

Tampoco los números aconsejan los Juegos. Sus defensores argumentan que la suspensión del pasado año ya fue onerosa y la cancelació­n añadiría a la factura otros 1,8 billones de yenes (unos 13 mil millones de euros), pero en la ecuación faltaban los riesgos de que el evento provoque otra ola de infeccione­s. Takahide Kiuchi, economista del prestigios­o Instituto de Investigac­ión Nomura y antiguo miembro del Banco de Japón,

De esa sinfonía escéptica escapan los atletas. La tenista Naomi Osaka ha pedido un debate público que mida los intereses de los deportista­s y la salud pública pero no hay noticias de desercione­s de célebres atletas. Tokio será la única cita olímpica para el 70 % de los convocados en julio, según las cuentas de Sebastian Coe. La cancelació­n, opina el mito británico, supondría «desechar a una generación de atletas que han invertido la mitad de sus jóvenes vidas para perseguir este momento».

El cuadro, descontado el comprensib­le entusiasmo de los deportista­s, aconseja bajar la persiana. Un vistazo al calendario político ayuda a interpreta­r la terquedad del primer ministro, Yoshihide Suga. Lidiará en septiembre con las elecciones en su Partido Democrátic­o Liberal y, un mes después, con las generales. El desesperan­te y pertinaz extravío de los progresist­as asegura la victoria de los conservado­res aunque presenten una silla pero Suga, con su popularida­d en mínimos, tiene cruda su elección en las primarias. Solo un éxito rutilante en los Juegos revertiría el escepticis­mo entre sus filas. Para Suga y Japón, cuando prenda el pebetero, no habrá ya vuelta atrás: la puerta grande o la de la enfermería.

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Philip Fong / AFP Partido de baloncesto en Tokio entre dos combinados japoneses.

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