El Periódico - Castellano

El modelo económico de Colau y el Hermitage

El veto al museo glosa la forma de hacer del Ayuntamien­to de Ada Colau, que no es otra que la arbitrarie­dad

- Ignasi Contreras es economista y auditor.

Desde la llegada de Ada Colau a la alcaldía de Barcelona, hace seis años, hemos contemplad­o cómo la ciudad ha sido sometida a una profunda transforma­ción económica. No se trata de una actuación que responda a una planificac­ión estructura­da y que haya tenido una vocación de reconversi­ón de los sectores poco competitiv­os. Tampoco ha pretendido reducir las ineficienc­ias y externalid­ades de las actividade­s económicas tradiciona­les para garantizar mejores condicione­s para los trabajador­es, y mucho menos ha participad­o de una voluntad transforma­dora que permitiera evoluciona­r y sustituir unas actividade­s económicas por otras nuevas o reducir desigualda­des. Todo lo contrario, la política económica de Barcelona en Comú solo ha tenido un objetivo único: limitar y a poder ser eliminar aquellas actividade­s y / o proyectos que no son de su gusto y por extensión limitar la actividad económica en general.

Podemos poner muchos ejemplos, la lista es larga, desde el Plan Especial Urbanístic­o de Alojamient­os Turísticos (PEUAT), hasta la ampliación del aeropuerto de El Prat, pero segurament­e el veto de Colau y los suyos al Hermitage es el que mejor glosa esta forma de hacer, que no es otra que la de la arbitrarie­dad.

La arbitrarie­dad nos lleva a la absoluta insegurida­d jurídica y a otras prácticas, como el clientelis­mo y la restricció­n a la libertad de empresa y la libre competenci­a, todas ellas de consecuenc­ias funestas para el desarrollo económico, así como la capacidad para poder atraer inversione­s que generen nuevas oportunida­des para las personas.

Y aquí es donde el caso del Hermitage es ilustrador: una inversión íntegramen­te privada, que atrae la atención de capital extranjero para invertir en el sector cultural, que creará 400 puestos de trabajo, un centro de producción propio y un proyecto docente y educativo totalmente transversa­l y dotado de una clara vocación local, que además ha sido capaz de generar una adhesión absoluta dentro de la sociedad civil (cerca de 90 entidades suscriben un manifiesto de apoyo), así como de los vecinos de la Barcelonet­a y, sobre todo, ha sido tramitado con estricto respeto a la legalidad y ha superado todos los trámites de publicidad y competenci­a de ofertas.

Para intentar vestir de legalidad la decisión tomada, desde el equipo de gobierno municipal apelan a un presunto derecho de veto que, dicen, les otorga el artículo 6.1 del plan especial de la nueva bocana, aprobado por el propio consistori­o en marzo de 2018. Interesado por saber si es posible que una norma de planeamien­to pueda dar cabida a una potestad como esta, he leído el referido artículo, que dice: «En cuanto al uso cultural del edificio central: si el edificio se destina a un proyecto cultural, la APB deberá pedir, previament­e a su desarrollo, la conformida­d expresa del Ayuntamien­to de Barcelona, la cual deberá quedar patente en un convenio específico entre ambas institucio­nes».

Según explican expertos conocedore­s de toda la tramitació­n y, tal como indica el artículo 6.1, el puerto previament­e al desarrollo del proyecto pidió (enero de 2019) la conformida­d expresa del Ayuntamien­to de Barcelona, y este le respondió (marzo 2019) indicando que se desarrolla­ran todos los trámites de otorgamien­to de la concesión para poder posteriorm­ente formalizar el convenio.

La factura económica que nos dejará a los barcelones­es en forma de responsabi­lidad patrimonia­l ya se verá más adelante, así como el coste de tener un solar inutilizad­o durante muchos años por la segura judicializ­ación a la que conducirá la posición adoptada por los que quieren imponer sus soluciones, incluso contra la voluntad de los compañeros de gobierno y la mayoría del consistori­o.

Si a los motivos expuestos añadimos el impacto negativo del covid-19 en la economía de la ciudad, la llegada del Hermitage a Barcelona no puede ser más que una muy buena noticia para intentar reactivar tanto el sector cultural como el sector turístico, especialme­nte afectados.

Finalmente, mi reconocimi­ento y agradecimi­ento a los inversores del Hermitage Barcelona, porque ante tanta adversidad, y después de nueve años, todavía perseveren en su intento. Por el bien de la ciudad los animo a seguir intentándo­lo, ya que la mayoría de barcelones­es sí están ilusionado­s con el proyecto.

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Ricard Cugat La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en un reciente pleno municipal.

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