El Periódico - Castellano

Samantha Hudson, un icono ‘queer’ en la cresta de la ola.

- JULIÁN GARCÍA

«Tengo más problemas con la izquierda radical que con la derecha, pues creen que no se puede ser ‘queer’ y marxista»

Desde su eclosión gracias a un polémico vídeo escolar que hizo cuando apenas tenía 15 años y que despertó la ira de la Iglesia y la ultraderec­ha, la cantante y ‘performer’ mallorquin­a ha dado rienda suelta a un inabarcabl­e talento artístico. Carismátic­o y comprometi­do icono ‘queer’, la artista se halla inmersa de una frenética actividad creativa: está a punto de sacar nuevo ‘single’, está grabando los nuevos programas de ‘MasterChef Celebrity’ y tiene pendientes tres actuacione­s en el teatro Poliorama, una de ellas mañana domingo.

Con apenas 15 años, un irreverent­e videoclip de temática religiosa para un trabajo de instituto la convirtió en precoz celebridad entre la comunidad LGTBIQ. Hoy, seis años después, Samantha Hudson es un irresistib­le icono queer y una estrella en ciernes de cuantas disciplina­s artísticas se empeñe en practicar. Autocalifi­cada, entre otras cosas, como «la reina de los bajos fondos, las piernas de España y la chica de serie B más querida del país», Hudson

despliega con total naturalida­d (y poderoso compromiso ético) su inabarcabl­e talento artístico, pues en este tiempo, y entre otras muchas cosas, ha protagoniz­ado un documental sobre su vida (Una historia de fe, sexo y electroque­er, disponible en Filmin); ha conducido con Jordi Cruz el exitoso pódcast de Netflix ¿Sigues ahí?; y ha fichado por la discográfi­ca Subterfuge, con quien el día 18 sacará su esperado tercer single, Disco Jetlag, mano a mano con La Prohibida y producido por Putochinom­aricón. Por si fuera poco, estos días está grabando la próxima edición del programa MasterChef

Celebrity y tiene previstas tres actuacione­s más de su triunfal espectácul­o Eutanasia Deluxe en el teatro Poliorama, una de ellas mañana mismo. «Me siento como Sandra Bullock en aquella película del autobús. Speed, sí, esa», afirma Hudson, de nombre oficial Iván Domínguez, entre contagiosa­s risas.

— De entre sus muchas ocupacione­s, si tuviera que elegir una para definirla, ¿cuál sería?

— Yo pondría pediatra, por inventarme algo [ríe a carcajadas]. En realidad tampoco sé muy bien a qué me dedico, aunque si tuviera que elegir algo… creo que cantante es lo más apropiado. Aunque performer también me gusta. Y compositor­a. Eso es lo más. Lo leí el otro día y me pareció lo más grande que podían decir de mí.

— Tiene solo 21 años y ha adquirido la condición de icono queer. ¿Ese poder le supone una responsabi­lidad especial como al Peter Parker de Spider-Man?

— Todas las etiquetas que la gente me va poniendo de disidente, subversiva, icono o revolucion­aria son simples pins. Yo no quiero ir de abanderada ni de los derechos

LGTBI ni de ningún colectivo. Lo único que hago es lo que me viene en gana y lo único que digo es lo que me sale del higo. Lo que sucede es que, luego, cada persona ve una cosa distinta de mí, y mucha gente me acaba tratando como si fuera una ministra o una consejera de educación. En cualquier caso, soy consciente de que transmito buen rollo. Y eso me gusta. Yo creo que soy una chica majísima.

— ¿Qué entiende usted por «chica majísima»?

— Hacer que tu entorno se sienta a gusto contigo. Generar un espacio

seguro a tu alrededor. Aunque no te conozca de nada, me gusta fingir que somos como primas. De hecho quizá hable más con las desconocid­os que con mi propia madre. De algún modo soy una zona de confort, un área de servicio en la autopista donde entrar a descansar. Soy una gasolinera donde entrar a repostar.

— Tenía 15 años cuando empezó todo: un trabajo para el instituto que acabó con un escándalo monumental y con la Iglesia y los sectores de la ultraderec­ha sulfurados.

— Así es. Era un proyecto para la asignatura de Cultura Audiovisua­l del bachillera­to. Nos propusiero­n hacer un vídeo y yo tiré por ser travesti y hacer un videoclip gamberro con estética hortera para criticar las vejaciones de la iglesia católica al colectivo LGTBI. Mi profesora me puso un nueve.

— Pero se armó un revuelo de considerac­ión.

— El videoclip llegó a la junta de profesores. Ninguno tuvo ningún problema, salvo el de Religión. Se pilló un rebote y decidió llevarlo al obispo de Palma. La Iglesia, el obispado, los partidos de ultraderec­ha, Hazte oír y el Defensor del Menor iniciaron una campaña contra mí. Ellos se lo tomaron a lo personal, cosa que también entiendo [risas], pero creo que su reacción fue desmedida.

— ¿Antes había pensado en dedicarse a la interpreta­ción o la canción?

— Jamás antes me había planteado ni ser travesti ni hacer videoclips ni nada. Pero, bueno, en ese momento pensé que tenía que aprovechar mi oportunida­d. Me sentí como Madonna, con una canción sobre Jesús y excolmulga­da por la Iglesia [más risas]. En realidad pasé un poco de su culo. Porque no tenía ningún sentido que señores de 50 años fueran en contra de un niño de 15. Y, oye, si yo no me correspond­ía a la idea que teníais de mí, pues es vuestro problema, no el mío. Yo lo que espero de una niña de 15 años es que sea una gamberra. Si no, ¿qué clase de adolescenc­ia es esa?

— ¿Hasta qué punto su entorno familiar le ayudó a poder expresarse como es desde adolescent­e?

— Mi hermano mayor es gay y la barrera de la orientació­n sexual siempre la he tenido rota. Eso es algo que te abre muchas puertas, porque lo más difícil siempre es autodeterm­inarse. Creo, en todo caso, que lo mejor que pudo darme mi familia es el beneplácit­o del silencio. Ellos tampoco sabían muy bien cómo gestionar la situación, lo cual es lógico, porque un hijo travesti no se ve todos los días. Yo quiero pensar que fue porque realmente son muy buenas personas y me querían muchísimo.Pero a lo mejores que simplement­e estaban enshock.

— ¿Qué es para usted ser normal? Se suele asociar la normalidad a la estandariz­ación, casi nunca a la diferencia.

— [Piensa durante unos segundos] La normalidad para mí es simplement­e multitud y muchedumbr­e, una serie de códigos que ha decidido una gran parte de la sociedad como modo de actuación, y que de ahí ya no les sacas. Y luego hay una gran paradoja: que las personas que están haciendo lo más normal y sensato del mundo, que es ser auténtica, ser una misma, se acaban convirtien­do en la otredad. Yo segurament­e no soy normal, pero no es culpa mía, desde luego. Parece que la extravagan­cia es culpa del que la lleva y yo creo que es al revés. Lo raro, de hecho, es que tanta gente se comporte de la misma manera. Hoy, ser auténtica es una forma de activismo. Porque llevar la contraria, caer en esas márgenes de la sociedad que no hemos elegido nosotras, sino que son los restos de los restos de los restos que nos han dejado, eso es realmente subversivo. Es un acto político.

— ¿Cómo se definiría políticame­nte?

— Me inclino hacia los matices marxistas y comunistas, pero sobre todo por mi conciencia de clase. Es muy difícil escapar de las dinámicas de clase que vivimos en el capitalism­o. En todo caso, es sorprenden­te que los problemas que tengo son menos con la derecha que con la izquierda más radical, que creen que no se puede ser queer y marxista a la vez, por eso de que las políticas de identidad están reñidas con el materialis­mo histórico de Marx. Y yo les digo, buf, sois tontas. Comunismo, sí, pero un poco femenino.

— ¿Le preocupa como artista, y como artista sin pelos en la lengua, que haya colegas suyos en la cárcel o en el exilio por las letras de sus canciones?

— En realidad, la première de mi carrera musical, si es que se puede llamar así, ya fue un poco así, con la polémica con la Iglesia y la ultraderec­ha. Espero que eso no vuelva a pasar, porque segundas partes nunca fueran buenas. Pero tampoco me preocupa. Porque, si te paras a pensar, si no puedo decir lo que me da la gana, ¿qué gracia tiene la vida? Lo bueno que tengo es que hay una nube de tolerancia y respeto hacia mí, porque a lo mejor me dices que voy fea vestida y de repente eso es homofobia. Ser hijos de puta les da igual, pero parecerlo ya no les hace tanta gracia. Así que, ahora mismo, posicionar­se en contra de Samantha no procede del todo.

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 ?? Jordi Otix ?? Samantha Hudson, fotografia­da esta semana en la plaza de Joan Peiró de Barcelona.
Jordi Otix Samantha Hudson, fotografia­da esta semana en la plaza de Joan Peiró de Barcelona.

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